Pesadillas

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Mientras me acomodo para dormir un poco en mi agujero, recuerdo el día en el que mi padre y yo fuimos reclutados.

Para ambos era nuestra primera guerra. ¡Yo me sentía tan patriótico, tan emocionado! Pero, para mí padre era de otra forma, él se mostraba deprimido y preocupado. Y para aquel entonces era algo poco común, todos querían recuperar Alsacia y Lorena, era como la motivación de salvar Francia además decían que estaríamos de regreso antes de navidad.

Mi padre en aquel entonces tenía 38 años. Él y mi madre tenían 2 hijos; yo nací el 20 de mayo de 1896 y mi hermano el 13 de noviembre de 1898.

Cuando estalló la guerra yo acababa de cumplir los 18 años. La edad exacta para ser reclutado y mi hermano tan solo contaba con 15 años, él se recriminaba el no tener la edad suficiente para pelear y poder salvar a su país.

Si pudiera regresar el tiempo sabiendo lo que sé ahora, quitaría la cara de estúpida felicidad que tenía aquel día, en definitiva, mi semblante sería idéntico al de mi padre... UN HOMBRE QUE CONOCÍA SU DESTINO.

Nos despedimos en un andén lleno de alegría y gozo, de gente que al igual que yo estaban ansiosa por ir a la guerra y derrotar a "los villanos" de la triple alianza. Para recuperar el territorio que nos fue robado años atrás.

Mi padre y yo fuimos separados, nos dijeron que era debido al rango de edad, por esa razón paramos a distintos lugares.

Aún no tengo la certeza del porqué se enlistó, ya que ni siquiera tenía el rango de edad obligatorio, quizá creía que, si se sacrificaba él, nosotros no sufriríamos, tratando así de evitar toda la miseria que pudiéramos vivir. Vaya que ese día todos pecamos de ingenuos

Las últimas palabras que me dirigió mi padre en aquel fatídico día de la separación, fueron:

— ¡Espero que tu hermano no sea igual de idiota que tú y entienda lo que es una guerra! — Aún con todo su enojo que incluso hacía que su cara se volviera totalmente roja, me abrazó y me dio un beso en la frente, sin decir más subió al tren que lo llevaría a su nuevo hogar.

Desgraciadamente para mi padre, mi hermano mintió en su edad y antes de los 8 meses de guerra se fue a unir al frente, y la mayor de las tragedias fue que lo mandaron al peor...

Así los 3 Lesauvage estábamos todos en la guerra a mediados de 1915. Mi padre en el frente de Oriente medio, yo en el frente Balcánico y mi hermano en el frente occidental.

Me quedo dormido mientras recordaba todo esto y en mi sueño escuchaba la voz de mi hermano, veo lo que mando en su última carta, aquella que recibí hace ya un año.

Es un sueño tan vívido, es como si estuviera en la piel de mi hermano y puedo sentir todas sus emociones y experiencias, recordando cada letra de su carta con la voz que recordaba un poco aniñada que era característica de mi hermano menor;

Hermano no verás mi letra porque mis ojos son inservibles, pero una amable enfermera me está ayudando para poder escribirte.

Como te enteraste antes fui mandado al frente occidental, estuve en una de las tantas batallas que se viven en Ypres, hubo muchos ataques químicos, al igual que en otras trincheras.

Recuerdo como los sargentos nos gritaban que orináramos y mojáramos nuestras mangas. Pero era difícil y más actuar tan rápido.

¡Los malditos alemanes habían atacado varias veces con esos gases! Sentí como me quedaba ciego, mis ojos lloraban sin parar, mi garganta parecía quemada por un lanzallamas, mis pulmones dolían como si millones de púas los atravesarán, y mientras, no sabía que parte de mi cuerpo proteger, fuimos lanzados por los sargentos fuera de las trincheras, ahí algunos fragmentos de munición perforaron mi mano izquierda. Completamente ciego me tumbé al piso, arrastré mi cuerpo hasta donde sentí un agujero de lodo. Fingí estar muerto y me quedé dormido en tierra de nadie, quizá los deseos de nuestra madre me mantuvieron con vida, puedes decirle milagro si quieres, yo dejé de creer en Dios y no le daré ese crédito, pero sobreviví y en la mañana fui arrastrado, grité por el miedo, no sabía si iba de nuevo al infierno o si ya estaba totalmente sumergido en él, así grite. Mi compañero me dijo que me callara, me arrastró como pudo nuevamente a la trinchera. Los médicos les pusieron un vendaje a mis ojos. Y a mí y a otros soldados nos hicieron tomarnos del hombro, éramos un grupo de ciegos y heridos. Caminamos como pudimos a los camiones que nos llevarían a un hospital.

Ya allí mi mano fue amputada y mis ojos... ¡Ay, hermano mis ojos!

Los médicos se la pasaron diciéndonos que pudo ser peor, que la gente aprende a ver sin sus ojos.

Hermano te confesaré que en un descanso me comprometí con Selene, la hija del panadero, la amo desde que tengo memoria y la necesitaba; necesitaba aferrarme a ella para regresar sano y salvo a casa, pero puedo notar que eso fue solo un sueño muy infantil...

¿Ahora dime hermano? ¿Cómo les digo a ella y a nuestra madre todo esto? ¿Cómo puedo tener el valor de regresar con la bella Selene? ¿Qué cara pondrían al ver al hombre medio muerto que tendrían delante de ella? ¿Cómo reaccionarán al verme llorar por todo el dolor cuando solo tengo 19 años? Pero, sobre todo ¿Dime cómo les diré las atrocidades de las trincheras? De esas que incluso cometemos entre nosotros ¡Te suplico que me ayudes a encontrar las palabras adecuadas!

Ayúdame a quitarme estas pesadillas de todos los horrores a los que hemos sido sometidos. ¡Hermano mío! No quiero jamás tener hijos, no quiero que vivan un infierno de este tipo, el infierno en donde la maldad humana es peor que cualquier castigo.

Ahora, hermano mío ni siquiera puedo pronunciar tu nombre, debido al gran parecido con el nombre de aquel lugar donde yo perdí todo.

Pero te amo.

Pd. ¡Mantente vivo!

Despierto agitado de ese terrible sueño, el sueño en el que fui mi hermano y mientras sigo adormecido empiezo a recordar mi inicio en esta guerra.

Las extensas caminatas hasta llegar a las trincheras,

luego el movernos con nuestros escuadrones a otro lugar, recuerdo los gestos de los soldados, el dolor y las yagas en mis pies. Las pláticas y juegos entre nosotros y ahora ¡Muchos de ellos ya han muerto!

Recuerdo como repetían sin cesar; ¡Malditos cerdos Boches! Y después escupían al piso en señal de rabia, todos miraban mi gesto ya que era nuestro enemigo.

Esa frase se repetía constantemente sin importar la nacionalidad, pues nos llegábamos a cruzar con soldados de distintos países, después de un mes de escuchar eso se me ocurrió decir:

¡Morimos por culpa de un pleito de familia, solo lo hacen por ver quien le vende a quien!

Mis propios compañeros me llevaron y me golpearon brutalmente, pero me mantuvieron vivo para que memorizara cada atrocidad que hicieron. Tengo más cicatrices en la cara por ese día que por su estúpida guerra, no entendía por qué me golpearon, si solo decía la verdad.

En ocasiones mientras observaba el cielo podía notar en los aviones del Káiser alemán y el Rey inglés como se leían sus apellidos "Sajonia Coburg und Gotha" lo demás lo saqué por deducción propia.

Si los aviones no hubieran tenido la bandera y una ligera variación en el color podríamos jurar que eran los mismos, pero claro yo tuve que abrir mi boca.

Ahora en mi agujero lo que más añoro no es regresar a casa, añoro un cese al fuego como el que se vivió en la Navidad de 1914. Ese cese al fuego que demostró que no éramos unos completos salvajes y que aún existía algo de humanidad dentro de nosotros.

Te vi en mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora