Cuatro: No pasa nada.

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Estaba viviendo una hermosa historia de amor.

Sentía que mi corazón explotaria en cualquier momento. Estaba tan feliz que raramente dejaba de sonreir o de tararear estupidas canciones de amor durante todo el día.

Habían pasado cuatro meses desde que Mathías me besó aquella noche y habian sido los mejores meses de mi vida. Era realmente increíble cómo una persona podía hacerme sentir tanto en tan poco tiempo, aún no podía creer que ese hombre tan especial haya puesto su atención en mí. Era una puta locura, pero una muy buena.

Mathías era -según mi propia definición- el hombre perfecto. Me cuidaba como nadie, se preocupaba por mí, me entendia y me apoyaba. Estar con él era como sentirse protegida por un ángel; sabía que nada malo me pasaria mientras Mathías estuviera rondando en mi vida. Planeaba conservarlo conmigo durante mucho tiempo, la simple idea de estar alejada de él hacia que mi corazón se rompiera.

Él era todo lo que había soñado.

Hoy era un día importante ya que presentaria a mis amigos con mi novio. Mentiria si dijera que no me sentía nerviosa con respecto a ese encuentro, pero todo se debia a que mis amigos aún estaban dejando la etapa de la adolescencia -como yo- y podrían llegar a ser algo inmaduros algúnas veces. No quería que se sintiera incómodo o fuera de lugar así que estaba rezandole a todos los santos de los cúales tenía conocimiento, para que todo saliera según lo planeado.

Iriamos a una pequeña reunión en casa de Luisa y faltaba media hora para que Mathías me pasara a recoger en la esquina de la calle dónde se encontraba mi casa.

Mi madre aún no sabía de mi relación, no había encontrado todavía el momento adecuado para contarle y admito que he estado retrasando esa conversación ya que estoy muy segura de que lanzaria un grito al cielo cúando se enterara que su única hija que aún era menor de edad, estaba saliendo con un hombre seis años mayor. Ya podía verle la vena en su frente palpitando por el enojo y realmente no quería enfrentarme a su furia, aún no.

Ya estaba lista y solo estaba esperando que el reloj dieran las siete y media para poder salir de la casa. Gracias a Dios mi mamá estaba dormida, así no tendría que darle mayores explicaciones; ya sabía que estaria en casa de Luisa y que pasaria la noche con ella.

Retoqué mi brillo labial, me dí una rápida ojeada al espejo para ver si todo estaba bien con mi atuendo. Había elegido un lindo conjunto el cúal consistia en una blusa manga larga negra con algunos toques de brillo en los hombros junto con una falda del mismo color que me llegaba un dedo más arriba de las rodillas y unas lindas sandalias blancas adornaban mis pies. Esperaba que a mi novio le encantara mi atuendo, lo escogí pensando en como me sonreiria al verme tan arreglada para él.

Tomé un lapiz junto con un pedazo de papel y le escribí una pequeña nota a mamá avisandole que ya me había ido, tomé mi bolso y finalmente salí de mi casa.

Ya era de noche y la oscuridad se había posado sobre la ciudad, aún habia gente circulando y los faroles iluminaban tenuemente la calle. Sostuve fuertemente mi bolso y soltando un suspiro, me dirigí a la esquina donde ya se encontraba mi hermoso novio.

Mathías esperaba afuera de su auto, se encontraba de brazos cruzados, estaba fumandose un cigarrillo y aunque me disgustaba ese habito suyo, debia de admitir que se veía bastante caliente cuando lo hacia.

Estaba muy emocionada de verlo así que empecé a correr hacia él hasta lanzarme efusivamente hacia sus brazos y llenarle la cara de besos.

-Veo que alguien está muy emocionada de verme.- bromeó dandome un fugaz beso.

-Lo siento, fueron tres largos días sin ti.- coloqué mis manos en su cuello y mis labios se fruncieron en un puchero.-. Te extrañé.

-Yo támbien te extrañé amor, pero ya estoy aquí.- me sonrió ampliamente para después bajar su labios hasta los mios y darme un profundo y humedo beso que puso mi mente a dar vueltas.

Un ángel atrapado en la cueva del diablo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora