-Mierda. Mierda, mierda, MIERDA.
Mike iba a llegar tarde. A pesar de no haber dormido en toda la noche y haber tenido todo el tiempo del mundo, iba a llegar tarde. Cogió rápidamente las llaves de su casa y se marchó corriendo hacia la comisaría. Como no tenía su moto, esa era su única opción. Sabía que cuando llegase sus pintas no iban a ser las mejores, pero era mejor eso que ser detenido.
Cuando entró en comisaría jadeante, no vio a Conway por ningún sitio. Así que paró a un agente.
-Perdona. Conway me dijo que viniese aquí hoy-indicó aún con la voz agitada por correr.
-Ah, te está esperando. Sube las escaleras que hay al fondo y es la primera puerta a la derecha. Por cierto, no te aconsejo llamarle Conway...
Mike asintió y siguió el camino que le había dicho el agente. Antes de entrar, llamó a la puerta.
-¡Quién coño es ostia!¡Ya os he dicho que estoy ocupado!- se oyó a través de la puerta.
A Mike esos gritos no le atemorizaban en absoluto. Más bien le hacían gracia, pero entró con la cara más seria que pudo ya que no quería seguir metiéndose en problemas.
-Me dijiste que viniese hoy aquí- dijo Mike tras abrir la puerta.
-Ah eres tú. Llegas tarde mariconetti. Pasa y cierra la puñetera puerta.
Mike obedeció.
-Tengo un trato para ti.- continuó Conway- Quiero que trabajes para la policía.
Mike se sorprendió. ¿Después de haber accedido ilegalmente a los archivos, quería que trabajase para la policía? ¿Y de qué? Aunque es verdad que le encantaban las peleas y que seguro que era un trabajo mucho más emocionante que el anterior. Pero, a excepción de que había entrenado taekwondo durante años, él no sabía nada en comparación a los otros agentes. No sabía disparar, no sabía las leyes ni los procedimientos... ¿En qué coño pensaba Conway?
-¿Cómo quieres que trabaje para ti?
-Ya que eres tan listo como para hackear nuestros archivos, nos servirás para rastrear las operaciones en la dark web. Seguro que estás familiarizada con ella, ¿verdad que sí, muñeca?
En seguida a Mike se le vino a la cabeza los tiempos en los que se manejaba por el mercado negro, y cómo había acabado en una amenaza en su familia.
-¿Y qué pasa si lo rechazo?-no quería que nada de eso se volviese a repetir.
-Muy simple. Te detengo por acceso ilegal a archivos de agentes de la ley-
-No tiene pruebas para inculparme.
-A ver si te vas enterando de que no las necesito, MARICONA.
Al Superintendente le sacaba de los nervios que la gente pusiese en duda su palabra. Aunque la conversación con el chaval que apenas había conocido hace un día y medio le divertía e incluso le gustaba.
Mike pensó en sus opciones. Si le encerraban, no sería por mucho tiempo. Y además no se tendría que preocupar de llegar a fin de mes. Pero ansiaba la libertad, y ya estaba harto de la rutina. Además, formar parte del cuerpo le ponía en una situación cuanto menos ventajosa.
-Imagino que se me pagará- supuso Mike.
-Sólo si haces bien tu trabajo. Ya me encargaré yo de tu paga.-durante un nanosegundo una escena recorrío su mente pero la rechazó; no era momento de pensar en cosas indebidas- Y por cierto, si decides aceptar el trato, será mejor que no vuelvas a presentarte así a comisaría- comentó mientras levantaba la cabeza señalando su ropa.
Mike se acordó entonces de cómo había llegado corriendo y se dio cuenta de que su ropa seguía sudada, avergonzándose.
-De acuerdo. Acepto el trato.
-Bien entonces, empezarás desde ya mismo-dijo levantándose de su silla-Acompáñame.
Conway guió a Mike por el pasillo de la planta de arriba hasta otra puerta que estaba abierta. Dentro había cuatro mesas, una pizarra en la pared opuesta a la entrada y un gran cristal que dejaba ver la calle unos metros abajo.
-Este es Ivanov. A partir de ahora le obedeces a él, y no te aconsejaría rebelarte ante su palabra. Trabajarás para nosotros, pero sigues siendo un delincuente hasta que yo diga lo contrario. ¿Entiendes maricona?
Mike afirmó con la cabeza. Conway lo había visto perfectamente, pero aún así gritó:
-¡He dicho que si lo entiendes, maricona!
-Sí, super...intendente.
-Así me gusta putita, obediente. Ivanov revisará tus movimientos todo el día, así que mejor no se te ocurra hacer algo de lo que te vayas a arrepentir.
Conway se marchó mientras recordaba esa mirada de ojos verdes de Mike. Le encantaba controlarle. Bueno, en realidad le gustaba mandar a todo el mundo, pero ver cómo ese niñato le obedecía era otro nivel.
Durante el resto del día, Ivanov explicó a Mike las múltiples operaciones que llevaban a cabo, y sus objetivos a corto plazo. Mike no había encontrado mucha dificultad en realizar todo lo que le mandaba Ivanov, lo que asombró a éste último, pues era un trabajo que otros no habían conseguido en meses. Conway tenía razón en darle este trabajo, pero aún así el ayudante del Superintendente encontraba raro que sin apenas premeditación hubiese dejado unirse a un crío como ese que probablemente estaba metido en alguna mafia y que les podría traicionar de un momento a otro.
Al terminar el día, Mike salió por fin de comisaría para volver, esta vez andando, a casa (ya sabía el camino, y aunque estuviese a 1 hora no le parecía mala idea dar un paseo nocturno). Cuando ya había avanzado un buen tramo, un coche paró junto a él.
-¿Quieres que te lleve, muñeca?
Era Conway. Por alguna razón a Mike le parecía que ese hombre era bipolar. Debía estar loco o algo por el estilo, pero al parecer le había ido muy bien.
-Gracias-contestó Mike mientras subía al coche.
Notó cómo la suave colonia que usaba Conway llegaba a su nariz, y se puso a observarlo detenidamente mientras éste conducía. Recordaba cómo eran los ojos bajo esas gafas de sol, e imaginaba cómo sería su pelo al tacto. Y cómo sería besar esos labios... ¿QUÉ? No sabía cómo había llegado a ese pensamiento, pero lo quitó de su cabeza rápidamente mientras se asqueaba a si mismo y cambiaba la mirada a la ventana.
-¿Ya has dejado de admirarme?
Mike se sorprendió. ¿Cómo podía ser posible que ese hombre se diese cuenta de todo?
-No lo hacía.
-Sí lo hacías, puta maricona.
En el fondo, Conway había disfrutado aquella mirada curiosa, y sonreía travieso para sus adentros. Y se dio cuenta de que ese chaval comenzaba a gustarle.
Cuando llegaron, Mike bajó bajo la mirada de Conway, quién no pudo evitar fijarse en su trasero marcado por esos pantalones. "¿Qué te pasa Conway? Céntrate joder", se dijo para sí mismo.
-Te veré mañana, mariconetti.
-Adiós, superverga ardiente.-¿Qué cojones?¿Por qué mierda había soltado ese nombre? Se le había ocurrido durante el viaje del coche pero no tenía ninguna intención de decirlo. Solo esperaba que Conway no se hubiese dado cuenta.
-¿Cómo cojones me has llamado puta? COJONES.
-Superintendente, señor.
-Eso esperaba.
Conway odiaba que no le llamasen bien por su rango, pero tenía que admitir que casi se le escapa una carcajada al oír el nombre tan ingenioso que le había dicho. Ya le castigaría al día siguiente, y quizás haría honor a ese nuevo nombre.
ESTÁS LEYENDO
Código 10-29
Romance-Alerta, tenemos un 10-29. Repito, tenemos un 10-29. -Disculpe, superintedente, pero ¿qué codigo es ese? -Es un "me estoy enamorando", gilipollas.