Seis: Golpe #1

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Habían pasado nueve meses desde que Mathías y yo habíamos hecho oficial nuestra relación y la felicidad junto con el amor, no cabían en mi pecho.

Sentía que estaba flotando sobre alguna nube de algodón de azúcar. Mi buen humor tenía nombre y apellido: Mathías Sandoval. Mi principe me tenía viviendo una exclusiva historia epica de amor.

Estabamos por cumplir un año de relación y habíamos decidido que ya era hora de decirles a mis padres de lo nuestro. Mañana sería mi cumpleaños número dieciocho y mi madre quería celebrarlo con una pequeña cena junto a mis amigos y familiares más cercanos. Mathías estaba de acuerdo con que mañana también fuera el día en que le dijeramos de nosotros a mi familia, decir que estaba nerviosa por eso era un eufemismo. Mi ansiedad estaba haciendo estragos en mi cuerpo y mi cabeza estaba sobrecalentada de tanto pensar.

No sabía como tomarian mis papás la noticia sobre mi relación y si Mathías les caeria bien o no. Estaba segura de que mi madre pondria miles de peros y alegaria que aún estaba muy joven como para enamorarme. Querían que aceptaran a mi novio y se alegraran por mi y por el hecho de que tuviera a un increible hombre a mi lado.

Mi novio había sido un gran apoyo para mí. Cada vez que sobreanalizaba la situación en la que nos meteriamos dentro de poco, él se aseguraba de hacerme entender con besos y mimos  que nada malo sucederia y que mis padres tomarian bien la noticia, yo solo asentía y le sonreia en respuesta, zanjando el tema; pero eso no evitaba que mis nervios siguieran en mi cuerpo.

Ya eran pasadas las once de la noche. Me aseguré que mi madre estuviera durmiendo en su habitación y con pasos ligeros me dirigí a la puerta de la casa. Mathías había dicho que pasaria a esta hora por mi casa para pasar un rato conmigo asi que debía esperarlo en la entrada para que pudieramos escabullirnos a mi habitación.

Un suspiro de alivio salió de mis labios cuando vi a mi novio caminar entre la oscura calle. Iba vestido con unos comodos pantalones junto con una de sus infaltables camisas de cuadros, se veía sexy.

Una sonrisa ladeada zurcó sus labios al verme. Se situó frente las blancas rejas que rodeaban mi casa; más temprano me había asegurado que estuviera abierta así que no le fue difícil entrar.

Al tenerne frente a frente, sus brazos se envolvieron alrededor de mí y me apretó contra su pecho, sonreí con emoción ante el acto. Mathías se separó un poco y no perdió el tiempo para fundir sus labios con los mios. Mi mente inmediatamente se quedó en blanco y mi corazón hizo cosas locas en mi pecho.

Amaba la forma en que me besaba, me hacia sentir protegida y amada con un simple roce de sus labios, me encantaba como mi mente se apagaba en esos momentos y en lo único en lo que podía pensar era en el increible hombre que estaba tomando todo de mí.

Cuando nos hizo falta el aire, al fin nos separamos. Sus lindos ojos café se habían convertido en un pozo negro de deseo, su pecho subia y bajaba y sus labios estaban algo inflamados, me encantó saber que yo era la causante de su estado. Me hacía sentir poderosa.

—Hola.— Murmuró. Pasó una de sus manos por mis mejillas y la acuno. Su tacto generó chispas que se deslizaron a través de la piel y una tonta sonrisa apareció en mi rostro.

—Hola.— Susurré con aún mi mirada anclada en la suya.

Mathías se rió por lo bajo y se separó un poco más de mí.

—Deberiamos de entrar, está haciendo algo de frio y no quiero que te enfermes.

—Si, pasa.— Lo tomé de la mano y juntos nos adentramos a mi casa.

Las luces estaban apagadas y la estancia estaba unicamente iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de las ventanas. Nuestros pasos se escuchaban y mis nervios empezaron a aparecer, si mi madre nos veía ese seria mi fin así que me giré hacia Mathías para darle una señal de silencio llevando mi dedo indice a mis labios, él captó el mensaje y caminó ligeramente a través de la sala.

Un ángel atrapado en la cueva del diablo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora