1. La caja.

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¡Hola lectores!

Antes que nada quiero darte las gracias por llegar a esta historia (me hace mucha ilu).

Voy a poner unas cositas antes de empezar la historia:

1. La historia no está terminada. Iré actualizando los lunes y los jueves ;).

2. No pasa nada si no lo haces, pero me animaría mucho que votaras esta historia y si quieres comenta, voy a intentar responder a todos los comentarios así que ¡No seas timid@ ajajja! Y así me ayudas a mejorar la historia con tu opinión.

3. El género principal es el romance, (si, nos vamos a poner cursis)

¡Y bueno, gracias otra vez por leer! ¡Espero que te guste!

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Toda esta historia empieza un caluroso día de verano. Ya sabéis, de esos que te dan ganas de ir andando en bikini por la calle, si, de esos.

Vivir sola en un piso a los veinticinco era una tarea muy difícil. Porque aparte de tener que ocuparte de toda la casa tú sola, pagar el alquiler y trabajar, ¡Además de todo eso! No tienes tiempo para pasear al sol ni ir a la playa y ponerte morena y buenorra, aunque yo ya de por sí lo esté.

Así que, algunos días aprovecho para sacar la basura mientras me doy una vuelta por el barrio (así por lo menos me da un poco el sol y no me vuelvo un vampiro antisocial), y poder descansar de este infierno llamado: pensar que vivir sola es genial.

Hoy es uno de esos días. Acababa de tirar la basura y me disponía a dar mi paseo rutinario cuando de repente veo una caja. Por un momento escuché a la caja ladrar ¿Qué?

Estaba en una esquina. Era la típica caja de los paquetes de Amazon. Quizás una persona normal hubiera seguido su camino y no le habría echado cuentas, pero, obviamente, yo no.

Me acerco y compruebo si ponía alguna dirección o algún tipo de nombre, pero no había nada. Tampoco había nadie a su al rededor y no parecía que la echaran de menos, así que ¿por qué no? decido abrirla.

Quito el fiso con la uña y lentamente empiezo a abrir la caja, a lo mejor me encuentro una cabeza decapitada dirigida como amenaza a algún agente secreto. No, céntrate, Netflix te afecta.

No se qué me esperaba encontrar pero desde luego eso no.

Cuando la abro por completo mi sorpresa es tan grande que doy un pequeño grito, espero que nadie lo oyese, porque no podría seguir viviendo con dignidad el resto de mis días.

¡Habia un chucho!

El animal estaba tumbado, enroscado, me da tanta tenura que me quedo un rato mirándolo.

¿Se puede saber quién abandona a un perro en una caja?

De repente el perrete me mira y de un salto empieza a lamerme la cara.

-¡Woof!-. A lo mejor eso en idioma perruno era "muchas gracias por darte cuenta de que existo".

Lo separo lentamente e intento ver si tenía algún collar o chapa de identificación pero no tenía nada, definitivamente lo habían abandonado.

No podía quedarmelo, pero tampoco podía dejarlo allí, ¿que hago?

De repente me suena el movil, un mensaje de Leo. ¡Eso es! Lo llamo y que se encargue él del problema, siempre la solución es echarle los problemas a tus amigos. Infalible.

Me levanto y después de llamarlo espero. Vigilaba al perro, que seguía dentro de la caja. Estaba sucio y parecía hambriento, tal vez lo mejor sería darle de comer cuanto antes.

Leo llegó quince minutos después.

-¿Cómo? ¿Me estas diciendo que me has llamado por qué una caja ladraba y no pensaste que había un perro dentro?- Leo se estaba descojonando a unos niveles que seguro que todos los que vivían en esa calle lo estaban escuchando.

Ahora que lo decía en voz alta la verdad es que era una estupidez.

-Si...- Digo avergonzada. La próxima vez llamo a otro.- ¡Pero que sepas que podría haber sido un juguete que ladra o algo así!- era una hipótesis tonta, pero oye, todavía hay gente que piensa que la tierra es plana.

Leo termina de reírse, incluso se seca una lagrimilla de tanto reír.

Ese, él tonto integral, es Leo. Es guapo, un rubiales cachas, pero también un mujeriego. Aunque también tiene su lado sensiblon (se pone a llorar cuando las chicas lo dejan)
Lo conocí en la universidad, y desde entoces somos muy buenos amigos.

-¿Que hacemos?-pregunta.

-No tengo ni idea.

-¿¡Y entonces por qué me llamás!?

-¡¡Es que justo por eso te llamo!!-Contesto furiosa. A veces Leo era una persona lista y sensata, pero otras, las hormigas parecían tener más cerebro que él.

Se pone la mano en la barbilla, pensativo.

-Podriamos ir a una tienda de animales, conozco una que está aquí cerca.-E aquí un pensamiento coherente.

-¡Claro! Yo te sigo.

Leo coge la caja y los dos nos paramos en un paso de peatones. Yo creo que los semáforos esperan a que las estrellas se alineen para ponerse en verde.

-¿Y por qué no te lo quedas tú?-Me pregunta.

-Que va, tengo un montón de cosas que hacer como para tener tiempo de ocuparme de un perrete.

Eso era verdad, además, mi piso era bastante pequeño para poder meter un animal dentro.

El asiente y el semáforo se pone en verde.

-¿Cuanto vamos a tardar?

-20 minutos o así.

-pfff, que peñazo.

-¿¡Puedes no quejarte!?-No querido Leo, no puedo.

Caminar bajo el sol es una tortura y si él quería freirse la piel no me importaba, pero la mía la dejas.

10 perros y 1 chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora