Expedición

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Año 2015. Océano Pacífico. Cerca de las costas de Filipinas.

Mateo López miraba desde la cubierta y el gran y ancho mar. Todo estaba sereno, las olas apenas estaban levantadas y una suave brisa silbaba en el aire. Una solitaria gaviota volaba en círculos sobre la gran embarcación en la que el hombre se encontraba. Movía sus alas con gracilidad, dejando lleva por el suave viento. Luego vio como el ave sobrevolaba las aguas, acercándose a estas para dar caza a algo. Con maestría, aleteaba para esquivar las olas que se iban elevando y tras dar varias vueltas, finalmente se lanzo en picado. Voló rasante sobre el líquido salado e introdujo el pico. Al elevar el vuelo, en su pico llevaba un escurridizo pez que trataba de liberarse sin éxito.

Fue un espectáculo muy bonito, tanto que Mateo sonrió encantado de haberlo presenciado. Entonces, una voz le llamó. Una hermosa voz de marcado acento francés.

-          Mateo, cherie, tenemos que entrar- dijo esa voz con suavidad y cierta mesura-. El profesor Darabont quiere hablar con nosotros.

Al volverse vio de quien se trataba. Era la hermosa Catherine Deneuve, una chica francesa de unos 24 años de edad. De pelo largo castaño, piel blanca y ojos verdes, aquella mujer nacida en Toulouse era una autentica belleza. Trabajaba para el profesor Christopher Darabont como una de sus internas, aunque ahora más bien era una especie de asistenta.

El hombre siguió a la chica a lo largo de toda la cubierta del Panthalassa, un barco de unos 100 metros de eslora que era usado para la investigación oceanográfica. Contaba con sistema de radar, sonar y una potente antena de comunicaciones. Había participado en infinidad de expediciones, muchas de ellas a zonas profundas, donde el uso de sus instrumentos había sido usado para sondear el fondo marino. No solo contaba con lo último en equipamiento tecnológico sino que además su tripulación se componía de los mejores expertos de su mejor campo. Quitando unos marineros y el cocinero, el resto eran técnicos especializados en robótica, ingeniería e informática. También había biólogos y un experto en geología. Mateo era uno de ellos.

Llegaron a la sala de reuniones, una habitación con una alargada mesa en medio y al fondo se podía ver una pantalla para proyectar cosas en ella. Allí dentro también estaban el profesor Christopher Darabont y el doctor Ralph Mackey.  Una vez allí, Darabont les dio a todos la bienvenida.

-          Gracias por venir, necesitaba verles a ambos reunidos ya que hoy vamos a discutir el propósito de esta expedición- dijo refiriéndose tanto al español como al biólogo norteamericano.

Mateo era de Canarias pero estudio biología marina en la universidad de Madrid. Regresó a su hogar natal para participar en una investigación de las costas de las islas para luego trasladarse a Estados Unidos. Fue durante una conferencia en Harvard que conoció al profesor Darabont. Al principio, aquel hombre alto y delgado de corto pelo negro  lampiña barba le parecía un excéntrico y peculiar personaje. Su extravagante aspecto, unido a sus gafas rectas, le recordaba a Steve Jobs. Sobre la  expedición, sabía que iban en busca de algo, pero de que, ese era un misterio que aun no estaba aclarado.

-          Pues ya es hora de que te expliques porque no he dejado de lado mis investigaciones en el Mediterráneo sobre la migración del atún rojo para ver tu cara bonita- dijo con jocosidad Mackey.

El profesor Darabont le lanzó una mirada reprobatoria. El norteamericano se la aguantó. Era evidente que aquellos dos no se llevaban muy bien.

-          Si vale, empecemos.- dijo el profesor sin perder aplomo-. Como sabrán hace 2 años lleve a cabo una conferencia donde hable sobre los misterios que se ocultaban bajo el mar.

-          Ya, donde afirmabas la existencia de una gran criatura marina desconocida para la ciencia actual- interrumpió el biólogo marino de nuevo-. Christopher, ya nos conocemos ese cuento.

Leviatán (Concurso Criaturas Extrañas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora