Tired boy

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Tony estaba enfadado, harto realmente, de que la psiquiatra le hablara como si fuera un bebé, no quería más preguntas ni que le hablaran como si fuese un niño tonto de su colegio. Sus pies se movían ansiosos mientras colgaban de la silla, la habitación era muy blanca y no le gustaba para nada, además, él odiaba los espacios tan blancos y pequeños.

— ¿Cómo conociste a Steve, cariño?

—¿Por qué quiere que le hable de Steve? ¿Para decirle a mi madre que no es real? —Bufó el pequeño.

—Es por que suena interesante—Le sonrió dulcemente, Steve tiró de la camisa de Tony.

Tony sabía que los psicólogos fingían tener una pizca de interés por lo que tu les contaras, así que no veía porque con un psiquiatra habría de ser diferente.

Creo que está bien si le cuentas, me agrada—Y aunque al rubio no le cayera para nada bien esa doctora, no quería que fueran crueles con Tony.

—No quiero contarle Steve, no me gusta, dije que ya no me importaba quien me crea.

Pero Tony, si le contamos, quizá nos deje ir pronto, tendremos más tiempo para irnos a tu cuarto y jugar lo que queda del día—Era su método de convicción.

La doctora observaba sorprendida, era una conversación estructurada de Tony hacia la nada, ya había visto casos similares pero los niños solo mencionaban cosas como "Me dijo que juguemos juntos"... No parecía una conversación.

—Steve y yo nos conocimos en mi patio—Hizo una pausa para luego tomarle la mano a Steve y así sentirse más seguro.

—Cuéntame más, cariño—Lo alentó escribiendo en su tablilla que tenía un par de stickers muy infantiles según Tony, pero dignos de una psiquiatra en el área de pediatría.

—Uhm, yo estaba jugando con una pelota, y cuando se fue hacia los arbustos, Steve la devolvió hacia mí, la recogí, jugamos todo el día, y luego Steve se quedó conmigo para siempre, y así seguirá.

La doctora esbozó una sonrisa, iría con calma porque sabía que Tony sería un caso muy especial. Aún más al notar que estaba a la defensiva y que los Stark serían una familia difícil de tratar.

—Steve me lee cuentos, comemos juntos, me acompaña a la escuela y sus galletas favoritas son las que prepara Jarvis para nosotros... también nos gusta tomar chocolate caliente.

Cuando por fin terminó la sesión, Tony y Steve esperaron en la sala de espera ya que Maria estaba charlando con la doctora.

—Maria, aún tenemos que desarrollar varias sesiones, quiero descartar diversas enfermedades, así que si no puedo apresurarme y darte un diagnóstico... No sería lo adecuado—Mencionó dando un vistazo a su tablilla.

—Entiendo... solo quiero que sea lo más rápido posible, está preocupándome mucho... tiene ese tal amigo imaginario desde hace ya seis años—Se abrazó a sí misma algo avergonzada. A veces comenzaba a creerse todas esas palabras de su esposo sobre ser una mala madre.

Se sentía ridícula por apenas llevar a su hijo al psiquiatra, añadiendo que le daba miedo lo que sus amigas de la alta sociedad comenzaran a decir sobre su hijo o sobre ella.

—Es algo alarmante, lo sé, pero por ahora, traten de desprenderlo de Steve, no de golpe, necesita amigos de su edad, pero no debe sentir que excluyen al actual.

Maria tomó cada consejo saliendo del consultorio pensativa, Tony subió la mirada, ahí estaba, su pequeño niño en una sala de espera moviendo sus pies expectantes y leyendo desde lejos esos letreros en la pared que mostraban las partes del cerebro y demás cosas, era un consultorio muy infantil para gusto de Tony pero el adecuado para gusto de María.

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