Capítulo 4

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"En la madrugada, la iglesia bajo la penumbra parece estar llena de demonios "

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Sakura se contrajo en el sillón con la mirada perdida en uno de los cuadros colgados en la pared, el cual estaba diseñado con pinceladas suaves en delgados trazos logrando una pintura abstracta que le calmaba los dolores de cabeza cada que la veía. Kakashi se inclinó un poco y le sirvió algo de té, recibiéndola ésta al sentirse observada como quien le atraviesa la pesada mirada hasta lo más recóndito de su corazón.

—¿Recuerdas el por qué en tu sueño Itachi se marchó?

Ella sopló suavemente el humo que salía del vaso por lo caliente que estaba la bebida, negando levemente. Una resistencia más aparecía, provocando que el hombre volviese a entablar conversación con un objetivo claro.

—¿Te parece si hacemos un pacto?

Aquello encendió algo en sus neurotransmisores, lo suficiente para que el verde de sus pupilas se dilataran un poco. Kakashi ya había hecho tal pacto con ella en su segunda sesión, pero ésta lo escondía en lo más profundo de su memoria como defensa absoluta.

—¿De qué trata?

—Yo te diré que pienso de mí y a cambio tú me dirás que piensas sobre ti, sobre tus hermanos y si así lo deseas, sobre mí.

Los músculos delgados de la mujer se tensaron un poco, bebiendo un sorbo y dejando el recipiente en la pequeña mesa frente a ella.

—No siento que sea equitativo —susurró manteniéndole la mirada con las mejillas manchadas—, si quizá me dices cosas personales tuyas puedo tratar de pensar en lo que me pides.

Kakashi se mantuvo tranquilo, mirando el reloj. La había pescado y ella había halado del anzuelo.

—Me parece bien —escribió algo en su libreta y se re acomodó en su asiento, notando el cómo ella hacía exactamente lo mismo que él al removerse en su puesto—. ¿Qué piensas de ti Sakura?

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Sakura salió de la habitación al sentir que nuevamente Itachi comenzaba a esquivarla, adentrándose éste al baño y encerrándose dentro. Aquello causaba un gran repelús en su interior, el cómo minutos atrás había logrado que la acariciara, que le correspondiera sus gráciles besos, que le enseñara nuevamente que la amaba tanto como ella a él... pero su maldita cabeza traía a su hermano menor, al Uchiha que la miraba de cabeza a pies como si la cosa no fuera con él. Mordió su labio inferior ante el punzante dolor en la parte lateral de su cráneo.

Comenzaba a dudar... con quién de los dos había sostenido aquel amor infinito, y cuál de ellos la había rechazado sin rechistar. El compasivo, el cruel, el que cedía a sus demandas, el que rechazaba su actuar. El que se colaba en las noches a su habitación, el que le permitía entrar a su recamara.

Su corazón tembló y se encaminó a su propia habitación, sujetando aquel lápiz labial que estaba por acabar de tanto que terminaba siendo lanzado al suelo, como repetía en aquel momento hasta que su cuerpo denotó el cansancio absoluto, acostándose en la cama con la mirada perdida en las negras sábanas. Sola. Abrazó una de sus almohadas, perdiéndose en el mundo de los sueños.

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Su labio inferior tembló y dudosa comenzó a hablar como nunca antes lo había hecho.

—Soy fea, indeseada, estúpida, psicótica, confusa —frenó al apretar los puños en sus propios ojos para evitar que las lágrimas se aglomeraran en sus lagrimales—. Pero también soy bonita, deseada, inteligente, exigente, clara.

Hatake tomó nota de cada una de sus palabras, porque aquello no era su concepto, perteneciendo aquellas frases a la definición de Sasuke e Itachi con respecto a ella y se lo comunicaban libremente por hechos, palabras, indirectas. Por lo tanto, su pensamiento se atrofiaba al confundir y apropiar lo que no pertenecía a sí misma.

—Y ahora dime, ¿qué piensas de ti? —la pregunta repetitiva la hizo mirarlo a los ojos, sintiendo su pecho subir y bajar por la demandante respiración que galopaba entre sus pulmones por la ansiedad de confrontarse a sí misma.

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Sus párpados adormecidos se abrieron en medio de la madrugada al sentirse observada, levantándose de golpe a lo que sus manos fueron sujetadas y su cuerpo acorralado contra el espaldar de la cama. Podía oler aquella colonia fuerte combinada con algo de nicotina, siendo presos sus pupilas verdosas por la oscuridad que reguardaban aquellas esferas negras. Tragó al sentirse débil, sintiendo ahora el cómo éste se hundía en la curvatura de su cuello, respirando sobre su piel.

—¿Sasuke? —jadeó obteniendo aquel mordisco que la hizo curvar la espalda.

—Sakura —sus palabras paladeadas dieron de lleno en su pecho, sintiendo el ardor en sus muñecas al ser sujetada con más fuerza—, ¿qué mierda hiciste con mi hermano?

Su estómago se sintió desfallecer ante el vacío de sus costillas, no entendiendo más que su amado estaba frente a ella mostrándole aquel afecto que tanto deseaba, que tanto amaba, que tanto odiaba. 

Lo aborrecía.

Su silencio fue suficiente para provocar que éste terminara sobre ella, devorándole la boca con un apasionante beso que le heló la sangre. Sus delgadas muñecas fueron liberadas y ésta le revolcó las hebras oscuras por cada que introducía su lengua en ella, abrazándolo con sus muslos alrededor de su cintura por el miedo que la socorría si él se separaba.

En cuanto Sasuke se distanció lo suficiente para hablar la aprisionó más contra la colcha al tener sus manos nuevamente en sus brazos, impidiéndole movimiento.

—Hoy estuve con otra chica —le comunicó—, y me vine lo suficiente para no prenderme contigo.

La crueldad removió aquello que había logrado calmar, comenzando a llorar a mares en lo que él se separaba por completo y se dirigía a la puerta de la habitación ajena, saliendo de la recamara de su hermana, causando que la habitación terminara repleta en gritos en lo que éste se encerraba en su propio espacio, mirando el celular y colocándose los audífonos que impedían el escuchar de los pasos rápidos por los pies descalzos mientras miraba el reloj. 

La madrugada era su tiempo predilecto.

Itachi entró a la habitación de su hermana contrariado por sus sollozos descontrolados, viéndola ahí sentada sobre la cama con las manos en la cabeza sin dejar de padecer. Caminó hasta ella y la atrajo hacia su cuerpo, sintiendo la respiración alebrestada sobre su pecho desnudo. Sus largos dedos acariciaron el largo cabello rosa.

—Dormiremos juntos Sakura —comenzó por donde sabía y ella se calmaba—, no estás sola, tranquilízate.

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—Yo —tartamudeó—, no lo sé.

El psicoterapeuta notó el descarrilado nivel de ansiedad que comenzaba a mostrar, lo adecuado era frenarlo, distraerlo, apaciguarlo.

—¿Qué piensas de mí Sakura?

La pregunta la tomó por sorpresa, comenzando a respirar un poco más suave que antes y aproximándose nuevamente a la taza de té para beber un poco de su contenido.

—Te pareces mucho a él —articuló—. A Sasuke.

Aquello lo hizo ladear un poco la cabeza.

—¿Cómo es Sasuke?

El penumbroso silencio abordó la sesión para quedarse acompañándolos. 

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