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Park Jimin.

Ese puede ser considerado un nombre peligroso para algunas personas, Jimin es consciente de aquel hecho y eso solo lo hace sonreír mucho más, le agrada que le tengan miedo, le gusta ver esas miradas indiscretas y escuchar los murmullos que están cerca de él, le agrada en sobremanera hacerlo.

La vida de Jimin no ha sido fácil, un pasado oscuro puede crear una persona oscura, nació en las afueras de la ciudad, su madre prácticamente le había querido abandonar desde que lo miro, nadie sabía la razón, aunque muchos dicen que había sido por el hecho de que ella se sentía preocupada por lo que pudiesen decir sus padres.

Pero Jimin si sabía la razón, era desprecio, el hijo que no debía nacer, un hijo de un amor pasajero, una relación que solo estaba hecha de odio y rencores, definitivamente había sido algo espantoso para un pequeño que apenas y pisaba el mundo exterior.

Jimin sintió el desprecio de su madre de inmediato, lo sabía, era tan palpable que solamente las sonrisas en él se habían ido por completo, odiaba cualquier fiesta que tuviera que ver con la iglesia, siempre había sido así, detestaba que su madre le mandase a la iglesia, él sabía que lo hacía para que no la viese llorar de arrepentimiento, siempre era así, y odiaba eso, odiaba ir y escuchar esos sermones que ni siquiera entendía.

Con el paso del tiempo las personas a su alrededor, a los cuales él consideraba como solo chismosos, se habían percatado de que Jimin prácticamente se la pasaba en una soledad terrible, pero Jimin solamente era lo que aparentaba, antes de siquiera cumplir su adolescencia, ya se había propuesto a tener sus objetivos en la vida, y uno de ellos estaba más que claro, matar a su progenitora.

Nada dulce de parte suya, pero es que de solo seguir escuchando sus constantes lloriqueos y reclamos que solo incluían echarle la culpa por su nacimiento, Jimin estaba totalmente harto, odiaba escucharla, odiaba las palabras de su madre, si es que así podía considerarla.

Había sido preciso para Jimin, todo lo había calculado, se encargo de vigilar a su madre día y noche, sin perder de vista lo que hacía por todo un mes, con aquella rutina tan marcada en su memoria, y con una noche en que la luna se había vestido de un rojo intenso, se había encaminado hacía la cocina, sin importarle siquiera si hacía alguna clase de ruido que llegase a alarmar a su madre.

Busco en uno de los cajones de la cocina, tomo el cuchillo más afilado que tenían, y subió a la habitación de su madre, sabía que estaba dormida, el llanto no se escuchaba, y allí la vio, recostada aún con el vestido que le llegaba por debajo de la rodilla, camino con cuidado, imaginando el como se vería la sangre en sus manos, empuño el cuchillo con fuerza en su mano derecha, y cuando por fin estuvo cerca de ella, cara a cara, coloco el cuchillo en la garganta de su madre y antes de que siquiera ella pudiese despertar, la degolló.

La mujer había despertado alarmada mirando a quien le había hecho aquello, ni siquiera podía moverse, la parálisis del sueño no había sido de gran ayuda aquel día para aquella mujer, Jimin observo como desbordaba por aquella cortadura aquel espeso liquido rojos oscuro y como la mujer temblaba ligeramente, sin poder gritar por su auxilio, sin poder moverse más, sin poder respirar, solo esos ojos vidriosos sin vida, le miraban, y él los miraba.

Jimin no sintió nada cuando la vio de aquel modo, pero había algo extraño en él, algo que se había apoderado de él de inmediato, comenzó a reírse, y lo peor de todo es que no entendía lo que le pasaba, era una risa, pero una risa oscura, como si se estuviera burlando de un gato atropellado, es como decirle a aquel cadáver; ¡Pero que tonto has sido, lindo gatito!

¡Un tonto! Entonces su madre ¡había sido la mayor de las tontas!

Esa risa suya parecía de las peores, era como si estuviese viendo el mejor espectáculo de comedia del mundo, y no paraba, termino por soltar el cuchillo pues el abdomen había comenzado a dolerle de solo esa risa, pero no estaba alegre, ni siquiera triste o arrepentido, era una histeria total.

Cuando por fin dejo de reírse, fue directamente al teléfono y marco a emergencias, los espero afuera de la entrada de su casa, y aunque las patrullas llenas de policías y aquella ambulancia habían estado presentes, no podía dejar de sonreír, inclusive los oficiales le habían llamado loco.

Todo el vecindario se entero de aquel incidente, habían dicho que él estaba demasiado demente por haber cometido aquellos actos, Jimin estuvo en una correccional por casi un año, todos le tenían miedo, inclusive los de mayor edad que habían tratado de atacarlo para aprovecharse de él, habían fallado, definitivamente parecía ser el mismísimo demonio.

Cuando salio de la correccional por un maldito buen comportamiento, su tía se ofreció a cuidarlo, aunque la mujer temía por su vida, pues cada que iban a dormir, ella estaba prevenida, puerta de su habitación cerrada por completo, para que Jimin no entrase, pero Jimin no entraría, jamás lo haría, no tiene algún rencor con esa mujer.

Después de haber sido prácticamente expulsado de varias escuelas debido a las múltiples peleas en las que Jimin terminaba siendo ganador y en las que prácticamente los profesores se interponían para que Jimin no matase a nadie, todo había sido de lo más normal del mundo para Jimin.

Él se considera normal, después de todo, cualquiera tiene el deseo de matar a alguien, y solo pocos se atreven a hacerlo, ¿o no?

JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora