Capítulo 5.

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Me despierto como de costumbre con el pelo alborotado y la baba cayendo, baje a la cocina y entre a desayunar. Caley, papá y mamá ya estaban sirviendo el desayuno.

Mamá sonrió cuando me vio, —Buenos días, hijo.

—Buenos días a todos—bostece.

Caley me fulminó con la mirada—¿Por qué ayer no me dijiste  que íbamos a visitar a mi abuela?

—Lo siento, supongo que se me olvido— dije rascándome la parte posterior de la nuca.

—Apúrense para que se vallan a bañar, no quiero que se les haga tarde— dijo mamá.

Cuando termine de almorzar subí a mi habitación y me di una breve ducha. Me puse los zapatos e intenté abrocharlos.
Fue en ese momento en el que Caley decidió volver se paró en el marco de la puerta por unos segundos.
Entonces, me dió una mirada extraña.

¿Has sabía algo de nuestra nueva vecina?— pregunto desconcertada

Puse los ojos en blanco, —¿En serio, Caley?
Estoy demasiado ocupadoo como para hablar de esa chica.

Ella se encogió de hombros, —Supongo que para todo hay tiempo— suspiré—Te sugiero que le hables.

Bufé, —Escuchá— hice una pequeña pausa—Jamás le voy a hablar a esa chica ¿Entendido?

—¿Por qué?— pregunto curiosa.

—Olvídalo.

—No, ¡Dímelo!—Ella exigió.

Suspiré en derrota, —Por que me cae mal.

—Del odio al amor solo hay un paso— Caley se rió en voz alta. Hice una mueca

—¿Que mierdas acabas de decir?— dije molesto

—Creo que alguien amaneció de mal humor.

Tiré de su oreja como un niño —¿Acaso quieres que se nos haga tarde?—empezamos a movernos—Anda camina.

Bajamos de nuevo y salí, Caley iba detrás de mi sobándose la oreja.
Subimos a la camioneta de papá.

Cuando íbamos rumbo al hospital todos estaban en silencio, tal vez estaban nerviosos, mamá se veía pensativa, Caley estaba entretenida en Facebook y yo estaba pensando en mi abuela, realmente estaba nervioso, quería verla, abrazarla, quería decirlo lo mucho que me hacia falta.
Cada que nos acercamos más a ese lugar mi corazón latía más rápido, era como si el también quisiera abrazar a mi abuela.
Cuando llegamos, mis tíos y mis primas estaban afuera.

—Como está mi madre.

—Ah empeorado— contestó mi tío.

—¿Quien está con ella?

—Papá está con ella, Victoria.

Mi tío camino hasta estar justo a un lado de ella.

—¿Quieres sentarte?— pregunto en voz baja.

—No, así estoy bien— mamá le dió una sonrisa triste.

Él paso un brazo para jalarla a un abrazo lateral, —Tenemos que hablar, hermana.

Mamá dejo escapar un suspiro, —¿Que está pasando, Adams?— susurró—¿Está bien?

Esto no está bien, tengo un mal presentimiento.

Mi tío negó con la cabeza.

El rostro de mamá se contrajo en tristeza, sin decir nada mi tío le dió un abrazo. Ella enterró su cara en su cuello.

Después de un minuto de silencio mi tío hablo.

Miro hacía arriba al cielo —Los doctores han dicho que solo está agonizando— su voz se quebró—No nos dan esperanzas.

Lágrimas escaparon de mis ojos. Abracé a mi madre con tanta fuerza.

—Eso es mentira— mi voz se quebró—¡Los doctores son unos mentirosos!— cerré los ojos, lágrimas escaparon de ellos rodando por mis mejillas. Ella limpio mis lágrimas y sostuvo mi cara con ambas manos.

—Todo va a estar bien, cariño— susurró para los dos—Solo tenemos que confiar en Dios, al final el tiene la última palabra.

—Tu mamá tiene razón, hijo— la voz de mi tío salió temblorosa y ronca— pídele mucho a Dios por tu abuela— asentí con la cabeza. Y con eso se fue.

Papá y Caley se acercaron a nosotros.

Tenemos que irnos, hijos, no quiero que lleguen tarde a la preparatoria— dijo papá poniendo las manos en las bolsillos de su pantalón.

Caley y yo compartimos una mirada antes de decir: —No queremos ir.

Mamá nos dió una sonrisa triste, —Tiene que ir. No quiero que tengan faltas.

—Pero mamá, solo será por hoy. Queremos estar cerca de nuestra abuela— protesto Caley.

—Eh dicho que no— dijo cruzando los brazos sobre el pecho

Gemí, —Está bien.

—vallanse ya o llegarán tarde.

Perezosamente, subí a la camioneta de papá. Él ya estaba esperándonos adentró de la camioneta.

Cuando íbamos rumbo a la preparatoria Caley puso música de su celular. Estábamos conversando mientras escuchaba una de mis bandas favoritas kodaline.

—¿Qué hora es?— pregunto papá mirando a Caley por el rabillo del ojo

—¡No puede ser!— tomó dramáticamente su frente—Son las 12:00. Llegaremos tarde.

La hora de la entrada era a la 1:30. Tal vez con suerte llegaríamos un poco tarde.
Papá le aceleró a la camioneta, me sentía como un protagonista de la película de Rápidos y Furiosos, realmente mi padre le acelero. Cuando llegamos a la preparatoria todos suspiramos de alivio.

Caley pasó un brazo alrededor de mi hombro, —1:35, no llegamos tan tarde.

—¡Su madre pasará a recogerlo!— papá grito a nuestras espaldas—¡los amo!

—Está bien, papá. Nosotros también te amamos— y con eso, papá se fue.

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