~Ensueño~

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Antes de que la arrastraran fuera del cubículo de cristal, Ariel tomó la pecera de cristal con su pez dorado. No quería alejarse de ella, se sentía acompañada y comprendida por el pequeño pez.

Aleteando con furia para soltarse, los guardias la soltaron al llegar a un pulcro e inmaculadamente blanco laboratorio. Y una cara familiar se le acercó.

— ¿Pero qué....? - preguntó asombrado Eric - Sabía que había algo raro en ti. Déjenos a solas. - los guardias obedecieron la orden. 

— ¿Qué haces tú aquí? - dijo la melodiosa voz femenina

— Veo que ahora puedes hablar... Interesante. Soy el investigador de mi escuadrón, una persona de ciencia, y como tal me siento extrañamente intrigado acerca de ti. Creí que las sirenas estaban extintas. 

— Gracias a ustedes, ahora sí - la muchacha derramaba lágrimas que caían sobre la pecera de cristal, la cual las absorbía como una esponja. 

— No soy igual que los demás. Ellos matan, yo sólo estudio. - dijo seriamente. Ariel dejó de verlo con desdén. - Es increíble, debes ser la última sirena en todo el mundo. Necesitas estar a salvo. - sentía lástima por ella. Le tendió la mano gentilmente, una vez más, y ella aceptó nuevamente. La cargó en sus brazos y la llevó hacia una pequeña y extraña piscina con agua. Ella estaba embelesada por esa gentileza y nobleza que veía en él.

— Mi nombre es Ariel, y era la reina del mar. Es una lástima que los humanos hayan destruido la tierra. - dijo tristemente.

— Un placer conocerla alteza. - su mano se posó sobre el vidrio de la piscina y Ariel lo imitó. - Pero lo que hago es por su seguridad, lo siento. - Ariel dio un respingo dentro del agua y se aterrorizó al ver que la piscina se cerraba y el agua se congelaba. Se aferró a su pequeño amigo y sus movimientos cesaron.

Un rayo de sol atravesaba las cristalinas aguas, los peces abundaban y las algas ondeaban con el vaivén de la corriente. Todo estaba lleno de vida otra vez. Los cardúmenes la rodeaban con alegría, los calamares jugueteaba con su cola. Todo era paz y armonía, como aquellos tiempos en que era niña. 

Pero la felicidad se fugó cuando todo se volvió oscuro, fluídos negros, barriles de desechos, basura por doquier, todo aquellos invadía las aguas del mar. Se oían los gritos de su gente tratando de escapar, la voz de su padre la llamaba en la lejanía. Pero ella sólo veía oscuridad, sentía en su piel la maldad, la crueldad de la humanidad. ¿Por qué harían algo así? ¿Por qué tanto descuido, tanta irresponsabilidad, tanto desdén por la vida? 

No podía abrir los ojos. Su cuerpo no se movía a pesar de que su mente gritaba desgarradoramente. ¿Dónde está la paz? ¿Dónde quedó la vida? Sentía su corazón hirviendo de impotencia. Tenía sed de justicia. Sólo quería despertar para saber qué sucedía allá afuera. 


La última sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora