capítulo 5

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Narra : Stiles

Me mantuve ocupado durante la semana haciendo algunos recados en el pueblo. Comía en la misma cafetería y por la noche volvía a la mansión.

Este día era a la primera noche en la que no llovía, lo cual era un milagro.

Decidí continuar con la limpieza de la casa, al ser una casa enorme la limpieza era más. La cocina y la sala habían quedado bastante bien. Ahora me faltaban los dos últimos pisos y el sótano.

Y tenía la esperanza de que el trabajo físico me brindara una noche pacífica, sin sueños ni sobresaltos.

Baje hasta el sótano, con escoba y aspiradora en mano. Era la primera vez que entraba en el lugar; el abogado no lo había incluido en el recorrido. En cuanto abrí la puertilla del ascensor de estilo victoriano que la casa incluía, una poderosa sensación me embargó.

Inmediatamente caí de rodillas al piso, sin entender por qué. Me faltaba el aire, y me dolía el pecho.

—Es solo un ataque de pánico —me dije a mi mismo, mientras todo mi cuerpo temblaba en el piso.  Había tenido varios en mi vida. Me concentré en respirar hondo, en controlar mi respiración mientras el sudor frío cubría todo mi cuerpo. Al cabo de unos minutos, logré tranquilizarme.

Subí hasta mi dormitorio, convencido de empezar la limpieza del sótano otro día.

Me recosté en la cama y tomé unas profundas bocanadas de aire.

Hasta que me di cuenta que no estaba sólo.

Me incorporé en la cama con un movimiento violento, y él estaba allí, parado frente a mí. Mi respiración se agitó de nuevo, pero no sentía miedo. Sentia rabia, coraje, decepción.

Estaba vestido con el traje de terciopelo oscuro de siempre, tan oscuro como sus cabellos. En su mejilla se asomaba la línea roja que marcaba su piel. Y sus ojos me admiraban, embargados por la tristeza.

—Stiles —me dijo.

Esto no era un sueño.

sabía que no iba a hacerme daño. No sabía cómo, simplemente lo sabía en el fondo de mi ser. —¿pensabas alguna vez decime la verdad?


Mi propia pregunta me aterró; no sabía que me había impulsado a decir aquello, pero necesitaba saberlo. El hombre pareció estremecerse por mi interrogante. Una mueca de dolor se curvó en su boca y me sentí culpable.

—Lo lamenteo—me dijo con voz casi inaudible. —Yo no estoy muerto, pero tampoco estoy vivo. Estoy en un tortuoso estado intermedio.

No pude entender a qué se refería, pero inmediatamente recordé las palabras del contratista: "Si tienen algún asunto pendiente con los vivos…" Iba a preguntarle más al respecto, pero me interrumpió:

—¿Sabes quién soy? —dio un paso cauteloso hacia mí, la luz de la luna se filtraba en el dormitorio, moldeando su hermoso rostro masculino.

—Eres Derek Hale—le respondí sin pensarlo. Las palabras brotaban de mí con voluntad propia. Y me dolían decirlas, porque sabía quien era en verdad, y lo que había hecho.

El fantasma sonrió, y se acercó todavía más a mí. Me puse de pie para que nuestros rostros quedaran frente a frente, si bien él era unos pocos centímetros más alto que yo. Se veía tan real que me quitaba el aliento, incluso podía sentir el calor emanando de su piel.

—Sabes quien soy…. —Derek suspiró con voz ronca y llena de felicidad.

Por algún motivo, su felicidad me contagió, y mi corazón comenzó a golpear con furia contra mis costillas.

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