Niña¿ Por qué paseas con un conejillo de indias por este lugar desierto?
Hoy la noche está intranquila, en el pasillo resuenan pasos que van y vienen, un gato duerme a mi lado y puedo recordar el sonido de las hojas crujiendo bajo nuestros pies y el césped, como siempre tan verde a nuestro alrededor.
Ciento veintiocho pasos más y tu voz ya había susurrado grandes aventuras, delirios sobrevalorados y perfectas melancolías.
Y niña¿ Por qué te cállas? Si tus palabras hacen más llevadera mi existencia y más exactos los poémas. No cálles niña, no lo hagas. No cálles, hasta que el universo escuche tu voz y caiga a tus pies.
Y niña¿ Por qué no vuelves a soñar? Bajo tus ojos puedo apreciar la tristeza y el insomnio de noches pasadas, recuerdos que rompen tu alma y te transportan a querer despedirte de la vida.
¿Por qué no sonríes hoy? Si algo en ti es tan fuerte.
Niña, puedes lograr que en este lugar desierto, dos mentes vayan recitando recuerdos resumidos en pasos, intentando comprender que no se puede cambiar el pasado como él nos cambió.
Niña, tal vez ciento veintiocho mil vueltas más en una tarde nublada logren recobrar la cordura de dos mentes inestables. Y tal vez entonces el universo caiga a tus pies.
Y tal vez entonces Camila, las hojas dejen de crugir bajo nuestros pasos, permitiéndonos volar más allá de este lugar desierto.