𝟎𝟑

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Palermo en todos los meses que llevaba viviendo, desde la noche que se había marchado de aquel anticuado monasterio, no esperó jamás volver a divertirse de la manera en la que lo estaba haciendo esa noche. Junto a Siena.

Ambos estaban sentados en el gastado suelo de madera, uno al lado del otro, con sus espaldas apoyadas contra la pared, todavía polvorienta, de la habitación. Siena abrazaba una taza humeante de té de hierbas entre sus manos, y Palermo una copa de vino tinto añejo que había logrado sobrevivir de su antigua colección.

Hablaron de variados temas. Siena estaba emocionada por contarle como habían sido las cosas en el atraco anterior, toda una experiencia nueva para ella. Por otro lado, Martín se limitaba únicamente a escuchar expectante cada uno de sus relatos, e interrumpirla para lanzar a través de sus labios machados de vino, algunos de sus comentarios.

— Entonces, podemos decir que siempre todas las cosas se van a la mierda por culpa de Tokio, ¿no?—. Resumió divertido, bebiendo el líquido agrio de su copa.

— No digas eso...—. Lo reprendió Giovanna golpeando su hombro, sin ganas.— Sé que es impulsiva y es, literalmente, una bomba de tiempo. Pero es una increíble amiga, y la mujer más valerosa que he conocido en años—.

— Una cosa no tiene nada que ver con la otra, Gio.— Habló Palermo mirándola a los ojos.— Con este tipo de personas, hay que tener cuidado. No piensan las cosas dos veces, y en una situación así, son un verdadero peligro.—

— Todos hemos cometido errores a lo largo del atraco, no te imaginas lo difícil que se vuelve la convivencia.— Se quejó Siena, rodando los ojos.

—¿Ah sí? ¿Y qué cagada te mandaste vos ahí adentro?—. Preguntó divertido el argentino golpeando el hombro de ella, esta vez.

─ ¿Y crees que te lo diré, solo para que tengas material para burlarte de mí por el resto de la noche? Estas de coña.─ Resopló la castaña, mordiendo su labio inferior para contener la sonrisa que amenazaba con decorar su rostro.

─ ¿Ves que siempre estás pensando lo peor de mí?─. Le reprochó el ojiazul, alzando la cejas con fingido dolor.─ Lo único que estoy haciendo es informarme sobre las debilidades del grupo, para estar preparado.─

—Ah vale, discúlpame. Casi que me olvidaba que serás nuestro líder allí dentro—. Objetó la joven con un dejo de cinismo, hundiendo sus labios en su infusión de hierbas silvestres.

— Acepto tus disculpas. ¿Te pensás que me voy a perder la oportunidad de remarcarte los errores, señorita?— La molestó Palermo dibujando una sonrisa burlona en sus labios, levemente manchados por el vino tinto.

Siena dejó de lado su taza, casi vacía, para recostar su cabeza en el hombro de Martín. Volver a embriagarse con el aroma de su camisa, era algo que disfrutaba.

Palermo apoyó su mejilla sobre la cabeza de la joven, sin dejar caer del todo su peso sobre ella.

— No me has dicho que has estado haciendo todos estos años, Martín.— Acusó Siena, con extrañeza.

— Nada interesante, la verdad. Escuchando música casi todo el tiempo... Música de mi adolescencia.— Respondió él, recordando sus días junto al tocadiscos, y a una botella de alcohol en donde ahogaba sus penas.— Viajaba al boliche más rasposo de Buenos Aires...—.

— ¿En qué época has sido tú un adolescente, Berrote? ¿Acaso existían ya, los tocadiscos?—. Le preguntó burlonamente Siena, dibujando una sonrisa radiante en sus labios.

— No te desubiqués, pendeja.— Le advirtió Palermo, llevado sus manos a su abdomen y haciéndole cosquillas sobre las costillas de su lateral derecho. Siena chilló y estalló en carcajadas intentando soltarse del agarre del argentino.

𝐒 𝐈 𝐄 𝐍 𝐀 [Palermo] LCDPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora