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DUDA

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DUDA

La mansión Hardford gozaba de un estilo clásico y elegante, había sido construida a inicios de los años 50 y, aún hoy en día seguía conservando esa esencia victoriana, a pesar de las múltiples remodelaciones.

El comedor constaba con una gran mesa de madera oscura y sus grandes ventanales mostraban el cuidado jardín que tenían, a ella le gustaba el jardín, pero lo sentía demasiado perfecto, le faltaba la naturaleza salvaje del bosque silvestre, aún así, era bello. Además de que desde aquella vez siempre que lo miraba recordaba la cercanía de Roth, la calidez de su aliento y lo poderosa que la hacía sentir, tener control sobre ese deseo que él le tenía.

Volviendo la atención a su realidad, devolvió una sonrisa educada, al hombre de remarcadas facciones que se encontraba frente a ella.

—Mi padre le envía saludos, Señor Hardford—pronunció con un leve acento italiano—. Se encuentra en Suecia pero pronto regresará, él también desea conversar con usted.

El señor Phillip Hardford bebió de la copa de vino con una mueca severa, miraba a su hijo mayor como si quisiera atravesarlo y Roth estaba del otro lado, mirándola de vez en cuando con una sonrisa traviesa—que la ponía paranoica—, por dentro era un desastre, por fuera parecía cómoda y segura.

—Hugo es hombre ocupado—respondió con voz grave el señor Hardford —, aún así, lleva posponiendo nuestra reunión por cinco meses, querida. Esta colmando mi paciencia.

Valentina se disculpó por su padre.

Lloyd otra vez había metido las manos debajo de su vestido.

Roth sonreía coqueto a la mucama que había servido su plato.

Y el señor Hardford mostraba su evidente enojo, por el plantón del que era víctima.

Detestaba a su padre en ese momento, detestaba que Roth fuera coqueto de naturaleza y le causaba repulsión la mano intrusa acariciando su piel.

—Padre—hablo Roth—, deja de hablarse así, es nuestra invitada. Además de que se casará con tu hijo predilecto, ¿No querrás asustarla, verdad? Al menos deberías esperar hasta después de la boda.

El señor Hardford miró con desdén a su hijo, apretó los puños por encima de la mesa y habló entre dientes:

—Este asunto no es de tu incumbencia, Ronald.

Roth hizo un gesto que demostraba lo mucho que repudiaba ese nombre, su padre ignorándolo se dirigió a Lloyd.

—¿Como te fue con los Grayson? ¿Que dijeron sobre tu compromiso? Por cierto, quería avisarles que las invitaciones para la fiesta de su compromiso serán entregadas en estos días.

La joven masticó con tortuosa lentitud la comida de su boca, casi escupe toda la comida al escucharlo decir eso. El hecho de que toda la Élite sabría que ellos serían unidos en sagrado matrimonio, la asfixiaba. Se sentía atrapada, cada vez más angustiada, ese día se acercaba. El día en que no volvería a ser libre jamás.

Inocencia perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora