II.

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El sol le quemaba la piel, pero era una sensación placentera, la última sensación humana que verdaderamente disfrutaba, porque el hambre y la sed, eran tormentos y le recordaban constantemente a todo lo que había renunciado por vanidad, el mero capricho de un joven cuya solvencia dependía de su rostro. Hyungwon estaba en otro lugar, no a la orilla del mar donde sus pies se enterraban en la arena y las olas rompían contra sus piernas como si chocarán con el mármol. No, Hyungwon estaba escuchando la risa de un niño, que corría desesperado cuando se alejaba una ola en busca de conchas y trozos de coral para luego regresar a la orilla y colgarse de las piernas de Hyungwon porque así era Hoseok, impulsivo y temeroso al mismo tiempo, con su cabello revuelto y los pantalones escurriendo no aparentaba los catorce años que tenía.

—Won, ya tengo hambre.

El aludido rió, porque era típico de Hoseok tener hambre siempre, y a pesar de que le había dicho millones de veces que comiera antes de salir a jugar nunca obedecía.

—Vamos.

El chico le tomó de la mano e intentó echar a correr como si estuviera robándose algo. Hyungwon le siguió, por el simple hecho de seguirle la corriente y escuchar esa risa escandalosa y tierna de Hoseok.

Para Hyungwon, Hoseok era el universo y no existía nada más sagrado que su bienestar y felicidad, pero pasaron los años y Hoseok creció. Un adulto atractivo y carismático y con más problemas bajo la manga de los que Hyungwon alguna vez pudo imaginar.

Hoseok nunca preguntó por el estado físico imperturbable de Hyungwon aunque con el pasar de los años, la distancia y la duda en los ojos de Hoseok era cuestión de tiempo para que la burbuja de felicidad que Hyungwon creó para ambos reventara.

El vampiro se mantenía en constante movimiento, no quedándose en el mismo lugar más que un par de años pero siempre volviendo a aquella playa donde Hoseok le esperaba, porque era su hogar y Hyungwon era todo lo que Hoseok tenía. Hasta que ya no lo fue.

Hoseok, acostumbrado a meterse en problemas cuando Hyungwon no estaba para cuidarlo, decidió que ya tenía edad suficiente para valerse por sí mismo y si Hyungwon se retrasaba en su llegada fue porque había decidido lo mismo. Quizá fue el capricho de Hoseok al no obtener respuesta a su suplica por acompañar al vampiro en aquella ocasión. Tal vez fue en venganza porque Hyungwon tardaba cada vez más en volver con él y se estaba cansando de no saber todo, de conocer a Hyungwon a medias, de no poder ser parte de la vida que Hyungwon llevaba lejos de él.

Por que lo que Hyungwon consideraba una protección para Hoseok, él lo consideraba una traición. ¿Para eso lo había salvado, para dejarle por su cuenta apenas tuvo edad? ¿Por qué Hyungwon no le contaba nada? ¿Acaso no era digno?

Hyungwon se arrepintió por siglos de aquella decisión, dejar en la ignorancia a quien dependía de él fue su mayor equivocación. El recuerdo perforó en el centro de su alma, Hoseok no era más que un chico con aires de adulto caprichoso, pero la traición en la última mirada que le dedicó calaba en cada uno de sus huesos.

¿Quién podría decir cuál de ellos fue el traidor, cuál de ellos el traicionado?

La noche en la que huyó del único hogar en el que sintió genuina felicidad, Hoseok le miró de lejos, sus ojos oscuros brillaban en una mar de emociones tan profundo como al que se había lanzado para huir de la multitud que le perseguía, a sus espaldas dejaba una casa en llamas y un corazón hecho cenizas. Jamás regresó a esa playa y jamás supo qué fue de Hoseok.

La Cueva del Vampiro (2Won) MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora