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Dolor.
Ira.
Enojo.
Sensación de venganza.
Los llantos y gritos, siendo consolada por alguien, diciéndole que no era el fin del mundo. Resaca ante el fuerte dolor de cabeza palpitante por tomar sin parar hasta desmayarse, tal vez hasta drogarse. Disparos, gritos de dolor agonizantes, suplicando por sus vidas. Patrullas a máxima velocidad persiguiendo un auto con disparos.
Una persona en una bañera, llorando mientras intentaba quitarse la sangre que la cubría a pies a cabezas. Aquella persona se había perdido a si misma, y no había nada que pudieran hacer para ayudarla. Sus ojos eran azules con un toque gris. Estaban rotos.
Carrie se sentó de golpe al despertar de su rara pesadilla, su corazón latía con demasiada fuerza sorprendente que sentía que se le iba a salir de su pecho en cualquier instante si eso fuese posible, las lágrimas mojando sus mejillas, haciéndola sentir débil. Cerró los ojos con fuerza, permitiéndo que las lágrimas que tenía guardadas salieran por fin a la luz.
Luther la había traído a la Academia y la había cargado en sus brazos cuando Carrie no estaba en sus seis sentidos para salir del auto, acostándola en la cama de su habitación, quedándose con ella hasta que durmiera cuando no soltó su mano al tener miedo de quedarse sola.
