III.

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Nuevamente se encontraba un paso adelante de sus adversarios, el destino que había escrito su vieja amiga se presentó al pie de la letra y sentía un alivio que nadie podía quitarle. Sospecharon de ella en ese crítico período, intentaron imputarle los cargos de complicidad, conspiración y otros agregados que su abogado le comentó, le interrogaron hasta el cansancio, la retuvieron privándole de su libertad por una semana e incluso soportó la presión social que no menguó en esa atolondrada temporada. Sin embargo, lo único que consiguieron arrebatarle era la licencia para poder ejercer su carrera, aunque sus conocimientos de medicina seguían ahí y el profesionalismo también, respecto a la ética podría discutirse... a pesar de que no se arrepentía de sus actos, ella había cumplido con éxito su mayor misión.

Los preceptos volvieron al trabajo porque el escape no fue tan complicado, se llevó a cabo durante su traslado a la prisión de máxima seguridad, lugar que nunca pisaron. Recordaba los rostros enfundados en panico, el terror palpable en los civiles, la derrota en los héroes y reía para sí misma, porque los villanos a veces obtenían la victoria. Era cuestión de cambiarle la modalidad al juego y en su caso, la muchacha puso su vida en la línea.

Activó el dispositivo que impediría que un tercero escuchara la llamada que haría, bebió del refresco de cereza en lata, mientras se divertía con el discurso del ministro de defensa y el presidente de la asociación nacional de héroes. Reconoció la cara de varios funcionarios corruptos en la rueda de prensa y el semblante serio de Endeavor que contestaban las preguntas de los medios de comunicación. Jurando que harían justicia, restableciendo el orden y la paz de Japón, argumento que le hizo carcajear con ironía.

-¿Cómo está el jefe? ¿Ha seguido el tratamiento como corresponde? -el albino percibió la preocupación en su voz y las ganas que tenía de unirse a ellos.

-Sí, al principio estaba un poco reacio pero tu seguridad al decir que lo sanaría completamente le hizo entrar en razón -explicó, su timbre era ronco y pausado. Sabía que la joven tomó las suficientes precauciones antes de ponerse en contacto.

-¿Y los demás? Espero que hayan mantenido un bajo perfil.

-De eso ni hablar, creen que eres el Mesías que los salvó de un futuro desafortunado -bromeó, suspirando cuando oyó el llamado de Chisaki desde su oficina-. Debo colgar, el jefe me requiere.

-Está bien, no te quito más tiempo. Dales saludos a todos de mi parte, pronto me uniré a ustedes -aseguró (Nombre), mirando de reojo las maletas que en la medianoche subiría a su automóvil.

-De acuerdo, cuídate.

[ . . . ]

La médico solía plantearse los requisitos para ser una mafiosa, era gracioso y le ayudaba a calmar los nervios traicioneros cuando empezaba a perder los estribos. El sitio donde se refugiaba el Shie Hassaikai se encontraba bastante apartado, camuflado de manera estratégica para no atraer atenciones indeseadas y esa gran casa, de aspecto anticuado, era inmensamente gélida como si nevara dentro de ella. La mezcla de penetrantes aromas le dejaban anonadada; alcohol, perfume masculino, gel antibacterial, cloro y tal vez yodo. Muy similar al hospital donde realizó sus prácticas profesionales, entrándole una repentina nostalgia cuando las memorias de su vivienda ardieron en llamaradas y los anhelos se transformaron en algo intangible.

Ya no existían cosas que le sujetaran a ese lúgubre mundo de oscuridad, de máscaras falsas y personalidades plásticas. Por primera vez era sincera consigo, entregándole lealtad y fidelidad al líder: Overhaul, o Chisaki Kai. Porque con tan solo la pronunciación de su nombre sentía que el corazón saldría de su pecho, esparciendo un potente sonrojo en su nívea tez y la inevitable sonrisa se instalaba en su cara, curvando los deliciosos labios cubiertos de gloss rosa.

Aquel era el inicio de una vida nueva, sin restricciones o alguien que le prohibiera ser ella. Por eso (Nombre) había adaptado su guardarropa al estilo del resto, las prendas negras, grises y blancas abundaron, pero conservó algunas especiales para determinadas ocasiones. Asimismo tuvo el honor de recibir una máscara de la peste, que la representaba como miembro de la Yakuza y sintió un revoloteo en el pecho al sentir que Kai apreciaba su devoción hacia él.

Pero no era momento preciso para romanticismos, lo que menos querría el castaño era involucrarse con una muchacha tan insípida y sin gracia como ella. Le dolía, sí, le quemaba el alma pensar que quizás una desconocida le robase el amor del varón, por lo que no dejaba de contemplar esa posibilidad y su órgano vital lloraba por un amor que no podría ser jamás. Porque era una simple médico, un subordinado que acataba las órdenes del superior y por la razón más llamativa de la lista: no la vería con esos ojos, para él, ella no era una mujer.

[ . . . ]

Sus orbes dorados resplandecieron en frialdad, siendo punzantes e hirientes como espadas de oro forjadas por el herrero de las divinidades griegas. No era expresivo, su pura e inmaculada fisionomía era tan angelical que cualquiera que se detuviera a verle, se percataría que un serafín había desafiado la autoridad de Dios. Chisaki era un hombre especial, lleno de virtudes si lograbas escabullirte bajo su piel de porcelana, encontrando fascinantes matices que lo distinguían como un ser humano, de impresionante intelecto y belleza.

Masajeó sus muñecas, le atormentaba y perseguía esa desgarradora sensación de pérdida, aunque no habían cicatrices que delataran tal penuria. No quedaron muestras de su avasalladora agonía por la perforación de sus tuétanos, lo único que no se marchó fue el amargo vestigio de su aplastante derrota. Sin embargo, odiaba más a la Liga de villanos, quienes pagarían por la osadía de traicionarlo y mutilarle las manos, que recuperó por un milagro, un acto de misericordia, rayo de luz que atravesó las espesas nubes de tormenta congregadas a su alrededor.

Se colocó los guantes y la mascarilla de tela, decidido a empezar su día con el pie derecho. Tenía muchas cosas que hacer, había que trabajar por la resurrección de Shie Hassaikai y la abstinencia de su particularidad no lo detendría. No obstante, necesitaba acercarse más y conocer a esa fémina que los redimió, la misma que le prometió su completo esfuerzo para que sus ideales se vieran reflejados en la sociedad... (Nombre), quien se arriesgó por esa misión y que olía como un fantástico campo de lavandas.

Flores Curativas ❀ Chisaki KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora