2. Hormonas

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—¡Ala ya estamos!

Leo y yo habíamos llegado a la tienda de mascotas y me encontraba extrañamente poco cansada.

—¿Ves que no hemos tardado tanto?—dico Leo.

Era una tienda pequeña. Había flores fuera y en la puerta se veía un letrero que ponía "open". Una monada.

Abrimos la tienda y se escucha un pequeño "clin" de la campanita de la puerta.

—Bienvenidos.—Nos dice una señora mayor con un delantal.—¿Que os trae por aquí?

—Resulta que nos hemos encontrado este cachorro abandonado en una caja.—señalo al perro.— Y además, Leo no se lo quería quedar.

—¿Como que no me lo que...?—empieza diciendo Leo.

Le interrumpo.

—Por eso hemos venido aquí.

Leo me lanzó una mirada asesina y yo sonreí.

—Ya veo...—dice la señora.— Creo que conozco a alguien que lo quiera, pero os le tendríais que quedar unos días.

—¡Eso nos vendría genial!

Leo se lo podría quedar si insistía así que no había problema.

—Bien pues...— Continuó la señora.

—Abuela, ¿No te dije que me ocupaba de los clientes hoy?

De repente había aparecido un chico de la puerta de atrás.

Su pelo era negro y sus ojos del mismo color. Era alto y tenía los hombros anchos. Parecía un modelo sexy con el delantal de la tienda.

—Bueno, ¿En qué puedo ayudaros?

Vale, su voz era aún más sexy todavía. Si tuviera que describirlo mejor diria que la palabra "guapo" era un insulto si nos referíamos a él.

—Eh pues...—empiezo a decir yo, me he puesto nerviosa de repente.—¡Ah sí! Hemos venido a que me des tu númer...

Por suerte antes de que terminara la frase Leo me tapa la boca.

—Perdonala, es que tiene problemas al hablar, a veces dice cosas sin sentido.

¿¡Enserio!? ¿¡Problemas al hablar!?

—El caso es que nos hemos encontrado un perro abandonado dentro de una caja y no sabemos que hacer con el.—Continuó diciendo Leo.

Los ojos oscuros del muchacho se iluminaron y centro su mirada en el perro.

—Un perro...

—Si bueno, ya sabes, esos animales con cuatro patas que dicen guau guau, que un gato no es vamos.—¿Entendéis cuando digo que Leo es un tonto perdido?

El chico se agacha y coge al perro sacándolo de la caja.

—Ya estás bien.—Le dice.

De repente sucede algo increíble, una bomba de hermosura, como si los vídeos de gatitos se fusionaran con gatitos sexys, sonrió.

Cuando había llegado tenía el ceño fruncido, parecía estar enfadado. Pero ahora, en su cara de dibujaba una sonrisa perfecta. Leo sujétame que me desmayo.

—Lo ha debido de pasar mal en la calle.—dice el gato sexy sujetando al perro (si, ahora solo puedo ver gatos sexys cuando hablo de él)—. Sabéis, me gustan mucho los perros.

Y a mí me van a empezar a gustar.

—¿Que vais a hacer con el?

—Yo...—empiezo a decir— ¡Yo me lo voy a quedar!—¿¡Se puede saber porqué he dicho eso!?

—¿Eh?—Leo me mira—. Pero si antes dijiste «que va, que va tengo muchos asuntos como para ocuparme de un chucho»—dice imitando mi voz.

Mierda. Debí de tirarle de un puente cuando pude.

Mis mejillas se encenden y mi cara se disfraza de tomate del Mercadona.

—Que dices, no te acuerdas bien.—Logro decir.

—Que si, que me acuerdo.—¡Maldito Leo! ¡Capta la indirecta por favor!

—Te estoy diciendo que no te acuerdas.—Me acerco y le pongo la mano en brazo apretandosela.

Cae en la cuenta de los que le trataba de decir y asiente lentamente.

—Es... Es verdad.

Entonces el gato sexy habla. Ya incluso me había olvidado de su presencia.

—Me alegro de que te lo quedes.—ahora ya no sonreía, estaba serio, pero noto cierto tono de felicidad.

Hablando claros, nunca he tenido mascota, así que no se qué voy a hacer si me lo acabo quedando.

—Pues la verdad es que nunca he tenido uno.—Digo.

—Oh no te preocupes por eso, es muy fácil.

El gato sexy empieza a decir un montón de cosas sobre los perros. Yo, no me estoy enterando de nada, pero su cara es preciosa. Aunque sea un flipado con los perros.

—Pero vamos, que si quieres yo te ayudo.—Acabó diciendo.

Eso lo podrá decir por su fanatismo hacia los chuchos, pero a mí me huele a propuesta de matrimonio.

—¡Si! Digo, mejor que me ayudes, tengo muuuuchísimas —énfasis en muchísimas— dudas. Además, si quieres te doy las llaves de mi casa y así me ayudas a cuidarlo obviamente.

Leo suelta una risa.

—Uyuy, las hormonas.

Otra vez paso de ser una chica normal a un tomate del Mercadona.

—¡Que hormonas ni que leches! ¡Que tengo 25 años! ¡¡25!!—Mi época de adolescente ya pasó, y no es buen momento para recordarla.

Leo sonrie pícaramente.

—Claro, claro.

—Ah pues, Jose tiene 19, parecéis más jóvenes.—Dice la señora mayor.

¿COMO? ¿19? (Inserte grito mental) ¿¡He estado acosando mentalmente a un chico de 19!? Dios perdoname.

Leo y yo lo miramos fijamente. El gato sexy se llamaba Jose, es un nombre sexy también... ¡No! ¡Para! ¡Solo tiene 19!

Pero la verdad es que no lo parecía. Era más alto que Leo, y Leo tenía la misma edad que yo.

—Disfruta mientras sigas siendo un crío.—Dice Leo poniéndole la mano en el hombro.

Pues él será un crío pero tú te comportas como tal.

—Oye pero, si te ibas a quedar el perro...¿Por qué habéis venido?

Buen punto Jose (ya no va a ser gato sexy nunca más).

—Anda es verdad.—Respondo.—Pues ya nos vamos, volveremos otro día.

Empujo a Leo para que se moviera hacia la puerta. Era el momento perfecto para huir.

—¿Como? Pero espera que nos...

—Nada de peros.

Antes de salir nos despedimos.

—¡Ya volveremos!

Y nos fuimos a toda prisa dejando al chico de 19 años perplejo.

10 perros y 1 chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora