Parte 1: Zirve

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El pueblo de Zirve fue fundada en sus inicios como una ciudad minera como asentamiento para los trabajadores de las minas al oeste del continente, que fueron hechas para la extracción de cobre aprovechando un sistema de cavernas naturales. Cuando las minas cerraron tras la muerte de algunos mineros a causa de los derrumbes, ya que las cavernas eran muy inestables, la ciudad se mantuvo gracias a la llegada de aventureros que venían por los rumores de tesoros ocultos en las cuevas; los caza tesoros abundaban en un continente que rebosaba de tesoros ocultos de civilizaciones olvidadas, el pueblito se mantuvo por un tiempo hasta que se extendió la información de que los tesoros en las cavernas escaseaban mientras que las trampas y derrumbes sobraban. La falta de aventureros arruinó el turismo del pueblo sumiéndolo de nuevo en desgracia. Tan solo quedo un aventurero; un ex minero que gracias a sus conocimientos de las minas podía moverse con mayor facilidad en ese peligroso subsuelo: éste escribió un mapa que indicaba cómo alcanzar un tesoro que, por culpa de sus limitadas capacidades, era incapaz de obtener. El nombre del aventurero se perdió en el tiempo pero su legado no será olvidado.

La peste acabó por matar a los animales y la sequía acabó matando los cultivos, aquellos que ahorraron lo suficiente vendieron sus tierras y huyeron de Zirve, mientras que los que no ahorraron lo suficiente (probablemente porque fueron quienes compraron esas tierras inútiles) se encontraban ahora reunidos en la taberna; uno de los únicos establecimientos comerciales que aún seguía en pie. La taberna era un espacio acogedor, con buen decorado y, si bien era pequeña y cabían pocas mesas, siempre tenía lugar para todos. En la barra se encontraba Distolux; un bufón para nada bueno en esto de contar chistes que aun así insistía en continuar con su profesión, si bien su piel era clara y su complexión física era bastante sana y estándar no podía dejar de verse como alguien pequeñito, pálido y mal alimentado junto a su compañero de barra: Gabriel; un leñador fornido de aproximadamente un metro noventa con una pasión por el vino que lo hacia gastar su poco sueldo en la taberna noche tras noche en compañía de su frustrado compañero comediante a quien pagaba la cena. En una de las mesas se encontraba Erza; una mujer alta, con enormes músculos en sus brazos de tanto amasar pan, de piel morena y ojos color chocolate que trabajaba en la panadería del pueblo que tuvo que cerrar hace semanas ya que quien se encargaba de proporcionarle productos como harina o aceite (esenciales para su trabajo) se mudo de ciudad. A su lado estaban Marielle y Keitlin; ambas hermanas, hijas del alcalde del pueblo, Keitlin era una curandera, de ojos verdes y piel clara aunque no tanto como la de su hermana, bastante buena en el uso de las hierbas medicinales, que seguía en el pueblo no por falta de dinero sino para ayudar a su padre, quien se encontraba en grave estado de salud, por su parte Marielle que compartía con su hermana y padre los ojos verdes pero no su corto pelo rubio, era contadora y ayudaba a su padre con la administración de las finanzas de la ciudad, pero con los problemas del hombre ella era quien se encargaba de prácticamente todo. A la mesa de las chicas, llevando una bandeja con tres jarras llenas de cerveza llegaba Gastón: el dueño de la taberna; un hombre sonriente con un pelo largo trenzado que le llegaba a la cintura, un parche en el ojo derecho y una piel de un color que él describía como "color té" lleno de manchas rosas por una enfermedad que decoloraba la piel. El ultimo integrante de la reunión era Camardo; un hombre anciano de piel pálida con un lacio pelo gris, una calva en la cima de su cabeza y un bigote mal cortado, irónicamente era el barbero del pueblo que tuvo que cerrar su comercio mucho antes de la decadencia de Zirve, ya que todo el mundo se quejaba de su horrendo manejo de la navaja y desde entonces se corría el rumor de que para vivir se alimentaba de inocentes gatitos. Aun así nadie sentía lastima por Camardo, ya que era un anciano quejumbroso que aprovechaba cualquier oportunidad para hablar mal de otros.

-¿Por qué nos reunió el alcalde? ¿acaso piensa que no tenemos nada mejor que hacer?- refunfuño Camardo desde la mesa mas alejada que pudo encontrar del resto, junto a la enorme estufa de piedra.

Gremio de los MoribundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora