V.

2.3K 290 23
                                    

Afuera de la imponente estructura grisácea del hospital brillaba el sol, sus rayos bañando las cabezas de los civiles sumergidos en su monotonía mientras que entre los héroes involucrados en la operación para detener al Shie Hassaikai predominaba el sabor agridulce de la victoria y era corroborado cuando los que todavía estaban en buenas condiciones miraron a través del cristal el cuerpo lánguido de Sir Nighteye, quien había sacrificado su vida para el éxito de la misión. Aunque no podían visitarle por el momento, la atmósfera triste e impotente perforaba los corazones de los presentes que no hablaban, solamente se ahogan en los "si hubiera" que fluctuaban en sus mentes. Era una pena aquella circunstancia, como el de cabellos verdosos se le escapaba la vitalidad en cada respiro que daba mediante el respirador artifical y las lágrimas acumuladas en los orbes de su aprendiz, el mismo chico desdichado que perdió su quirk.

(Nombre) intentó estabilizarlo, a pesar de que sabía el amargo final que le esperaba con los brazos abiertos a ese valiente héroe de firmes convicciones y se sintió un poco culpable, quizás. Sin embargo, el arrepentimiento jamás llegó a embargarla, lo único que le quedaba como médico profesional era hacer lo que estaba en sus manos y aunque así lo quisiera, no podía salvarlo. Ya era demasiado tarde cuando le llamaron, avisándole sobre el gran agujero en su abdomen y las complicaciones que surgirían si lo curaba.

Ella no era Dios y tampoco se echaría al hombro la responsabilidad al profesar palabras esperanzadoras que resultarían una vil mentira. Por eso, prefirió comunicarles a los personajes que aguardaban en la sala de espera. No existía una solución, no humanamente posible. Ni siquiera en esa sociedad de superhombres, que finalmente era mucho más frágil y delicada de lo que solía imaginarse.

—Realmente lo siento —expresó, mostrando una comprensión que no era compatible con la de su ser— en unos minutos podrán entrar para despedirse.

Los alaridos de sufrimiento del rubio taladraron sus oídos, que todavía no se acostumbraban a dar condolencias a quienes conservaban una fe ciega y ella lo enviaba hasta cierto punto, porque había dejado de engañarse a sí misma, incluso tilándose de pesimista cuando creía que la desesperanza le consumía. Dispuesta a designarle la tarea a otra persona y regresar a su puesto como jefa del área de emergencias, se despidió de los mencionados con un semblante levemente compungido.

Al otro lado del vidrio, el moribundo varón sintió algo distinto y extraño cuando la azabache le revisó la vía intravenosa que suministraba la respectiva solución. No obstante, se encontraba muy cansado para digerir lo que sea que estuviera ocurriendo, fugazmente se percató de que por alguna razón que desconocía su particularidad de predicción había sido activada otra vez... pudiendo vislumbrar el rollo cinematográfico de esa fémina de orbes profundos. A su vez, la ansiedad comenzó a agolparse en su adolorido pecho y el corazón latía frenético como quien está cerca de sufrir un paro cardíaco cuando observó desconcertado y horrorizado lo que ella haría después de su muerte.

Traicionaría a los héroes, arriesgando su propia vida, abandonando lo que construyó desde adolescente e incinerado su identidad bajo las brasas de un ideal que se regía por ese de los criminales que tanto les costó atrapar y encarcelarar.

Ella liberaría a Overhaul y reconstruiría el Shie Hassaikai.

Infortunadamente nadie más alcanzó a saberlo, ese secreto iba ser sepultado en la tierra. Puesto que nadie indagaría en el callejón sin salida que representaba la desaparición de (Nombre), la prodigio en medicina residente del hospital central y la repentina fuga de Chisaki, el heredero de la Yakuza.

[ . . . ]

—Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo, así que no desesperéis o afanéis —releyó la muchacha, pasando sus falanges por el campo cubierto de lavandas y esa corta frase que estaba grabada junto a la firma del artista.

—Es un poco perverso que creas en Dios y estés haciendo todo esto —le comentó Hari, ingresando a la estancia privada donde solo escasos miembros podían acceder.

—El fin justifica los medios, decía Maquiavelo y aquellos que no consideran dichos supuestos están destinados a la derrota —contestó con el mentón alzado, colgando el lienzo en la pared y sintiéndose un poco más animada. A ese lugar le faltaba color—. Además, mis manos no están manchadas por la sangre de los inocentes.

—Lo sé, pero me gusta molestarte.

Resopló divertida, tenía un pasado algo peculiar y Kurono le conocía lo suficiente como para saber que solo bromeaba. Desde su presentación se habían llevado bien porque lograban complementarse. Así que en el momento indicado recurrió a ella para que los ayudaran, aunque no sabía el gran alcance de su poder e influencias.

— ¿Cuándo le piensas contar a Overhaul? —preguntó intrigado, no llevaba la máscara por lo que se notaba el interés.

Ella suspiró, pasando una mano por su cabellera oscura y apretó los párpados. Desconocía como reaccionaría el castaño al relatarle esa parte de la historia que se hallaba en aguas misteriosas e ignoraba. A su vez, eso podría darle más credibilidad y confianza—. Tal vez cuando sane completamente.

— ¿Así podrá asesinarte? —respondió burlón, esa parte de la personalidad del hombre salía de vez en cuando.

—No, lo decidí así porque no quiero que se concentre en otra cosa y decirle sobre mi relación con el antiguo jefe lo haría —espetó, segura de lo que había decidido.

—Quiero las explicaciones justo ahora —exigió, su voz grave que erizó los vellos de la nuca y perturbó a los dos que se miraron preocupados.

Flores Curativas ❀ Chisaki KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora