Uno

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Eras todo Oliver, no puedo engañarnos. 

El terapeuta no me atiende, cuando llamo el tono de espera suena y suena, suena Invierno de Vivaldi una y otra vez, lo que quiere decir que no hay nadie en el consultorio. Estamos en época de vacaciones.

Si me pongo a pensarlo, no puedo enumerar las cosas que dejé por él. Yo no tenía familia en América, a penas y tenía unos cuantos amigos y cuando me fui con Oliver iría a formar una familia con uno de mis mejores amigos. En Sheffield surgió un nuevo yo junto con él.

Supongo que me absorbió hasta el punto de olvidarme de quien era.

Ahora estaba solo, con él pero solo.
Terminé acostado una vez más, de espaldas observando el ventanal con una  hasta quedarme dormido.

Fue por la madrugada que sentí unos brazos cálidos envolver mi cuerpo y un aroma a alcohol inundar mis sentidos. Un peso sobre mi nunca y un sollozo a penas audible sobre mi oído.

—Te extraño. —escuché a Oliver susurrando.

Mi corazón dio un vuelco y abrí mis ojos de inmediato poniendo mis manos sobre la suya que estaba sobre mi pecho.

—Oli... —a penas pude articular y sentí como me tomaba del brazo, algo torpe, intentando hacerme voltear. Y yo lo hice, quedamos cara a cara y él se veía realmente perjudicado aunque a penas ingresaba la luz a la habitación, veía sus ojos entrecerrados y brillantes y su boca entreabierta por lo ido de su cuerpo.

—Te extraño mucho, tanto que duele... —hablaba al borde de las lágrimas arrastrando sus palabras, su ceño se había fruncido lastimeramente y su labio inferior formaba un pequeño puchero mientras sus palabras se entrecortaban ante su tono ligeramente tembloroso.

—Si me extrañas, ¿por qué no me hablas? —dije en voz baja y puse mi mano derecha sobre su mejilla.

El puso su mano sobre la mía y cerró sus ojos dejando caer aquellas lágrimas retenidas.
—Dios mío, te extraño tanto. Intento aceptar que las cosas cambian con el tiempo pero no puedo pero yo no te estoy dejando de lado, amor. Yo nunca te dejaría de lado.

En ese momento sentí mi corazón doler. Mi esposo estaba sufriendo y no entendía porqué.
—¿Pero por qué cambian?, ¿si nos amamos qué es lo difícil? —intentaba mantener la calma pero mi voz también comenzó a salir temblorosa. Los nervios en mi estómago me revolvían todo, y mis ojos ardían por el dolor que empatizaba.

—Lo difícil es tenerte lejos. Quisiera estar todo el tiempo con vos, quisiera verte a la cara y decirte que te amo... Y no poder hacerlo me duele. Y tengo miedo de esto justamente. —respondió abriendo sus ojos y su cuerpo tembló ligeramente al conectar su mirada con la mía.

—¿A qué te refieres?

—Tengo miedo que pienses que te olvido.

Negué de inmediato con mi cabeza.
—Basta, me tienes. Me tienes por siempre, Oliver.

Oliver se acercó y besó mis labios. Y fue muy triste porque sus besos eran tan débiles que a penas los sentía. Mi esposo estaba desecho por el alcohol.

—Te tengo por siempre. Dime que vamos a amarnos por siempre. —murmuró.

—Nuestro amor vivirá por siempre, Oli. —susurré formando una pequeña sonrisa para darle ánimos aunque realmente costaba formar esa expresión.

En ese momento un relámpago iluminó toda la habitación mientras nos mirabamos a la cara. Él me miraba fijo parecía querer tener algo más para decir pero su mirada bajó a mis labios. Y yo ansioso por el reencuentro me acerqué para besarlo, uní sus labios con los míos y el correspondió abrazándome una vez más.

Y por un momento sentí que tan sólo con eso él podría reparar todo el daño que había en mí, porque sólo su tacto podía llenarme, porque cuando eliges ser uno con otro, si te falta, entonces te estás faltando pero él y yo nunca hemos de faltarnos. A donde vaya yo juro que lo llevo conmigo.

amantes de días nubladosWhere stories live. Discover now