La boda

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La gran guerra terminó hace ocho años, se vivía una época pacífica y llena de prosperidad y la vida había regresado a cada rincón del mundo. Ese día, la alegría inundaba la Nación del Fuego, pues se estaba celebrando la boda de su monarca.

Un gran salón junto al mar se decoraba con flores y adornos rojos y azules para simbolizar la unión de ambas naciones. El señor del Fuego Zuko se estaba casando con la joven prodigio de la Tribu agua del sur, Katara. Hubo una hermosa fiesta donde invitados de todo el mundo se reunieron para felicitar a la joven pareja, aunque ellos se veían felices, como si no existiera todo el bullicio a su alrededor y fueran los únicos en aquel gran salón.

Pero alguien en esa fiesta que no estaba para nada feliz, ese era el avatar Aang quien fue casi por obligación; sus mejores amigos se cansaban, era algo que no podía perderse. Él veía la fiesta, celebrarse sentado en un rincón, la gente reía y bailaba, incluso algunos curiosos se acercaban a hablar con él, pero trataba de desviar la conversación todo lo posible de la pareja de recién casados.

La cosa iba bien para Aang que logró pasar desapercibido hasta la hora del brindis, una tradición que algún familiar de los recién casados les dieran sus buenos deseos a la pareja. Para desgracia de Aang después del discurso de la madre de Zuko, llegó la hora del padre de Katara, pero los familiares de ella, estaban ya tan borrachos que no podían hilar ninguna oración coherente.

—Aang, podrías decirlo tú... sabes el brindis para los novios — Suki se acercó lo más discreta que pudo, él solo asintió con la cabeza; tomo su copa que estaba llena y llamo la atención de todos.

—Katara, sabes que te amo como si fueras mi hermana, eres parte de mi familia, siempre estaré de tu lado y te apoyaré en todo —empezó el Avatar, sintiéndose que cada vez más las palabras se le atoraban en la garganta, como si el aire se volviera más pesado a su alrededor, casi sentía que respiraba arena.

—Por la novia —dijo apuntando a su amiga con la copa —, por el novio —hizo lo mismo con Zuko pero evitando por completo encontrarse con su mirada —. Por su unión y por la paz que ustedes ayudaron a construir. Por la esperanza que nos traen, por eso les deseo que siempre sean felices y que estén satisfechos.

Terminado el brindis se escucharon los aplausos que a Aang le sonaban lejanos y amortiguados como si estuviera bajo el agua, de repente se sentía parte de un sueño, por eso, aún sosteniendo la copa, salió del gran salón donde estaba toda la gente celebrando y divirtiéndose. Aunque nadie parecía haber notado su ausencia.

Necesitaba un momento para respirar, quería alejarse de todo. Sentía la cabeza llena de algodón y le dolía el pecho haciendo que le costara respirar. Tratando tranquilizarse para regresar a la fiesta, levanto la cara había a luna llena, la copa resbalo de su mano cuando los recuerdos llegaron de golpe a su cabeza.

Aquellas imágenes asaltaron con violencia a su mente, parecían proyectarse justo frente a sus ojos. Todo había empezado un día como aquel, un día de primavera, Aang por fin podía tomar un descanso del mundo entero y decidió pasarlo en la Nación del Fuego. Su amigo Zuko le ofreció una de las muchas habitaciones del palacio. Las cosas iban bien entre ellos, se habían vuelto muy cercanos y sin darse cuenta Aang termino enamorándose de Zuko.

Salían a alimentar a los pato-tortuga en las mañanas y por las tardes en compañía de Iroh tomaban el té, todo iba de maravilla y Aang no podía evitar albergar un poco de esperanza en su corazón.

Pero había un día que no olvidaría, seguro recordaría ese día por el resto de su vida, aunque a veces parecía como un sueño lejano. Hubo un baile en la gran Ciudad de Ba Sin Se, donde se reunió todo el equipo Avatar. Había tantas cosas que ya no recordaba con claridad, sabía que luego de ese día nada fue igual, fue el día que noto sus sentimientos por su amigo. Casi se había quedado sin aire cuando cayó aquella revelación, tan solo con que le dijera :

Hola, olvido su maldito nombre.

—Supongo que nunca has estado satisfecho — se acercó Zuko al verlo distraído.

—¿Qué? — pregunto Aang sin entender, él otro se rio un poco al ver su cara de confusión

—Creo que eres como yo, nunca estoy satisfecho.

—Sabes... Supongo que siempre hemos tenido que llevar expectativas de otros, por eso nunca estaremos satisfechos. — dijo Aang con sinceridad desviando la mirada. Sentía que apenas podía respirar.

—Me alegra que comprendas.

—Tal vez haya empezado con tu familia.

—Preferiría no hablar del tema —dijo Zuko algo incómodo desviando la mirada. La conversación siguió bastante bien hasta que unos nobles del Reino Tierra se llevaron al Señor del Fuego para discutir algunos asuntos que a Aang no pudieron importarle menos.

Aang estaba como flotando, el corazón le latía muy rápido, tanto que podía escucharlo retumbar en sus oídos. Era una sensación extraña, se sentía bien y comprendido, parecía que estar a su lado fuera suficiente, era un sentimiento nuevo de libertad, era casi cómo si lo golpeara un rayo. Era un maldito sueño, un baile perfectamente coordinado. La conversación había durado solo 2 o 3 minutos, todo lo que dijeron fue perfecto, parecía correcto. Aang estaba a punto de confesarse y solo dejar sus sentimientos salir en medio de ese torbellino pero en ese momento vio a Katara y ella estaba...

Estaba enamorada, él lo sabía bien, lo veía en sus ojos, como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo pudiera ver... a Zuko.

En ese momento, tres verdades fundamentales golpearon a Aang y todas en ese mismo instante.

satisfecho (zukaang)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora