Prólogo

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Deseo. La palabra prohibido está atado a este como un metal a un iman.

Es inevitable no sentir tentación hacia lo que no se puede tener. Lo que no se puede tocar pero sí admirar desde lo lejos.

Así miraba el joven de cabello rubio platinado a la prometida de su hermano mayor: con deseo, lujuria. En su mente no dejaban de pasar miles de imágenes para nada inocentes con ella como su protagonista. Siempre había sido así, desde que los presentaron.

Valentina Fossati era una mujer tan bella e inocente. En su mirada dorada, aquellos ojos del color del oro lo dejaban sin habla. Con solo verlos podías notar su inocencia e ingenuidad. Su cabello negro azulado estaba perfectamente ondulado y le caía sutilmente hasta la parte baja de su espalda de la cual tenía una excelente vista ya que el vestido que llevaba en aquella ocasión tenía un escote pronunciado en toda la espalda. Una espalda delicada donde podías apreciar su piel aterciopelada y blanquecina. Se la veía majestuosa allí sentada observando detenidamente a su prometido, el cual estaba bailando con otra chica.

Lo que era normal ya que no tenía respeto alguno por Valentina.

Si ella fuera de él no se despegaría nunca de ella, ni de su piel de porcelana, de sus labios rojos y bien definidos, ni de sus mirada dorada, ni de ese cuerpo esbelto.

Valentina Fossati era su más grande anhelación, un espectáculo para sus ojos. Como si nunca se cansara de de mirarla, de sus manías, de como bebía la copa de vino tinto. Como su mirada pasaba por todo el salón esforzándose por no  mirar demasiado a su prometido.

Era solo cuestión de tiempo para que la joven se dé cuenta de la mirada para nada sutil del muchacho y cuando lo hizo, cuando sus ojos dorados se fijaron en los grises y gélidos de él, el infierno se desató.

Ella solo le sonrió, una sonrisa para disimular el sonrojo que empezaba a formarse en sus lindas mejillas. Ella lo había notado, aquella mirada llena de lujuria del muchacho.

Él solo pudo pensar en las miles de cosas que quería hacerle en ese mismo instante, ese sonrojo solo había provocado que su amigo empezara a despertarse.

Le dedico una de sus típicas sonrisas ladinas esas que escondían las miles de cochinadas que pasaban por su cabeza, pero al mismo tiempo, te dejaba ver el pequeño toque de picardía detrás de ella.

Su sonrojo se pronunció aún más en sus mejillas y pequeña nariz.

Roth había llegado a su límite, no podía solo simplemente quedarse a observarla por lo que con toda la confianza que siempre lo caracterizaba se dirigió hacia ella, su caminar lleno de elegancia y su mirada fija en ella, aquellos ojos grises cubiertos y cegados por deseo contra unos dorados llenos de pura inocencia.

Estaba decidido a probar de la pureza de aquel ángel.

Se prometió eso en aquel instante.

Inocencia perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora