~ III ~

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— Entonces, ¿cómo llegaste hasta aquí?

Sé que mi tono de voz provocó esa reacción defensiva en su rostro, pero no podía creerlo y además, me constaba aceptarlo. Cruzó los brazos y suspiró.

—El día en que todo comenzó, mi hermano Tom y yo llegamos a este hotel. Nos reuniríamos por la tarde con un representante de SonE Musik para analizar los términos de un contrato laboral. Mi sueño por fin se hacía realidad, ¿sabes? Mi música tenía el potencial para sonar en la radio como el grupo que rescataría el rock de la tumba. Con todo ese pop artificial y plástico, me sentía como un héroe. Pero a eso de las cinco, vimos lo que sucedía en las noticias y no quisimos salir. Escuchamos ruido en el pasillo, gritos, aglomeraciones... gruñidos extraños. Optamos por bloquear la puerta y evitar el contacto con el exterior. Nos convertimos en espectadores, por las ventanas contemplamos cómo personas comían personas y resucitaban al paso de las horas, el ejército asesinando a esas cosas, la ciudad en caos...

No pudo continuar describiendo las escenas pero continuó.

—... A las tres semanas, hoy, escuchamos a gente dialogar en el pasillo. Creer que alguien seguía con vida nos dio esperanza, salimos y lo único que encontramos fue a esas cosas caminando hacia nosotros, no supimos qué hacer, cuando reaccionamos ya no podíamos regresar a la habitación. Nos defendimos con lo que encontramos hasta llegar al cuarto de servicio a la azotea donde un carrito nos bloqueó el camino, fue difícil pero logramos huir, entonces escuchamos voces y pedimos ayuda. Así llegamos hasta aquí.

—Entonces no sabes nada de lo que está sucediendo. No hay policías ni ejército, nada de agentes de salubridad. Los sobrevivientes están por su cuenta. El brote comenzó hace tres semanas, si es un virus, un parásito, una bacteria, la furia de los cielos; no lo sé, sólo que es algo en el cerebro de los infectados que los hace actuar así, pero tengo algo claro, una vez que te muerden, enfermas y mueres. Después de unas horas vuelves a la vida pero ya no eres tú sino un animal hambriento, insaciable, eso es lo que he notado y muchos han concluido.

— Coincide con lo que Tom y yo vimos. ¿Qué hay de los rescatistas? ¿Cómo trabajan?

— Evitando tener contacto con los infectados –respondí irónica y algo molesta-. Por medio de la radio indican dónde se realizará el siguiente rescate, todos los sobrevivientes deberán ir hasta el punto de encuentro, ellos llegan en helicóptero y te salvan. A menos que suceda algo como hoy. Por ello debemos ir por las pilas para este aparato, de otro modo, no sabremos a dónde ir.

— ¿Regresar allí abajo? –su rostro de angustia casi provoca mi ira de no ser por su disposición al tomar un cinturón y abrochárselo a la cintura.

— Antes de que el fuego derribe este edificio. Entonces, ¿qué eliges, bate de béisbol o hacha?

Esperé su respuesta, cerró sus ojos con un rastro de fastidio.

— Yo te protegeré –prometí sincera-. Si ya he sobrevivido antes...

— Promételo. Que no nos separaremos por nada.

— Lo prometo, Bill.

— Dame el bate, Espinosa.

El cinturón en nuestras caderas se encontraba casi vacío, a lo mucho algunos artículos del botiquín repartidos y el radio en mi cadera del lado derecho pero me encontraba optimista a llenarlo lo suficiente como para todo el viaje. Bill hizo un poco de calentamiento antes de abrir la puerta hacia el cuarto de servicio y yo me adelanté para abrirle paso, no sin antes recomendarle lo que siempre se ha dicho; "A la cabeza".

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⏰ Última actualización: May 08, 2020 ⏰

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EL FIN DE LOS DÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora