➱Capítulo uno.

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La rubia se encontraba guardando ropa en una valija mientras una niña de dos años estaba sentada en la cama, a su lado, con un peluche en su mano.

—¿Y la tía Cherl?—dijo pronunciando mal su nombre, pero Betty la entendía.

Aquella pequeña había aprendido hablar muy bien en sus últimos meses.

Betty sonrió—Adi, ella se quedará acá.

La niña hizo puchero con sus labios—¿Y nosotros porque nos tenemos que ir?—preguntó esta.

—Betty, ¿estas segura de que es buena idea ir con los chicos?—preguntó Cheryl—Estás bien aquí, ambas. Piensa que ahí estás con prácticamente una pandilla

Betty miró a su prima—Cheryl, de verdad estaremos bien. Yo quiero hacer mi vida, quiero estudiar, y se que mis hermanos me ayudarán.

—Betty, ellos nisiquiera saben que irás.

La rubia suspiró—De verdad Cheryl, ya basta. Ellos no aparecen hace un año casi, ni siquiera vinieron al funeral de mamá. Son unos idiotas, e intentaré que cambien. Y además, yo también necesito un cambio—aseguró mirando a Addison.

Cheryl sonrió—Las extrañaré, pero las iré a visitar—dijo tomando a la pequeña en brazos.

—Yo también, titi—la niña abrazó a Cheryl.

Y así, Cheryl llevó a las ambas rubias hasta el aeropuerto, y cuando llegó la hora de abordar el avión, las tres chicas se miraron.

—Se que no tengo que llorar, pero se me hace difícil—aseguró Cheryl.

—No llores, titi. Con mamá volveremos—soltó Addison.

Cheryl sonrió—lo se, cariño—dijo asintiendo.

Betty abrazó a su prima y así subieron hacia el avión. La pequeña Adi iba en la ventanilla, iba a ser su primer vuelo y estaba mas emocionada que asustada. La rubia abrochó su cinturón y le dió su osito de peluche.

—Mami, ¿donde viviremos?—preguntó la niña mirando a su madre. Su madre joven.

Betty sonrió mientras acariciaba sus mechones de pelo—He comprado un departamento para ambas—dijo con una sonrisa—No es grande como la casa de la tía Cheryl o como la casa de la abuela, pero es suficiente para nosotras dos.—La niña hizo una mueca—¿Qué ocurre, mi cielo?

—¿Estaremos solas?

Betty rió con un leve aire de tristeza—Nunca lo estaremos—aseguró.—Vamos a ver a tus tíos.

—No los recuerdo—confesó la niña.

—Te he mostrado fotos, pero eras muy pequeña la última vez que los vistes. Ellos se fueron cuando tú eras pequeña.

—¿Como mi papá?

Betty hizo un silencio, al igual que la persona que estaba al lado de Betty dejó de hablar por teléfono. Eso había dolido a cualquiera que lo escuchara.

—Si, pero es distinto.—aseguró Betty asintiendo.

La niña asintió y recostó su cabeza en el hombro de su madre para cerrar sus ojos. Y durmió las cuatro horas del viaje, pero de lo contrario a la rubia mayor, la cuál no pudo hacer nada. Tenía miedo de aquel cambio, de aquel comienzo. Tendría que dividir sus horarios en trabajar, estudiar y cuidar de la pequeña, que agradeció el poder encontrar un lugar donde podía trabajar en su departamento.

Una fraternidad, una rubia y una bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora