IV. Años luz

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Nos recostamos desnudos frente al otro. Tocamos nuestros cuerpos, los besamos y nos frotamos para compartir el calor. Sus labios estaban en mi boca, en mis mejillas, mi cuello; de la misma forma, su mano tomaba un hombro, un pezón, mi cintura y parte del trasero. Cerré mis ojos, y dejé que la sensual oscuridad me abrazara y me tomara en sus brazos. Debido al alcohol, todo yo alucinaba. Me sentía ligero a la vez que nos movíamos sobre la cama. C había tomado la sábana, y nos cubrió con ella como una ingenua censura. Lo abrazaba del cuello mientras nos besábamos

- Me gustas, - susurró entre nuestros labios – estás bien rico.

- Gracias. Qué rico besas. Me gusta sentirte, en todo mi cuerpo.

La delgada tela de la sábana, estimulaba mi cuerpo, y me producía cierta sensación sobre mi piel. Como una especie de descarga eléctrica, hacíamos contacto con nuestros cuerpos, y llegamos a ese punto glorioso del encuentro humano. Aunque no respondiéramos de forma sincronizada, lo que hacíamos era en verdad placentero. La manera en la que nuestros cuerpos se unían, no era especial ni dinámica. Sólo fue cómo nos pudimos acomodar según la noche, sin elegancia ni posiciones tan artísticas como es el caso del cine de adultos. Aún así, nuestro encuentro vaya que fue de película.

Esa vez, fue la primera vez que me acostaba con alguien después de haber bebido. Hasta donde recuerdo, siempre que tomaba era con una amiga, alguien que quiero mucho, y cuando eso pasaba era normalmente en alguna fiesta o salida, pero regresábamos a casa y dormíamos. Cada quién por su lado, si es que eso se pudo pensar. Esta vez vaya que resultaba diferente, no salí con mi amiga como solía hacerlo, consumía alcohol después de meses de no hacerlo, después de un buen tiempo y por fin congeniaba con un chico de más o menos mi edad. Sin duda, no eran experiencias nuevas, pero por primera vez, todas estaban conectadas.

No recuerdo la hora, sólo que nos besamos, y él se tumbó a un lado mío. Su cálido abrazo, me tomó por sorpresa. Miraba hacia la puerta, cuando su mano intentó escurrirse por debajo de mi cuello, y el segundo brazo se apoyó en mi cintura. Acercó su rostro y sentí su respiración lenta sobre mi cuello. Mi mano instintivamente buscó su mano sobre mi cintura – esto, porque fácilmente siento cosquillas, y no me gustan mucho, a decir verdad – la sostuve, y fue lo último que recordé.

Como tenía que suceder, la alarma sonó a las siete en punto. Honestamente, pensé que no la escucharía, pero unos segundos después se escuchó también el celular de C. Ambos teléfonos se escuchaban bastante fuertes, cada uno reproduciendo su respectiva alarma. En su celular, la alarma por defecto, en el mío Madonna del 98 con Sky Fits Heaven. Siendo honesto, tenía miedo de tomar su celular. Quería despertarlo para él apagara su alarma, pero no se movía para nada, no quise interrumpirlo y rápido lo tomé y apagué el sonido. Minutos después, mi celular se apagó a razón de la batería.

Me quedé un momento viendo hacia la puerta sólo pensando si mi amigo estaría ya despierto. Levemente, se escuchaban sus tosidos, pero parecían venir de la sala o la cocina. Yo estaba un poco inquieto. Aún tenía sueño, pero también sabía que debía ir a trabajar y eso no me tenía del todo a gusto. Miraba mi ropa tirada en el piso y pensaba si levantarme o no. Mi mental, pero sobre todo mi inquietud física, despertaron a C quien me sonrió aún con los ojos cerrados. Para cuando despertamos, él miraba hacia la pared y yo al otro lado, pero me volvió a abrazar y a tener en sus brazos con sus labios ahora rente a los míos

- Buenos días. – susurró.

- Hola. Buenos días. – era gracioso, pero nuestro aliento era horrible. Era una mezcla de resaca, mal aliento de la mañana, y todavía un residuo de vodka o no sé qué botella era.

Relato - ChispasWhere stories live. Discover now