capitulo 7

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Final

Stiles:

Luego de casi seis meses, las remodelaciones estaban terminadas.

Aquella mañana en la cual los obreros se estaban retirando, alcé mi vista desde el jardín. La casa realmente parecía otra.

Algo de hiedra subía por la pared lateral, pero no era nada en comparación a lo que una vez había sido. Ya no había humedad en el interior, ni olor a moho.

Casi todas las cañerías habían sido
reemplazadas por otras más modernas, al igual que la cocina y la tina. Colores claros y luminosos adornaban las paredes, haciendo que cada cuarto se viera el doble de espacioso.

Ya que había conseguido empleo en la misma cafetería donde solía ir, me pude dar el lujo de cambiar todas las alfombras de a casa, además de instalar una línea telefónica. ¡Y hasta Internet! Pero a pesar de todas las modernizaciones de la Cumbre Escarlata, la casa aún conservaba ese semblante de otra época.

—Creo que este es mi mejor trabajo —el contratista suspiró, a mi lado en el jardín —¡Es increíble que sea la misma casa!

—Realmente lo es…. —le dije mientras contemplaba la mansión. Saqué la chequera de mi bolsillo, la apoyé sobre mi rodilla y comencé a escribir un cheque.

—Estará muy cómodo, teniendo esta casa solo para usted…. —dijo el hombre.

—No viviré aquí. —Le dije mientras le ofrecía el cheque —He decidido vender la Mansión y volver a la ciudad.

—¿De veras? —el contratista abrió sus ojos, sorprendido —Bueno, es su decisión. Y creo que con todas las refacciones que hemos hecho le darán un monto más que generoso por ella.

—Eso espero —dije con una sonrisa fingida mientras guardaba mi chequera en el bolsillo de mi chaqueta.

Estrechamos las manos nos despedimos y en menos de tres minutos yo estaba solo de nuevo. Crucé el umbral una vez más, y contemplé la casa desde adentro.

Suspiré, mientras permanecía de pie en la sala de estar. Realmente era un bonito lugar para vivir, pero no podía quedarme allí. Simplemente no podía.

Había demasiados recuerdos y muy dolorosos.

Tenía planeado presentar mi renuncia en la cafetería, poner la casona en venta y regresar a la ciudad el lunes. Una vez en la capital debía buscar un nuevo empleo. Era una verdadera pena, porque disfrutaba mucho trabajar en la pequeña cafetería. Pero mientras más tiempo permanecía allí, más me torturaban los recuerdos de Derek.

Derek.

Derek.

Derek.

Incluso dormir en aquel dormitorio principal era una tortura excruciante.

Noche tras noche no dejaba de recordar las caricias y besos que Derek me había brindado. Nunca nadie antes me había tocado de aquella manera, con tanta dulzura y pasión. Me preguntaba dónde estaba, si acaso podría verme o sentirme.

Pero no había tenido más noticias de él desde nuestra última noche juntos. Una parte de mi estaba reconfortada, porque sabía que finalmente Derek Hale estaba en paz, Otra parte de mí, quizás mi lado egoísta, sufría por no poder tenerlo a mi lado.

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