8. La agenda

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Nunca he sido una persona supersticiosa, nunca me he dejado llevar por cosas como el mal de ojo, el horóscopo... pero si que hay algo, en lo que raramente tengo bastante confianza, mi agenda. Siempre han sido mi debilidad las agendas que contenían una frase por día. Todo comenzó en primaria cuando contemple la frase " Hoy las cosas van a salir genial¨ y extrañamente las cosas ese día me fueron espectacularmente. Desde ese momento, todas las semanas suelo mirar mi  agenda e intentar intuir si las cosas me van a ir bien o mal, pero estas semanas se me ha olvidado mi tarea completamente y sé perfectamente el motivo. Dylan.

Miro de reojo su rostro y maldigo que los años no le hayan pasado factura como a mí; su mandíbula se ha tornado más marcada, sus labios y ojos resaltan dando un aspecto totalmente sensual y su cuerpo está más musculado que de antaño, al contrario, mi cara se ha transformado de niña insensata a la de una adulta culta y un tanto frígida. Pero joder, ¡Todavía soy joven! . El nervio se apodera de mi y saco mi móvil rápidamente pensando en llamarla y decirle que he regresado, que no me pienso ir y que prometo volver a ganarme su confianza cueste lo que cueste. Pero no puedo, algo en mi no me deja darle a la pantalla para llamarla y lo peor de todo es que sé porque es. 

- Sara, ¿Estás bien?- dice Dylan sacándome de mi pequeño trance.

- Si, solo... no sabía si hacer una llamada- digo levantando la vista del aparato y fijándola en el. Se ve muy sexy conduciendo. 

- Mmmm, ¿puedo preguntarte a quién?- dice algo dubitativo, lo cual hace que me salga una pequeña sonrisa y lo agradezco, ya que la mañana no ha empezado del todo bien.

- ¿ Y desde cuando nosotros tenemos tanta confianza?- pregunto feliz y aunque no lo parezca, es algo que llevo replanteándome toda la noche.

Dylan gira bruscamente la cabeza y me mira a los ojos buscando algún indicio de enfado, cosa que no va a encontrar porque por más que me fastidie, ver su coche y su sonrisa esta mañana, ha sido lo más gratificante que he sentido desde hace tiempo. 

- Bueno, creo que la confianza es lo último que perdimos entre nosotros- su mirada cambia dejándome ver por unos segundos un atisbo de tristeza- Por tanto, es lo primero que debemos recuperar. Venga Sara, no me des largas, ¿qué pasa?- dice con una sonrisa.

- La confianza la perdí cuando te vi besándote con otra- digo sin pensar. Mierda.

Sus ojos brillan, no sé si de rencor o de rabia por remover cosas del pasado. Parece que va a responder pero me adelanto y sigo la conversación que teníamos anteriormente, antes de mi desliz doloroso para ambos.

- No sé si llamar a Esther, tuve una pequeña discusión con ella hace un par de años y no creo que me perdone. Pero bueno, era mi mejor amiga y me duele que ni sepa que estoy de vuelta.

- Llámala, no pierdes nada- dice serio mirando a la carretera.

- Y si verla solo me hace sentir culpable de lo que hice y si la veo y vuelvo a...- me callo rápidamente antes de decir otra cosa que acabe afectando la comodidad de los dos al ir en coche.

- Recordar no está mal Sara, hay veces que para seguir a delante hay que hacerlo.- dice y me quedo callada. Sabía lo que iba a decir, sabía que mi miedo era recordar todo lo vivido con ella y que le involucra a él y a su hermano.

- Oye, ¿cómo está Ryan?- pregunto como quien no quiere la cosa.

Dylan me mira y suelta una carcajada y vuelve a centrarse en la carretera. O mierda, quedan menos de cinco minutos, me apetece estar más aquí que viendo a Mario todo el día con una sonrisa. Lo cual hace preguntarme si debería pedirle consejo a Dylan... mmm, mejor no, no creo que sea Mario un santo de su devoción.

- Estar está, dónde la verdad que no sé. Se pasa la vida de aquí para allá.- dice sonriendo y claramente orgulloso de su hermano. ¿Habrá cambiado Ryan? ¿Seguirá igual?

 - Qué bien- digo sin saber que más decir, porque no creo que sea muy cortés por mi parte preguntarle si su hermano sigue vendiendo la misma mierda.

- Suéltalo.- dice.

-¿Qué?

- Sé que tu cabeza está yendo a mil por hora y me da rabia que no me preguntes lo que quieres saber- dice tranquilamente, aunque enfatiza lo último que dice.

- Quiero saber muchas cosas Dylan, pero no creo que sea capaz de preguntártelas ahora.- ¿Me quieres? ¿Qué haces para no sentir el dolor que siento yo cada vez que estoy contigo? ¿Cómo puedo olvidarte y hacerte recordar? ¿Todavía lo sientes?

- Yo tengo una pregunta, ¿ Porqué no te ha traído tu prometido al trabajo, que por cierto, también es el suyo?. 

Ja, que directo. ¿Qué le digo? ¿Que le he visto con arañazos en la espalda, me he vuelto una psicótica y he intentado tranquilizarme para no acusarle de cosas que seguramente han sido una estúpida confusión mía?

- Problemas, ya sabes- digo mirando el hospital que queda a un minuto por culpa del tráfico.

- Después de lo de ayer, yo no te quitaría el ojo, hasta te pondría un rastreador en el móvil- dice agitándose el pelo- a no ser... que no se lo hayas dicho.- dice y me mira inquisitivamente.

- ¡Si que se lo he dicho! Aunque he rebajado un poco la situación- digo poniéndome a la defensiva, ¿ quién coño es para juzgar lo que hago con mi vida?

Él me mira y levanta las cejas poniendo su cara de gilipollas máximo.

- Eres muy gilipollas. Por cierto, tengo que bajarme antes para que no me vean contigo y quiero mi coche- digo haciendo una mueca de niña pequeña y justo cuando termino la frase abro la boca como una tonta, ya que mi coche está en frente de mis narices y completamente arreglado y reluciente.

- Muñeca, este gilipollas no te va a dejar sola hasta que te vea con sus propios ojos entrar al hospital, y tu coche está ahí, me he encargado de todo.

La frase me deja sin palabras, sobrecogida en realidad. Su actitud me hace daño y me da vida poco a poco, odio esta sensación porque viene acompañada de culpabilidad porque estoy prometida.

- Tengo que pagarte la reparación, ¿Cuánto ha costado?- digo abrumada. ¿Cómo se puede arreglar un coche tan rápido?... con dinero, mucho dinero, supongo.

- Ni lo pienses- dice y aparca su coche en el parking privado. Ha llegado y estacionado tan rápido que ni me he dado cuenta.

Cuando bajamos del vehículo una sensación me recorre el cuerpo, algo encaja en mi al ver a Dylan andando al lado mia. Y eso... esta mal, muy mal. Cuando entramos al hospital, varias mirandas recaen sobre nosotros, bueno, mas bien sobre él, y me viene a la cabeza una pregunta sutil pero de la que puedo extraer bastante información.

- Oye, ¿cómo sabías a que hora entraba a trabajar?- pregunto mirándole y sonriendo.

Él me mira y sonríe.

- Te dejaste la agenda en mi coche- dice y me la entrega- Bueno, me tengo que ir, tengo una reunión.- Concluye la frase y me guiña el ojo mientras desaparece por los pasillos.

Una boba sonrisa sale de mi boca y mientras me dirijo a los ascensores ojeo la agenda y me acuerdo de que tengo que mirar la frase del día. Busco ansiosamente el jueves y una carcajada sale de mi boca haciendo que una señora mayor me mire extrañada.

" Sorpresas que son mejor que un café calentito" 



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