𝟏𝟎.

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𝙀𝙓𝙏𝙍𝘼𝙉𝙅𝙀𝙍𝙊𝙎 𝙔 𝙃𝙊𝙎𝙋𝙄𝙏𝘼𝙇

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—Nunca hubiera terminado el puente sin ustedes —sonrió Tazuna—. No puedo decirles cuanto los extrañaremos.

—Cuídense mucho —dijo Tsunami.

—Gracias —sonrió Kento—. Por todo.

—¡Ya, ya, no se azoten! ¡Volveremos para visitarlos muy pronto! —exclamó entusiasmado Naruto.

—¿Me juras que lo harás? —le preguntó Inari aguantando las ganas de llorar.

—Por supuesto, ya sabes Inari, está bien que llores si quieres, no hay nada de malo en eso, adelante —le dijo el rubio al pequeño con los ojos cristalizados.

—¡Quién dice que quiero llorar! Además si no tiene nada de malo ¡Por qué no lloras tú! —algunas lágrimas le cayeron.

—No, tú primero —respondió Naruto igual que el niño.

Se quedaron mirando un momento aguantando las lágrimas.

—Ah, ¡Olvídalo! —clamó Naruto y se dio vuelta.

—¡Ah! —sollozó Inari.

Los dos se pusieron a llorar en silencio.

—Que emotivo —comentó Shiro un tanto irónica, sonriendo.

—Llega a dar vergüenza ajena —replicó Kai con una mueca, haciendo reír a Kenji.

—Vamos —ordenó Kakashi a lo que todos se acercaron.

Y sin más dilación partieron hacia la aldea, el "Gran puente Naruto" quedaba atrás.

Al contrario como se esperaban, el camino de vuelta fue bastante animado y entretenido. Entre bromas, risas y algunos descansos, el viaje fue ameno. Al arribar en la aldea ambos equipos fueron donde el Hokage, reportando todo lo ocurrido en ambas misiones y especialmente de la que acababan de regresar. Al acabar los genin fueron dejados libres a lo que Sasuke desapareció casi de inmediato alegando estar cansado, Sakura le siguió al segundo intentando convencerlo de ir a comer juntos, por otro lado Naruto aprovechó la oportunidad de ir corriendo a comer a Ichiraku dejando finalmente al equipo nueve solo.

El trío caminó lentamente en dirección a sus hogares, querían llegar rápido para ducharse y dormir pero no tenían la suficiente energía para caminar más rápido que eso.

El repentino tambaleo de Shiro alarmó a sus acompañantes, la de cabello celeste se detuvo y tomó el hombro de Kenji para recuperarse.

—¿Estás bien? —preguntó el chico con preocupación.

—Sí, sí, solo me mareé un poco.

—Estás pálida —comunicó Kai, acercándose a ella y poniendo una mano en su frente—. Estás ardiendo, debes tener fiebre.

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