Capítulo cuatro: Oportunidad

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Ya había pasado cerca de tres meses desde que Mew había entrado de nuevo en la vida de Gulf, confundiéndolo y haciéndolo sentir tan inseguro pero al mismo tiempo completo con cada día que pasaba. En ese tiempo el omega no había podido parar de sentirse como en una montaña rusa llena de emociones tan contradictorios al grado en que comenzaba a acostumbrarse a dormir poco y a perderse seguido en sus pensamientos.

La sola presencia del alfa hacía más difícil para Gulf el resistirse a aquellos sentimientos que guardó muy adentro en su corazón y ahora luchaban por florecer una vez más. Todo esto se debía a que el alfa había comenzado una especie de cortejo desde el tercer día que entró a Waanjai.

Primero fueron rosas hechas con las servilletas, luego a éstas se le unieron pequeñas notas donde el alfa le deseaba un buen día o le daba cumplidos y últimamente, al despedirse, Mew besaba el dorso de su mano o le daba un cumplido en el momento en que iba a atenderlo haciéndolo enrojecer levemente.

Lo único que evitaba que ya hubiera caído rendido ante aquellos sentimientos avasalladores era su hijo Alexander. Cada que Gulf estaba por aceptar que aún quería al alfa, éste recordaba que Mew podría estar ahí por su hijo y no por él como había dicho anteriormente.

No obstante, él sabía que se estaba engañando vilmente porque muy en el fondo, Gulf era consciente de que tenía una gran debilidad por el alfa, por eso suspiró por enésima vez mientras miraba a la puerta de la cafetería como si esperara que algo o alguien llegara y tras unos segundos bajó la cabeza negándose a sí mismo el sentirse desilusionado o preocupado, también fingió que no se sintió aliviado en cuanto la campana de su local sonó avisando la entrada de un nuevo cliente y el aroma a chocolate amargo y menta inundó sus fosas nasales, Mew estaba de vuelta una vez más.

Plan, que había estado ocupado limpiando la barra, dejó de hacer lo que hacía y volteó a verlo, el omega mayor le regresó la mirada y asintió, dando a entender de manera tácita que él se encargaría de atenderlo de la misma manera en que venía haciendo desde que el alfa comenzó a frecuentar el lugar. Plan después de estar seguro de que lo atendería Gulf, siguió con lo suyo y el otro salió en camino a la mesa que había escogido el alfa para sentarse.

—¿Qué deseas ordenar?

Mew sonrió y lo observó mientras le respondía.

—Hotcakes y...

—Café, ¿sabes que llevas desayunando eso durante tres meses?

Gulf no pudo evitar regañar al alfa, el cual rió levemente.

—Pero es lo que quiero como desayuno.

El omega suspiró, sabía que el alfa no cambiaría de opinión tan fácil.

—No es sano que comas lo mismo todos los días.

Mew lo seguía observando pero su mirada cambió al escuchar a Gulf decir aquello, tal vez fue a causa de la ligera nota de preocupación en su voz o tal vez porque el omega al fin comenzaba a parecer un poco interesado en él.

Gulf, por su parte, sólo observó al alfa sintiéndose preocupado al verlo pálido, con ojeras marcadas y al mismo tiempo mejillas sonrosadas.

—¿Qué sugieres que desayune entonces? —Mew habló con el típico tono que solía usar cuando ambos eran pareja, uno suave y seductor.

—Un desayuno balanceado. —El omega le contestó suavemente.

Los dos no dejaban de observarse fijamente, como si fuera una guerra sobre cual voluntad ganaría para que el desayuno fuese escogido y finalizó con el alfa rindiéndose.

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