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Tan pronto como la chica llegó a su apartamento se encerró en su alcoba y se recostó a llorar en la cama

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Tan pronto como la chica llegó a su apartamento se encerró en su alcoba y se recostó a llorar en la cama. No quería seguir llorando por el chico, pero no podía hacer otra cosa.

Se sentía como cuando en la escuela su mayor amor la había rechazado, se sentía triste y despechada. Además de utilizada, engañada y rota.

Lo ultimo que quería era saber algo del chico, no quería oirlo ni verlo, seguramente mañana se le pasaría y aunque no pensaba perdonarlo al menos podría verlo y no gritarle que se fuese a la mierda.

Era demasiado temprano como para dormir, pero lo suficiente tarde como para salir a la calle a pasear para pensar. Así que lo más cercano que tuvo fue salir de su habitación notando que Sibel no estaba en la casa, seguramente estaría en lo de Mauro. «justo cuando más la necesito» pensó.

Se limpió la nariz con una servilleta y sacó el helado de la nevera. Sibel la regañaría por comerse todo el helado que ambas habían comprado, pero había que entender las razones y además... Ella compraría el siguiente.

Cogió una cuchara y volvió a su habitación para meterse entre las sábanas y poner en la televisión su película favorita "¿Conoces a Joe Black?" Le gustaba mucho esa película y la distraía de todo.



Ella no supo en que momento se quedó dormida, pero agradecía haberlo hecho porque ahora amanecía mucho mejor de lo que estaba anoche.

Seguía sintiendo mucha rabia y enojo hacia Ginés, pero se sentía bien como para ir a trabajar.

Se levantó de la cama, se dió una ducha y se vistió un poco menos formal que los otros días, no se puso ni un poco de maquillaje y muy a penas se peinó el cabello. Si alguien la comparara con la Elisa del día anterior se sorprendería. Ayer estaba tan feliz al llegar a la oficina y ahora parecía tener una nube gris sobre su cabeza.

Sibel nuevamente no estaba en casa, así que ella solo cogió su bolso y caminó al trabajo. No saludo a nadie al llegar, solo subió en el elevador hasta su oficina y se sentó a trabajar.

Él estaba dentro pensando en la mejor manera de salir a verla. El día anterior cuando notó que ella ya no estaba y quiso llamarla por la noche su hermana le confesó lo que había hecho. Al principio pensó que era broma, pero comenzaba a hilar todo y entendía a la perfección porque la rubia se había ido de prisa a casa.

Le cuestionó aquella acción, pero Itziar se respaldó con un "bueno y que te importa que se enoje, ¿Solo quieres hacerle un hijo no?" Las ganas de decirle a su hermana que se había enamorado de la humana eran enormes, pero se las había aguantado.

Ahora solo estaba caminando de lado a lado en la oficina deseando que algo bueno se le ocurriera, una excusa razonable para que ella le creyera que no era su esposa sino su hermana... y es que ella no iba a creerle.

Suspiró, no había manera de salir de aquel embrollo. Itziar no iba a ayudarle a desmentirse y la rubia seguramente no querría volver a hablarle.

Pasó saliva e hizo clic en el intercomunicador para llamar a su secretaria a su oficina, la chica sin responder nada entró por la puerta y se acercó con una cara seria al escritorio.

— Elisa... —comenzó él pero ella lo interrumpió abruptamente.
— Señorita Moreau —corrigió— y no, señor Paredes, nada de lo que vaya a decir para remediar el hecho de que me ocultó que tenía una esposa me lo voy a creer. —su voz sonaba molesta y firme— no puedo creer que me haya engañado para que yo me enamorara de usted —un nudo se formó en su garganta— dios, y yo lo besé... —se cubrió el rostro con su mano... Ginés se sentía culpable de verla así, y se sentía mal.
— Perdóname —fue todo lo que pudo decir... No podía decirle nada más. La única solución viable que veía era ser honesto. Pero ser honesto en serio y confesarle quién era, para que así ella creyera que la mujer que había llamado era su hermana y que si no la había visto antes era porque ella al igual que él era un demonio y nada tenía que hacer en la tierra.

Pero todo eso de igual forma la alejarían de su lado, porque o lo creería loco o no querría estar con él. Después de todo... ¿Quién en su sano juicio quisiera compartir vida con un demonio?

— vete al infierno —contestó ella con la voz rota y se dió la vuelta para salir de ahí y correr al baño a llorar de nuevo.

Aunque su plan fue interrumpido por el teléfono sonando de nuevo. Se tranquilizó a si misma un poco y contestó. Para su suerte, no era la voz de una mujer está vez, si no de Chemi.

Elisa, ¿Cómo estás? —habló tan animado como siempre— perdóname por no llamarte antes, sé que habíamos acordado una cita para ir al restaurante que te decía, pero he estado tan ocupado con un millón de cosas que me olvidé por completo de esa cita, aunque no de ti —la rubia dejó escapar una sonrisa con el último comentario, era como la parte opuesta del rubio.
no te preocupes, la verdad es que yo tampoco lo recordaba —confesó— mi cabeza está en la luna —claro, ¿Cómo iba a recordar la cita con el chico si su cabeza había estado ocupada pensando en el rubio que la estaba conquistando?
bueno, entonces... —el joven alargó la ese al final de la palabra— ¿Te parece si salimos a cenar a ese restaurante esta noche? —invitó con un nerviosismo claro en su voz— yo puedo hacer unas llamadas y nos darán una reservación al instante —la chica lo pensó... No estaba muy de humor para salir, pero tampoco quería quedarse en casa.
de acuerdo —dijo ella con un tono amable para no sonar desinteresada.

Ahora solo quedaba olvidarse de Ginés, esperaba que su enamoramiento no fuese muy intenso.

Dᴇᴍᴏɴ ~ Wᴀʟʟs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora