VEINTIDÓS

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Termino de recoger mi mesa de trabajo. La limpio un poco por encima con una toallita húmeda. Ya es viernes treinta y uno de diciembre. Las tres de la tarde y varias horas antes de que sea la noche. Tengo el tiempo perfecto para cocinar y ponerme algo bonito.

Le toco la puerta del despacho a Caín. Me grita que adelante y la abro, apoyándome en el marco de la puerta.

—Ya me voy. Te lo he enviado todo por correo para cuando volvamos el lunes.

—De acuerdo, Grace. ¿Está todo bien? ¿Vas a ir con tu familia?

—De hecho... Son ellos los que vienen aquí. Tienen que estar en el avión ahora mismo, o en el coche. No sé como vendrán — le sonrío —¿y tú cenarás con tu familia?

—Claro. Aparte vendrán mis suegros y mis padres. La familia al completo —nos reímos —ve a casa y disfruta de la fiesta. Feliz año.

—Feliz año a ti también, Caín. No te vayas a casa tarde. No es día para trabajar.

Me voy de la empresa, felicitándolos a todos antes de irme a casa y ponerme a preparar la cena de esta noche.

Tocan el timbre. Me limpio las manos con el paño de la cocina y abro la puerta. Me encuentro a un sonriente y fresco Jake.

—¡Jake!¡Has venido! —le doy un abrazo, el cual me devuelve, envolviéndome en su cálido cuerpo.

—Claro que he venido. Como iba a rechazar un super fin de semana en Los Angeles con la chica más hermosa de Estados Unidos.

Le doy un golpecito en el hombro y pasa, dejando su pequeña mochila en la entrada.

—Estoy cocinando. Espero que te guste el pollo a la barbacoa y el marisco.

Pone gesto serio, borrando esa preciosa sonrisa. Mierda. Ya la he fastidiado. No le gusta, seguro que ahora prefiere quedarse en su casa.

—Me encanta — se empieza a carcajear. Me muerdo el labio inferior —¡Te deberías haber visto la cara!

—¡No tiene gracia! Me había asustado —meto las patatas y el pollo en el horno durante una hora.

—Nunca rechazaría el pollo a la barbacosa —me revuelve el pelo, ahora es cuando parece darse cuenta—te lo has cortado. Me gusta como te queda. Pareces más joven.

—¿Más? Pues habré retrocedido a primaria —ambos nos reímos —ven. Te enseñaré la casa.

Coge su mochila y le voy enseñando cada habitación.

—Lo que más me gusta es el balcón por las vistas y la cocina, pero esta habitación no está nada mal —abro la puerta de la habitación principal.

—¿Entonces yo duermo en la de invitados verdad?

—De hecho... Duermes conmigo —se le cambia al gesto a uno más avergonzado e incómodo — no me malinterpretes. Es que mis padres vienen esta noche y ellos dormirán en esa habitación, porque sería raro si duermen separados, o si tienes que dormir con uno de ellos en la habitación —frunzo el ceño— la cama es bastante grande.

—¿Voy a conocer a tus padres? —asiento —joder. Que nervios.

—No estés nervioso. Son personas maravillosas. Te lo prometo. No querrás separarte de ellos.

Dejo la maleta encima de la cama y volvemos a la cocina, donde nos ponemos a hablar y a cocinar. Me ayuda con los mariscos. A limpiarlos y a prepararlos adecuadamente para no hacer un estropicio.

—No quiero preguntar pero ¿Qué ha pasado con el tema de Andrew?

Me quito el delantal, doblándolo en partes iguales.

Pasión Prohibida © (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora