DIEZ

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Mi estomago ruge. Tengo hambre, mucha hambre. No sé cuanto llevo sin probar apenas bocado. ¿Dos días? ¿Tres?

No me he movido de aquí en estos días ni siquiera para ir al baño. Estoy sucia y sé que huelo fatal. El hombre que me dejó comida no ha vuelto pasar por aquí, y ya me he comido lo que me dejó.

Estoy lejos de casa, mucho. No quería estar en el mismo radio, así que me fui lo más lejos que pude. Estoy en Seattle, resguardada debajo del toldo de una tienda.

Me levanto, sacudo mi trasero. Cojo la manta y empiezo a caminar, sin rumbo ninguno. No entiendo porque la vida me castiga de esta forma tan injusta.

¿La vida me está diciendo que acabe con mi vida? ¿Qué no valgo nada y que es mejor que me vaya?

Miro mis pies al caminar. Mis zapatos sucios y mojados chapotean con cada pisada.

Choco con alguien. Retrocedo unos pasos, aturdida. Miro atemorizada con la persona que me he chocado. Le pido perdón sin saber siquiera quien es.

¡Es él!

Es el señor que me ayudó hace días.

—¡Es usted! —exclamo de alegría —quería agradecerle lo que hizo por mí la última vez.

—Solo quería ayudar. ¿Ya tienes un techo? —su pregunta hace que me ruborice.

—EhSi. Es a unas cuadras de aquí. Hacia allí —señalo a mi espalda.

Juego con el bordillo de mi ropa. No me cree. Si no, no estaría tan sucia.

—¿Por qué me mientes? — su voz es dura, como si me estuviera reprendiendo —¿Sigues en ese mismo sitio verdad?—.no responde —mírame cuando te hablo y responde.

—Si. He ido a estirar un poco las piernas. —mi excusa se queda corta. Me reprendo por hacerme la orgullosa en estas circunstancias. Cojo aire, mentalizándome —¿tiene algo de comer? Por favor, tengo mucha hambre.

—Despierta, Grace. Es solo una pesadilla. Estoy aquí contigo —la voz de Andrew hace que salga de mi pesadilla.

Agarro su mano y entierro mi cara en su pecho. Mi respiración irregular y mis sollozos ahogados es lo único que se escucha en la madrugada. No puedo más. Siempre aparecen esos sueños tan malos donde me recuerda las peores etapas de mi vida.

—¡Necesito que acaben ya Andrew! No puedo más— las últimas palabras me salen entrecortadas, debido al llanto.

—Cuéntame que pasa, Grace. Necesito poder ayudarte.

Niego. No puedo contárselo.

Sisea para ayudar a calmarme. Me acaricia el pelo como solo él sabe hacerlo y poco a poco voy serenándome. Noto como se acuesta de nuevo en la cama sin dejar de acariciarme y pegarme a su cuerpo. Hago tres respiraciones profundas y aspiro su olor mentolado. Intento apegarme más a su pecho, como si quisiera fusionarme con su alma.

—Intenta dormir. Aún es demasiado temprano.

—No quiero dormir. Volveré a soñar lo mismo —intento levantarme. Aun no ha ni amanecido.

Me agarra de la cintura y vuelve acostarme. Me envuelve con sus brazos y sus piernas, haciendo que quede totalmente acorralada. Me pego a su cuerpo todo lo posible, no porque me apetezca dormir, sino porque no me queda más remedio. Vuelvo a quedarme dormida por el calor que desprende su cuerpo.

Despierto sola en esta gran cama. Doy vueltas, desperezándome. ¿Dónde está? ¿Qué hora es?

Me levanto, desorientada. Me ajusto la bata, ya que durante la noche se había aflojado y salgo de la enorme habitación.  Bajo las escaleras de forma lenta y perezosa. Ahora mismo me muero de sed y hambre. Me apetecería algo dulce, como un croissant.

Pasión Prohibida © (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora