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Harry:

El frío que se adueñaba de las silenciosas calles de Manhattan invadía cada parte de mi cuerpo.
Una tenue luz irradiaba al final del oscuro callejón por el que caminaba.
La sombra de un extraño proyectada a excasos metros de mi lado llamó mi atención, pero como respuesta decidí apresurar mis pasos.
En menos de lo esperado ya estaba subida en mi moto, y como cada semana me dirijía a los solitarios barrios de Bronx.

Cuando llegué a mi destino un espeluznante escalofrío recorrió por todo mi cuerpo y a un que no quisiera aceptarlo tenía miedo. A pesar de ser un veterano en las carreras , las dudas siempre estaban presentes en mis pensamientos y hacían que dudara de mí mismo.
Todos los competidores se apresuraban a la línea de salida y finalmente me estacioné yo.
El sonido de un disparo indicando el comienzo de la carrera llegó a cada parte de mi ser. Aceleré, simplemente presioné el acelerador y dejé todos mis pensamientos atrás. Debía centrarme en la carretera, en aumentar mi adrenalina y superarme a mí mismo para llegar a la meta en primera posición.
Como si de un gran golpe de suerte se tratase conseguí despistar a mis contrincantes por varios segundos, los necesarios para convertirme en el ganador.
La gente se juntaba a mi alrededor, atosigándome y desesperándome. Simples extraños que solo querían felicitarme y alabarme.
Tomé mi moto como huída y simplemente regresé a casa.
Cuando entré en mi apartamento la soledad se adueñó de mí y como de cosrumbre miles de pensamientos invadieron mi mente. Por unos momentos dudé, dudé de mí mismo, de mi futuro, de lo que la vida me tendría preparado. Mentalmente me pregunté si realmente me concederían la oportunidad de ser feliz algún día.
Pero instantáneamente caí en la cuenta, di con la verdad, ni el más impactante golpe de suerte me salvaría de los hoyos del infierno en los que se había convertido mi vida.
|Elizabeth Bones |

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