El pacto

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Albus se reunió con Alice a la hora acordada en la sala de Encantamientos. Esa mañana, ella se había hecho una trenza y llevaba el pañuelo que el día anterior le había servido de coletero anudado alrededor del cuello. Albus cerró la puerta tras de él y Alice le mandó sentarse a una mesa.

—Bienvenido a mi clase particular súper-dura sobre el hechizo Casco-burbuja —bromeó—. Bien, comienza a apuntar.

Eso no parecía haberlo dicho en broma, porque se apoyó en la mesa del profesor y esperó a que Albus sacara el cuaderno. Cuando él hubo sacado todo el material, Alice empezó.

—El encantamiento casco-burbuja es particularmente útil para situaciones en las que no puedes respirar. Sea bajo el agua o en una habitación gaseada, este hechizo te protege. Ahora, voy a hacerlo. Presta atención.

Alice sacó su varita. Su mango tenía forma espiral y sobre el resto del palo se deslizaba el dibujo de unas vides en tonos dorados. Albus sabía que la madera con tonos dorados era de peral.

—¡Bullacaptis!

De la punta de la varita salió una luz turquesa que creó una burbuja alrededor de su cabeza.

—¿Te has fijado bien? Venga, vamos a practicar el movimiento de varita y tu postura. ¡Finite incantatem!

Alice era exigente, aunque también tenía paciencia y no le importaba esperar y repetir algo hasta que saliera. Las primeras clases fueron teóricas, tanto sobre el hechizo como la postura del cuerpo y de la varita. El sábado antes de Halloween, cuando quedaban apenas un minuto para el final de la clase, Alice por fin le dejó probar a lanzar el hechizo.

—¡Bullacaptis! —ordenó Albus a su varita, pero de la punta apenas salieron unas diminutas chispas turquesa.

Albus miró a Alice con la cabeza baja.

—No te preocupes, Albus —le sonrió ella—. Es un hechizo de sexto curso y tú estás en segundo. La semana que viene practicaremos hasta que te salga.

Dando la clase por acabada, Albus y Alice comenzaron a recoger sus cosas cuando alguien llamó a la puerta. Una chica negra y con el pelo teñido de turquesa se asomó.

—¡Aingeal! —le sonrió Alice.

—Hola. ¿Habéis acabado?

—Sí. Oh, Albus, te presento a Brier Orel, mi novia. Bri, este es Albus Potter.

—Ah —Brier entró en el aula y fue hacia Albus—. He oído hablar de ti.

Aunque no llevaba el uniforme, en el cuello le colgaba la bufanda de Hufflepuff. Era más alta que Alice, mucho más delgada y menos sonriente. Pero tal y como miró a Alice después de estar hablando con Albus de trivialidades, Albus supo que guardaba mucho más cariño que el que mostraba. Alice le acarició el pelo a su novia y ambas se despidieron de Albus.

Cuando Albus entró en su habitación esperando tenerla para sí y poder descansar, se encontró que ya estaba ocupada. Richard dio una patada al baúl de Sekinci y tiró de una de las cortinas, que se rajó.

—¡Rick!

Albus intentó detenerle y, aunque no lo consiguió, Richard se detuvo tras darle otra patada al baúl.

—¿Qué ha pasado?

—¡Los Sekinci han hechizado a Mathius! ¡Y luego Cian ha intentado meterse, y ahora todos están en enfermería! ¡Estoy harto, Al! ¡Es un matón, un...!

Albus tragó.

—¡¿Cómo no le han castigado ya o le han expulsado?! —siguió Richard.

—No sé...

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⏰ Última actualización: May 11, 2020 ⏰

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Albus Potter y el ojo del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora