~Humanidad~

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Era el fin, el fin de la raza de las sirenas. Turbulentos pensamientos y recuerdos daban vueltas por su mente: fuego, explosiones, muerte. Deseaba que todo eso fuera una terrible pesadilla y que al despertar todo fuera como antes, como cuando era niña. Solía asomar sus pequeños ojos esmeralda por sobre la superficie del agua y observar la naturaleza: verdes pastizales, árboles tupidos, bellísimas flores de millares de olores y colores. Montañas majestuosas, que se alzaban hasta donde alcanzaba la vista, y tantos animales que le llenaba de alegría ver tanta vida sobre la tierra como lo era en el mar.

Ariel abrió los ojos. El vacío llenó su pecho y la angustia se anudó en su garganta. Toda esa vida se había desvanecido. Todo era fuego y ceniza, todo lo que una vez fue verde y lleno de vida ya no existía. El océano.... terminó de secarse por completo. Su hogar se había ido, con lo que quedaba de su especie y demás vida acuática. 

Ariel comenzó a sentir que le faltaba el aire, pues sus branquias no le permitían respirar el aire de la superficie y su piel se estaba resecando con rapidez, debido al aire viciado y tóxico... al menos para un ser acuático como ella lo era. Un pequeño pez dorado saltaba nerviosamente entre la seca tierra, y en un arrebato de desesperación ella se arrojó a socorrerlo, lo tomó en sus manos y sopló una burbuja de agua, que aún tenía en sus pulmones. Así, su único amigo se mantendría en una pecera esférica, a salvo.

Recordó que aún tenía firmemente agarrado el frasco con esa extraña poción, le intrigaba. Dudaba. Pero si eso la convertía en humano entonces quizá podría sobrevivir.

Minutos después de dolor y convulsiones, Ariel de convirtió en humana. Sus branquias y aletas habían desaparecido. Tenía dos largas piernas y sus pulmones se estremecían con dificultad, dando grandes bocanadas de aire.

Luego de vagar por largo tiempo con su pecera, desnuda sobre la tierra infértil y el sol ardiente, llegó a una base militar. Y un extraño artefacto gigantesco se erguía junto al edificio. Escondiéndose de los humanos que corrían de un lado al otro, se metió en una carpa y tomó un par de prendas militares para cubrir su cuerpo. 

— ¿Quién eres tu? - Un joven de tez blanca y cabellos negros entró en la carpa y se sobresaltó al verla allí. La joven quiso hablar pero se dio cuenta que no emitía sonido alguno, dedujo que debía ser causa de la poción que la convirtió en humana. - ¿Estás perdida? - Ariel asintió - ¿No puedes hablar? - Ariel negó con la cabeza. El joven sintió lástima ante tan hermosa y abandonada jovencita. - Ven, me llamo Eric... estamos evacuando el planeta y no debes quedarte aquí - dijo casi en un susurro, tendiéndole la mano gentilmente para llevarla al exterior de la carpa.

La última sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora