~Crucero estelar~

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Encantada por la gentileza del joven soldado, Ariel lo siguió sin dudar. No tenía a dónde ir después de todo y no se apartaría de su burbuja de cristal donde guardaba a su único amigo acuático.

Humanos corrían de aquí para allá y luego se formaban a los pies del enorme artefacto. Parecía una enorme ballena, pero hecha de un material extraño que asimilaba el brillo de una perla. 

— Es el Exodus, nos llevará a nuestro nuevo hogar.  - dijo al ver la expresión de curiosidad en la joven. Su sonrisa tranquilizó a Ariel. No podía creer que algún humano fuera capaz de un acto de gentileza. - Quédate aquí, una vez dentro te enseñarán tu lugar de estadía. La dejó haciendo una enorme fila para abordar el enorme crucero.  Ella no tenía más opción que obedecer el pedido de su aliado. 

Una vez en la puerta, dos enormes humanos preguntaron por su identificación. Ariel no pudo pronunciar palabra, sólo hacia señas confusas y miraba hacia todos lados en busca de ayuda. Uno de los hombres apretó su oído derecho, habló en voz baja y luego, con un desdeñoso gesto de la cabeza, le indicaron que pasara.

Cada persona tenía su cubículo de cristal, sentados con máscaras extrañas cubriendo sus ojos, como si estuvieran soñando con otro mundo, fuera de esa realidad. 

Al llegar al suyo, se sentó torpemente. Dudaba. Todo era nuevo y extraño, raro pero asombroso.  Aunque pensó que era lógico que los restos de la humanidad quisieran buscar un nuevo hogar después de haber destruido el actual.

Al despegar, Ariel se asomó a una pequeña ventanilla que no podía abrir y contempló lo más hermoso que había visto en su vida, tan hermoso como el mar donde una vez vivió: un oscuro océano de luces infinitas y resplandecientes se alzaba frente a sus ojos. Sonrió de emoción al ver tanta belleza. Sintió una curiosidad infinita, tan infinita como aquel paisaje. Planetas de todos colores pasaban frente a su ventana hasta perderse de vista, nubes extrañas de colores vibrantes escondían misterios que imploraba ser descubiertos.

Aquella majestuosidad sólo se comparaba con el océano, pero esta vez no tenía límite. No podía esperar a ver qué planetas descubrirían primero y le excitaba la idea de conocer nuevas civilizaciones.

De repente, un anuncio le crispó los nervios: "Atención pasajeros, prepárense para atravesar el primer agujero negro".  Un extraño temor recorrió el cuerpo de Ariel, confirmándose al sentir una enorme fuerza extraña que recorría su cuerpo. El dolor aumentaba, sus oídos zumbaban, no podía ver nada.

Al abrir los ojos, el espanto y el miedo la invadió: la energía emitida por el agujero negro había deshecho el hechizo y volvió a su forma natural. Sus aletas brillantes le impedían ponerse en pie y sus branquias empezaban a arderle por la falta de agua.

El grito de Ariel, desesperada por tratar de esconderse en vano, se incrementó al ver un par de guardias abalanzándose hacia ella para apresarla.

La última sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora