Volviendo a casa

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Mike salió de la comisaría aún adolorido por los ya incontables golpes en la cabeza y por las marcas de los grilletes en las muñecas.

A decir verdad, además de todo el lío tan surrealista en el que se había metido, no sabía el camino a su casa, y por supuesto su moto estaba desaparecida. Tenía apenas unas monedas que le servirían para el bus pero aún era demasiado pronto por la mañana y el horario de buses no comenzaba hasta una hora y media después. Decidió sentarse en el banco de fuera de comisaría y esperar mientras observaba el cielo, que comenzaba a estar salpicado de tonos rojizos en el horizonte.

Pensó en si contarle todo lo ocurrido a sus padres, pero enseguida rechazó la idea. Intentó entender el por qué del secuestro, pero fue en vano. Y por último, su mente lo llevó a pensar en el Superintendente. Debía reconocer que era apuesto, y que pese a ya no ser más un joven conservaba un sex appeal bastante notable y característico. Su mirada era penetrante y firme, incluso se estremecía un poco cuando pensaba en esos profundos ojos negros. Su voz grave... Y cómo le había susurrado al oído. Su respiración calmada y su olor a colonia no muy marcado pero reconocible. Repasó toda la conversación, y admitió para si mismo que a pesar de los golpes se había divertido cuando se rebelaba contra él.

No sabe cuánto tiempo pasó, aunque no el suficiente para que llegara el bus, cuando vio al Superintendente salir de la comisaría.

Conway había salido para fumarse un cigarro y tomar el aire. Estaba apunto de terminar el papeleo procedente y después volvería a casa. Tenía la suerte de que era su día libre y que en cuanto terminase podría descansar. O al menos intentarlo como todas las anteriores veces. Recordó como ya no podía dormir bien nunca, con pesadillas que se repetían, siendo rara la vez que dormía una noche entera sin despertarse.

Pero antes de sacar su cigarrillo, vio a Mike. Los moratones comenzaban a asomarse en su cara por los golpes que le había dado. Por un segundo pensó que se había pasado, pero después recordó lo subidito que había estado el chaval durante toda la interrogación y se le pasó. Sin embargo, no sabía por qué seguía allí, y se acercó a preguntárselo.
-¿No te dije que te fueras?
-Estoy esperando al bus. No se si te has dado cuenta de que no tengo mi moto.-respondió Mike, y suspiró para si mismo-subnormal.
-Gilipollas te he oído.-contestó Conway poniendo los ojos en blanco- ¿Por dónde vives?
-Se supone que ya lo sabe.-suspiró- Al norte de la ciudad, pero no muy lejos del centro.
-Bueno, muñeca, tienes suerte de que en cuanto termine un par de cosas me acercaré por allí, y como me pillas con los cojones católicos te puedo acercar.

Mike se sorprendió de ese acto amable del Superintendente, pero se alegró bastante. Estaba cansado y por primera vez en mucho tiempo tenía ganas de volver a casa. Recordó brevemente su vida en los últimos meses, y por primera vez se dio cuenta de que no podía seguir así, costase lo que costase.

En el fondo, Conway, aún desconfiando de Mike, no pudo evitar compadecerse de él, y aprovechando que vivía cerca le llevaría a casa. En 15 minutos terminó lo que tenía que hacer, se despidió de Ivanov y salió al parking, donde su precioso y elegante coche negro le esperaba. Cuando giró por delante de la comisaría paró delante de Mike, haciéndole un gesto para que subiese.

Tras un rato de silencio, Mike decidió hablar:
-No me esperaba que me fuera a llevar.
-Di una palabra más sobre ello y te bajo del coche. Además, así te tengo más controlado y no te vuelven a "secuestrar" mariconetti.
-Siempre a la defensiva por lo que veo.
Conway no respondió al comentario. Habían pasado cinco minutos cuando Conway preguntó:
-¿Por aquí?
-Si a la derecha y ya estamos.-por fin Mike estaba apunto de regresar a su ahora tan anhelado piso. Conway paró en su portal-Gracias. Por cierto, ¿qué tiene que hacer por aquí?¿Vive cerca?
-No es nada de tu incumbencia. Cierra la puerta de una puta vez muñeca.

Mike obedeció por una vez y observó cómo el coche del Superintendente se alejaba. Subió a su piso, y nada más después de darse una ducha y quedarse en calzoncillos se tiró sobre la cama y cayó en los brazos de Morfeo.

Código 10-29Donde viven las historias. Descúbrelo ahora