~ II ~

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Tragué saliva.

— Bill, espera...

— Alto ahí. ¿Cómo me encontraste? ¿Me seguiste hasta aquí?

— ¿Qué? ¡No, por supuesto que no!

Di un paso para acercarme y él retrocedió cinco más.

— No te acerques. Esto es demasiado, Espinosa.  Te veía como una chica tranquila e incluso llegué a considerar lo que sucedió como un error pero... ¡Seguirme hasta Los Ángeles! ¿Qué tramabas?, ¿otro de tus encuentros raros?, ¿una fantasía fanática?

—¿Fanática? Bill, admiro tu música pero no soy tu acosadora. Te conozco desde que llegué al vecindario, no cuando creció tu fama. Que tú lo hayas visto así fue sólo un malentendido.

—Déjame solo.

Aquellos vergonzosos días regresaron a mi mente. Es verdad que lo seguía a todas sus presentaciones pero esto sólo fue con el tiempo y mi mala reputación se debió al estar presente en el lugar y momento incorrecto, desde ahí todo cambió.

Llegamos a vivir a Palms Heihgst cuando tenía trece años, nuestra casa, sobre la Avenida Cavalier, era modesta y cálida, lo suficiente para que una familia de ascendencia latina pasara un poco desapercibida. Las primeras semanas nos adaptamos al vecindario, en su mayoría conformado por familias de estudiantes universitarios y matrimonios jóvenes, no muchos esperaban el bus para ir a la escuela, sin embargo, el chico que vivía a la vuelta de la esquina, sobre Charlotte Street, llegaba adormilado cada mañana a recargarse en el poste de la señal. Al principio no le presté atención alguna, siempre fue de personalidad distante y centrado en su mundo, recuerdo que la mayoría de las veces acostumbraba escuchar algo así como los Smiths, The Cure y Joy Division a todo volumen en esa enorme diadema de auriculares con alta potencia. A menudo cargaba una guitarra a sus espaldas, la cual, más tarde me di cuenta, usaba para sus ensayos en el garaje.

Un día, sucedió algo que me hizo percibirle de otra manera.  Estaba lloviendo a cántaros y llegué tarde a la parada del bus, con el agua resbalé antes de subir el peldaño de la acera, estaba segura que mis manos no alcanzarían a detener el golpe y pasaría un momento vergonzoso ante el chico misterioso. Pero no fue así, de inmediato me sostuvo y buscó la mirada. Ahí conocí el poder de sus ojos, rodeados de un ligero color oscuro que hacía resaltar el verde de su iris. Se quitó los audífonos y por primera vez escuché su voz: "¿te encuentras bien?", enmudecí por completo pero asentí, comentó algo sobre la lluvia y una queja hacia la escuela que no puedo recordar, después me sonrío y en ese momento me perdí.

Descubrí que me llevaba por cinco años y asistía a una escuela cercana a la mía donde se quedaba hasta el atardecer en talleres de música. Desde ese día, cada mañana me regalaba una sonrisa al verme pero yo era demasiado tímida y sólo correspondía a su saludo sin entablar más conversación. Cuando entró a la universidad me enteré que comenzaba a tocar en los bares del centro de la ciudad, asistí y entonces conocí su talento. Su actitud retadora al momento de cantar, el enfoque en su maquillaje, las cadenas en su cintura y ropa ajustada asomando los tatuajes de su abdomen en una atmósfera de luces neón con ruidos eléctricos, resultaban candentes para las hormonas de una chica que recién entraba en la adolescencia, sí, fantaseaba horas y horas con él. Pero también era agradable conmigo, después de cada presentación, lograba reconocerme entre el público e invitarme un café nocturno. Él era un chico cálido. Fueron pocas las veces que convivimos de esta manera, para él siempre fui, "Espinosa", la chica latina que esperaba el bus junto a él.

Pero pronto lo maravilloso terminó, consiguió una motocicleta y popularidad, se volvió común ver chicas en mini falda caminar frente a su garaje durante las horas de ensayo, los rumores de ser un fuckboy eran tan ardientes, que llegaron hasta mi escuela preparatoria y todas querían acostarse con él, yo no podía tenerlo en ese concepto. Su banda comenzó a tocar en sitios más peligrosos imposibilitando mi acceso a los auditorios clandestinos donde solían hacer guerra de bandas, bailes exóticos y comercio de drogas ilícitas.

EL FIN DE LOS DÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora