III. En el medio del éxtasis

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Me tomó de la cintura, me sujeté de sus hombros y sentí como nuestros alientos empedernidos por el alcohol se cruzaban. Los suyos, eran gruesos y húmedos. Su piel suave. Y nuestros cuerpos juntos reaccionaban frente al otro – sí, ese tipo de reacción –, era algo que me transportaba. Así como fue de sensacional, fue rápido, mi amigo regresó con las llaves y con el dinero. Se lo entregó a C, y caminamos detrás de él para que nos abriera la puerta no sólo de la sala, también la de la puerta que daba a la calle. Mientras bajábamos detrás de él, nos tomamos de las manos. Llegamos a la puerta, y regresamos a nuestra actitud de apenas y conocernos. Mi amigo le dio el dinero y en cuanto salimos, volvió a cerrar la puerta.

Creo que parte de la magia del momento estaba en que lo que hacíamos era secreto. Sí, quizás mi amigo se las olía y era su intención que nos conociéramos y conviviéramos para al final terminar en una habitación. Pero el hecho de no demostrarlo, el no de decirlo, lo volvía una mejor experiencia. Era algo efímero, pero también divertido. Todo mi cuerpo se sentía envuelto en un éxtasis tan cálido, a la vez suave. Era emocionante, y todo iba tan rápido. Era la madrugada, no se escuchaba casi a nadie y era como si la calle fuera nuestra. Pudimos conversar sobre nuestros estilos de vida, sobre qué hacíamos y en qué consistían nuestros días. No era muy diferente a mí, vivía solo y frecuentaba a su madre, su familia es grande y convivía con sus sobrinos. Bueno, yo sólo tengo uno más cerca.

Apenas empezamos a caminar unos metros, cuando volvimos a juntar nuestros labios. Como un par de adolescentes, nos acariciamos. Lo veía hacia arriba porque en efecto era más alto que yo, y me dio un abrazo. Todo se sentía tan cálido, y en el cierto grado de ebriedad que llevábamos, todo se veía color de rosa. Nos volvimos a tomar de las manos y nos dirigimos hacia la tienda de autoservicio. Recuerdo que le pregunté si es que sentía mis insinuaciones y qué le parecían. Debía evaluar mi trabajo

- Sí, claro que los sentí. – se escuchaba feliz de haberlo hecho. – Al principio pensé que sin querer chocábamos. Pero lo seguiste haciendo.

- ¿Te molestó? – se tenía que preguntar, por si las dudas.

- No, claro que no. Me gustó que tomaras la iniciativa. – eso era un punto a mi favor.

- No se me ocurrió otra manera de acercarme. – íbamos disparejos. Nuestros pasos, no eran iguales, pero todo parecía ir tan bien mientras andábamos en la oscuridad.

- Estuvo bien. Yo creí que me estaba tardando. Qué bueno que empezaras tu.

Ya habíamos hablado de que, en la capital, en ciertas ocasiones habíamos frecuentado antros o discotecas de ambiente LGBT por separado. Sólo dijimos algunos comentarios, pero no habíamos dejado nada claro y no teníamos tiempo para preguntar. Claro que mi amigo no dijo lo contrario. Incluso y de cierta manera esperaba que nos conociéramos, y cuando ocurrió pues... creo que era más interesante si no se daba cuenta. En nuestro andar, un motociclista pasó y nos soltamos de las manos, pero seguimos caminando casi igual de juntos. Llegamos a la tienda y estaba cerrado. Nos atendieron por una ventanilla y después de una torpe plática con la dependiente, pudimos regresar con algunas cervezas de lata. Regresamos por donde fuimos, y a diferencia de cómo nos dirigíamos a la tienda, esta vez, C me tomó por la cintura y yo por el hombro. Sí, podía parecer un cliché, pero se sentía bien. Al llegar, antes de que mi amigo bajara a recibirnos, me volvió a besar.

Subimos, y continuamos bebiendo esta ocasión con cervezas de lata. Mientras lo hacíamos, ambos jugábamos por debajo de la mesa. Me acomodé de tal forma que pudiéramos seguir tocándonos sin aparentarlo. Incluso C, estiró sus piernas, de modo que la mí quedara en el medio y poder subir a su entrepierna y jugar más a detalle. También se hizo hacia adelante para tomar mi mano y frotar sus yemas sobre mi palma. Estuvimos un par de horas así, quizás más o menos. En ese punto de la noche, las horas no se mueven con la misma normalidad que con el día. Para cuando pregunté por la hora iban a ser casi las 4

- Como que ya es tarde, ¿qué hora es? – pregunté. Sin duda ya estaba ebrio, habría pasado toda le vergüenza y resultaba ciertamente ganador. Así que pues bueno, ya me daba por buen servido.

- Son 3:26. – respondió C.

Mi amigo últimamente no se sentía muy bien de salud. Después de haberlo conocido, ha estado en el hospital varias veces. Aún así, ha continuado con sus vicios, y sin mucha necesidad de hacerlo, cae de nuevo en el vicio. Muy probablemente se me considere un mal amigo por no decirle que no lo haga o sugerirle, apoyarle e intentar que haga lo contrario, pero si la persona no quiere cambiar, es muy difícil que otra le haga hacerlo. Es un poco negativo y pesimista también, aún así, siempre le pregunto por su salud, y cuando me dice que sufre de algo, le doy cierta recomendación; claro, si también sé del tema.

Esto lo digo, porque la última media hora se la había pasado tosiendo y caminando de un lado a otro alrededor de la casa, tratando de dormir además sin mucho éxito. Por lo que también decidimos que loe mejor sería irnos todos a dormir. Mi amigo siempre duerme en la sala y la única habitación que tiene puerta quedó para nosotros dos. Había una segunda, pero ahí se quedaba quien se supone rentaba – gratis, porque nunca le pagó – con él. Ya se estaba por ir, y eso le molestaba por lo que casi no se quedaba ahí. Así que daba la casualidad que debíamos de compartir la cama

- Yo creo que ya me voy a dormir – anunció mi amigo. – Ahí se pueden quedar el rato que gusten. Se quedan en su casa.

- Creo que también ya nos vamos. Ya es tarde – sugirió C.

- Aparte que si voy a ir a trabajar.

- ¿Seguro que vas a ir? – C pensaba que lo decía de broma, pero mi amiga no me había dicho nada y yo no le había comentado que saldría y que al otro día no iría. Y por supuesto que a esa hora no le iba a mandar mensaje de que no abriría la tienda. – Mañana es feriado, se supone que no se trabaja.

- Pues es que tampoco me dijo que no. Y entre que es o no día que no abro pues voy a ir. En todo caso, le mando un mensaje de que quizás llegue tarde. Y luego no traigo mucha batería y dejé el cargador. – incompatible con los de ellos. – Va a ser un milagro que suene la alarma.

- Pues dime a qué hora la quieres – la alarma, supongo – y te puedes levantar.

- Sí, gracias. Creo que a las siete y media estaría bien.

- Bien. Ya quedó.

Mi amigo se despidió de nosotros y entonces las luces se apagaron. Entramos al dormitorio, y me tomó de la nuca para llevar mis labios a los suyos y besarme con la misma o mayor intensidad de la que lo había hecho la primera vez. Bajó la hebilla de su pantalón y yo dejé caer mi short junto con mi ropa interior, me senté sobre la cama y me quité mi playera. Esperé desnudo y recostado mientras él rodeada la cama en ropa interior, para tumbarse en la cama y quitarse la última prenda.

Relato - ChispasWhere stories live. Discover now