El hundimiento del Poseidón.

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Año 1894. Océano Pacífico.

El mar se veía grande y todopoderoso. Esa inmensa masa de agua parecía empequeñecer cualquier cosa que hubiera delante. Y eso incluía al propio ser humano. Porque aunque nuestra especie se hubiera convertido en la más poderosa de todo el mundo, conquistándolo todo a su paso, aun había lugares que podían llegar a perturbarnos. El mar era uno de ellos. Nosotros, criaturas habituadas a vivir en la seguridad de tierra firme, teníamos al mar como un ambiente desconocido y extraño. Pese a ser el lugar de nacimiento de la propia vida, para nosotros era un mundo ajeno y misterioso, donde no teníamos control sobre nada. Solo éramos un elemento externo a merced de las fuerzas desconocidas que allí moraban. ¿Qué de seres eran los dueños de aquellas aguas? ¿Quiénes serían los reyes de tan salvaje e ignoto lugar?

Esos eran los pensamientos que cruzaban la mente del capitán Cornelius Wright. A sus 58 años, el capitán ya llevaba un gran tiempo navegando el salvaje océano, haciendo frente a toda clase de peligros, desde tormentas a piratas, e incluso un motín. Pero tras todo ese tiempo, todavía sentía cierto miedo y respeto por el mar. No sabía porque pero era consciente de que en aquellas aguas había algo. Una misteriosa fuerza que estaba fuera del alcance de la comprensión de cualquier persona. Una entidad que aun no había revelado su autentica naturaleza pero que cuando lo hiciera, nadie sería capaz de detenerlo.

-          Capitán- dijo una voz a sus espaldas.

Al volverse, se topó con el oficial Patterson, un hombre delgado y estirado con una forma un poco pedante para hablar.

-          ¿Ocurre algo?- preguntó mientras trataba de poner en orden sus pensamientos.

-          Solo quería saber que hacia aquí fuera- respondió el oficial-. Es de noche y con el frio que hace, pensé que no era buena idea estar aquí.

El capitán sonrió levemente. Las preocupaciones de su oficial le sorprendieron bastante. Era la primera vez que Patterson se interesaba por su estado. La mayor parte del tiempo estaba centrado en su trabajo y raro era cruzar alguna palabra con él. Estaba muy ensimismado dando órdenes a la tripulación o arengando sobre las normas y protocolos sobre cómo actuar a bordo de un barco.

-          Solo estoy aquí, contemplando el ancho mar y disfrutando de su serenidad- dijo con completa tranquilidad a su subalterno.

Patterson no dijo nada. Tan solo se coloco al lado de su capitán y disfruto del pacifico paisaje. Mientras, el barco en el que viajaban, el HMS Poseidón, continuaba su viaje hacia Australia, en concreto, el puerto de Sídney. Venía de Chile, de donde transportaba toda clase de mercancías, desde alimentos pasando por prendas, herramientas y cientos de otros enseres procedentes de aquel país. También había sitio para el contrabando como tabaco, opio u hojas de coca, pero eso no aparecía en la hoja de registro. El buque mercante era grande, 200 metros de eslora, compuesto de grandes almacenes donde se encontraba toda la mercancía. Funcionaba a base de vapor y a eso el capitán Cornelius Wright no llegaba todavía a acostumbrarse. Tras tantos años navegando en barcos que dependían del viento para avanzar, hacerlo en uno que podía ir sin ese elemento le era algo fastidioso. El barco era una descomunal bestia de hierro y acero alimentada de carbón cuyo cálido aliento la hacía avanzar sobre aquellas imperturbables aguas. Pero Cornelius sabía que los mares ocultaban monstruos peores.

Todo parecía tranquilo. Capitán y primer oficial observaban como las olas rompían contra el casco. Había viento pero este levantaba poco oleaje. Aunque en el Pacifico las tormentas eran algo normal, desde que zarparon hace 4 días no habían visto ninguna, lo cual podía verse como un buen presagio. Tendrían el camino libre para avanzar hasta su destino. O eso creían ellos.

Leviatán (Concurso Criaturas Extrañas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora