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La cena terminó en silencio, no se había hablado mucho

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La cena terminó en silencio, no se había hablado mucho. Realmente... Era raro pero bueno, acabó pronto.

— Nosotros tenemos que ir a casa, pero vendremos mañana temprano para seguir con los preparativos de la fiesta de Nana —dijeron los padres de la chica, Elisa asintió y se levantó. Les dió un abrazo y se separó.— fue un gusto conocerte Ginés, en verdad lo fue —sonrió el padre de Elisa con un brillo en su mirada.

Claro, claro que le daban celos, que le provocaba miedo que su hija saliera con alguien. Pero veía bondad en ese chico, y veía a su hija feliz así que, él estaba bien con ella.

Los dos adultos salieron por la puerta dejando a las chicas y a la anciana con el demonio de apariencia joven. Este miró a Elisa, que sonrió y le acarició la mano.

— tengo que ir a hablar con Meg, puedes ir a tu habitación o charlar con mi Nana si gustas, estoy segura que puede contarte un par de buenas historias —sonrió la chica y se alejó luego de darle un beso en la mejilla.

El rubio se quedó viéndola irse, hasta que esta desapareció de su vista. Sonrió y se encaminó a su habitación, aunque al pasar por el salón lo detuvo una voz femenina.

— Ginés, ven —pidió la mujer, el demonio se acercó lentamente y miró a la mujer a los ojos.
— ¿Pasa algo? —preguntó, la señora de edad mayor le indicó con su mano que tomara asiento frente a ella, él obedeció y suspiró aterrado.
— Veo que haces feliz a mi nieta, y me alegra mucho —comenzó la mujer, aunque dió un par de tragos a su café y esto solo asustaba más a Ginés— pero creo que hay algo raro entre ustedes, hay algo raro contigo —el rubio pasó saliva y negó.
— No hay nada raro conmigo, soy un hombre normal nacido en Murcia —soltó, la mujer entrecerró los ojos. Ginés era seguramente más viejo que ella, llevaba más de 100 años viviendo como un demonio. Pero solo 10 años viviendo como un humano joven en España. Tenía miedo que la mujer se diera cuenta que no era un humano normal, seguramente ella sabía más.
— pero tú no eres su compañero de trabajo como dijeron en la cena, ustedes esconden algo y lo que más me asusta, ella esconde algo. —volvió a beber de su taza— creo que está embarazada, siento una vibra rara en ella. —Ginés abrió sus ojos a tope, y tosió un poco producto de su fallido intento de pasar saliva.
— ¿Qué? —dijo cuando pudo hablar, la mujer rió un poco.
— No te asustes, Ginés... Elisa es una buena chica, y estoy seguro que sería una mejor madre. —en parte lo tranquilizó, no actuaba de mala manera la mujer, solo quería saber la verdad— dime, Ginés. ¿Está embarazada? —no podía echarse de cabeza solo, tenía que seguir mintiendo aunque lo que quería era decir la verdad.
— no lo está, señora —sonrió, la mujer igual— debo ir a dormir —se levantó del sofá y caminó fuera, pero la voz de la anciana lo detuvo de nuevo helandole la sangre.
— Mejor será que no lo esté, Ginés, y mejor aún será que no planes dejarla sola para quitarle tu demonio nueve meses después —Ginés estaba de espaldas a la mujer con los ojos a punto de salirse de sus cuencas, y con el corazón latiendo de manera veloz. ¿Cómo sabía aquello la mujer?
— pero como... —murmuró, se giró a verla con un porte recto. Sin intimidarse, volviendo a aquel demonio serio e intimidante que era al llegar.
— Que no me veas la aerola no quiere decir que no te puedo reconocer, hace años que me retiré del cielo, antes de tener a mi hijo por supuesto —Ginés sonrió... La mujer era un ángel, claro.
— Un ángel, vaya —rió, los encantos de Elisa tenían que tener una explicación— ¿Elisa también lo es? —preguntó, la mujer negó.
— No, me retiré antes de tener a mi hijo y tuve al padre de Elisa con un mortal, lo que convirtió a mi descendencia en humanos sin más —alzó los hombros— ¿y tú? ¿Qué haces aquí? —le volvió a indicar que se sentara, aunque esta vez como un viejo amigo y ofreciéndole una taza de café.
— llegué hace 10 años a Murcia, luego regresé al infierno y he estado yendo y viniendo en busca de aventuras... Aunque he de admitirle que me he enamorado de su nieta —la mujer soltó una carcajada sonora.
— ¿Un demonio enamorado? Ahora sí lo he visto todo —dijo entre risas la mujer haciendo al rubio sonreir— supe desde que te vi entrar por mi puerta que no eras un hombre normal, pero ahora que lo pienso... Eres el demonio más humanizado que he conocido —sonrió— veo que eres un buen demonio después de todo —Ginés rió un poco.
— no estaba en mis planes enamorarme, ni siquiera sabía que podía hacerlo. En verdad... Todo es culpa de esa aura angelical que Elisa expira. Me atrajo desde el primer minuto en que la vi —confesó— ¿Puedo hacer una pregunta?
— las que quieras Ginés, somos familia ahora —sonrió la vieja. No solía tratar con demonios porque demonios y angeles no se juntaban... Pero ella no era más un ángel y él no era un demonio cualquiera.
— ¿Cuántos años llevas viviendo? —sonrió al preguntar y bebió de su taza.
— 302 —contestó la mujer, muchos más de los que Ginés tenía— ¿Tú? No pareces muy experimentado, tendrás unos cien años.
— Efectivamente, 115 —respondió, ambos personajes se miraban a los ojos con un toque de gracia.

Cómo era el destino, que había mandado a Ginés a conocer a Elisa, la nieta de un ángel retirado, él... Él un demonio enamorado de la nieta de un ángel.

Era un chiste perfecto, aunque fuese una anécdota verdadera.

La relación entre la Nana de Elisa y Ginés sería más grande que con cualquier otro miembro de la familia, después de todo aunque fueran personajes contrapuestos; un ángel y un demonio, eran personas incomprendidas por los humanos. Y tenían eso en común.

Dᴇᴍᴏɴ ~ Wᴀʟʟs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora