IV

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Capitulo 4

Desperté con Sam a mi lado. Repase la noche en mi mente. Aún no sabía nada de su pasado en ese  momento, pero su mundo era aún más frágil de lo que parecía. Estaba arropada de pies a cabeza en el lado izquierdo de la cama. Parecía una pequeña oruga.
- para ver las mariposas debo soportar unas cuantas orugas - susurré y toque su cabeza sobre la sabana.

Quería sorprenderla, por alguna razón sentía aquella obligación. Así que me fui directo a la cocina, prepare unos huevos revueltos y algo de tocino, un poco de jugo de naranja natural. Sam tenía en su nevera de todo. Parecía que sí se lo proponía podía meter el súper completo dentro de ella. Cuando terminé me duché rápido, me vestí y fui a tocar su puerta. Pero no respondió, me asuste mucho y entré rápido, ahora que lo pienso. No sé por qué toqué si habíamos pasado la noche juntas, por asi decirlo... Ella seguía dormida, profundamente dormida, debajo de la sabana se oía un leve ronquido, hasta para algo tan molesto era tierna.

No tenía idea si debía intentar despertarla. Me daba un poco de miedo, podría ser que reaccionara de forma violenta - aunque lo dudo profundamente - no quería correr ese riesgo así que dejé su desayuno cubierto y me fui al Black sola y le deje una nota:

«Descansa todo lo que puedas, estaré aquí en cuanto salga.
con cariño, Geisha»

¿Con cariño? ¿Que clase de tonta soy? Me repetía a mi misma una y otra vez en mi mente de camino al trabajo, que estaba por volverse un infierno cuando le dijera a Jackson que Sam no llegaría hoy, por dios, tenía mucho miedo. Al llegar Buddha estaba esperando fuera. Parecía que era temprano, pero en realidad yo estaba ya 20 min retrasada.

- Buenos días Geisha ¿Dónde está la pequeña Dots? - preguntó sonriente
- Buenos días Buddah. Pues la verdad es que no he podido despertarle esta mañana - respondí avergonzada frotando mi nuca con mi mano derecha - Parecía muerta. No respondía de ninguna manera. Pero no te preocupes, esta viva - dije agitando mis manos-.
Una expresión de alivio se dibujo en el regordete rostro de Buddha, quien se había puesto pálido segundos antes.
- No me des estos sustos niña.. - dijo - ¿No ves que soy un pobre viejo gordo ya?
- Venga Buddha, pero si eres un jovencito - exprese picandole un poco el ancho antebrazo con mi codo.
- Ese calvito ya se está tardando demasiado - espetó él un poco furioso, sacó un cigarrillo y lo encendió.
- No tenía idea que fumaras. Con esa cara que tienes nadie lo creería.
- Pasa que a Sam no le agrada que nadie fume cerca suyo. Y por eso me abstengo cuando estamos trabajando.
- No lo sabía... Bueno hay mucho que no sé de ella aún.
- Dale tiempo - repuso poniendo su mano delicadamente sobre mi cabeza- Apenas van unos días. Ella se abrirá a ti pronto. Ya lo verás - concluyó dando una calada a su cigarrillo. No olía mal en realidad.

Unos veinte minutos más tarde Jackson nos llamó y dijo que el Black no abriría sus puertas debido a que había tenido una "pequeña emergencia" y que lo sentía mucho por habernos hecho esperar. Me preguntaba que habría pasado. Para mi ninguna emergencia debe ser llamada "pequeña" Pero quizá Jackson no pensaba igual. Fui al apartamento. Se oía una guitarra desde el pasillo. Creí que Sam era quien la tocaba. Pero no ví una guitarra en casa ni una sola vez desde que llegué. Luego capte que estaba acompañada. Me debatí por unos minutos si debía entrar. No quería ser imprudente.

Finalmente entre y ella estaba sentada en el sofá y el chico estaba a su lado, era delgado de aspecto bohemio, como un estudiante de filosofía o un poeta desempleado, pero este era un músico, tenía el cabello largo, color castaño rojizo, no me detuve a ver bien su rostro, pero se veía apuesto. Creí que era su novio y solo salude y me fui a mi habitación. Esperé que ella entrara pateando la puerta como en esas novelas trágicas donde la protagonista es perseguida por el amor de su vida, pero es obvio que eso no pasó.

» Sam... Esa mañana ni siquiera me preguntaste por el trabajo, quizás Jackson te llamó, simplemente seguiste riendo y tarareando con él en la sala de estar. En ese momento, te juro que creí que esa persona te hacía muy feliz o te haría mucho daño , no quería quitarte eso. Pero sentí que la ira me comía por dentro, no te conocía como ahora lo hago, pero aun así sentí celos...

Sin darme cuenta me quedé dormida sentada en mi cama. Me despertó un dolor punzante en mi cuello. La música había cesado, pero las risas aún se escabullían por detrás de la puerta. Necesitaba un baño, me sentía sudada y sucia, naturalmente, había corrido hasta el complejo para estar con mi amiga. No sabia por qué de alguna manera me sentía egoísta con respecto a Sam, pero me daba un poco de miedo.

Salí y en esta ocasión si saludé al chico en el sofá, esta vez pude reparar perfectamente en su rostro. Tenía la cara un poco alargada. Su nariz respingadita y no muy pequeña, sus labios finos, unos ojos verdes penetrantes y sus pestañas muy largas y rojizas como su cabello, pude notar que tenía unas cuantas pecas. - ¡Oh por dios... Soy un asco! - pensé y me reí de mi, internamente - ya sabía que era lo que seguía...

-Bueno Sophy. Te presento a mi hermano, Samuel.
- ¿Samuel? ¿Qué? ¿también te dicen Sam? - Le extendi la mano.
- Sólo dime Sammy o Samuel. Como prefieras Sophy.
- Bueno. Lo siento por lo de antes. Estoy un poco cansada del trabajo y no he podido dormir bien.
- Tranquila. Yo debería disculparme por no presentarme apropiadamente - sonrió dejando al descubierto una maravilla de sonrisa.
- Bueno, Sophy... Gracias por la comida - dijo finalmente Sam dándome un abrazo. Sentí que me sonrojaba y me gire hacia la nevera.
- Dime una cosa Samuel ¿Que te trae por aquí?
- Bueno... Verás... Mi madre se quedó un poco preocupada por no saber con quien vivía Sam y me pidió que les visitara chicas.
- Lo veía venir - reí mientras me servía un poco de leche - como ves no soy una mala persona.
- Pues no y si lo eres no lo asemejas. - reímos a carcajadas y Sam se unió a nosotros

Después de eso fueron por algo de comer mientras yo veía un poco de televisión, no es el día libre que esperaba. Pero de alguna forma me alegró mucho saber que el chico en la sala era su hermano.

Él se quedó en mi habitación porque se le hizo tarde para tomar el tren de vuelta a su ciudad. De nuevo dormí junto a ella, el olor de su cabello era reconfortante cítrico y dulce, con unas cuantas notas de cereza. Me tranquilizaba tenerla tan cerca como para oler su cabello. Y oír sus leves ronquidos de bebé.

» Gracias por esos días Samantha. Por las noches también.

Sentimientos.Where stories live. Discover now