Capitulo 8: Olvidar

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Observé detenidamente a la floristería que había a escasos metros de mi. Introducí mi mano en mi bolsillo del pantalón sacando un billete de diez dólares. Minutos después, salí de la tienda con un ramo de rosas blancas en la mano mientras  olía tranquilamente su aroma. Entre por segunda vez a Urgencias hasta preguntar nuevamente por la madre de Elizabeth. Esta vez, si que me sabía su nombre. Pude escucharlo por megafonía. Vi como mi amiga entraba a la misma habitación que decían por el altavoz. Encontré a la misma mujer de cabello rojizo que me había atendido el día anterior, tecleando  en su ordenador.

—Hola, ¿me podría decir la habitación de Alyson Bennet?

—¿Es usted un pariente cercano?

—No, soy un amigo de la familia.

—De acuerdo. Es en la planta 5 la habitación 12.

—Muchas gracias—sonreí levemente.

Mis ojos analizaban a gran velocidad cada una de las numerosas habitaciones . Pronto visualicé un letrero azul que ponía el número doce en el. Me di cuenta de que se trataba del sitio correcto. Por lo que abrí lentamente la puerta hasta encontrarme  a una mujer tumbada en una cama con un montón de aparatos médicos a su alrededor. Se trataba obviamente de la madre de Elizabeth. Puse una gran atención en ella, dándome cuenta de que tenía los ojos cerrados y su piel estaba igual de pálida que un esquimal.

Dormía plácidamente acomodada sobre un gran cojín que la reclinaba un poco la cabeza, la luz se filtraba tímidamente a través de las cortinas blancas,   y   ella llevaba  un camisón blanco por encima  típico de un hospital. Al  estar dormida, tenía que  hacer el menor ruido posible para para no despertarla. Estaba cien por cien seguro de que su hija estaría junto a ella acompañándola, pero, no estaba. Ni siquiera la había visto por los pasillos, ni tan solo  en recepción. Cosa que me extrañó bastante. 

 Desde que entré en la habitación estaba algo alarmado. No sabía si en cualquier momento podría aparecer Elizabeth por la puerta y me encontrara desprevenido en la habitación de su madre ¿Qué pensaría de mí entonces? En el momento en el que ella me viese, podría pensado que yo sería un maldito acosador. ¿O quizás no? ¿Acaso me estaba rallando demasiado la cabeza? A un lado de la ventana se encontraba un florero de cristal vacío. Me acerqué cautelosamente tratando de hacer el menor ruido posible. Hasta depositar el ramo de rosas blancas sobre él. Mantuve la mirada clavada en ella con preocupación en mi interior. Finalmente desvíé mis ojos pardos hacia la puerta, pues presentía que Elizabeth aparecería en cualquier momento.

—En fin—dije en voz alta —, Espero que se recupere pronto.

Mis recuerdos me acorralaban únicamente hasta aquel instante en el que  la madre de Elizabeth fue golpeada en la cabeza con un bate de béisbol . Volver a darle vueltas a  aquello me martirizaba. Aunque no podía hacer nada al respecto. En eso tenía razón Elizabeth, era algo que no me incumbía. El caso era que todo aquello ocurrió de la forma más inesperada.  ¿Cómo reaccionaría ella si supiera que tenía que asistir a juicio como testigo?  Además, aunque no quisiera verme,  estaba casi obligado a verla todos los días en el instituto.

Deseaba con toda mi alma que llegara el tiempo en el que pudiera estar junto a ella de una vez por todas. Sin embargo, me daba la ligera sensación de que huía despavorida de mí cada vez que la preguntaba algo, o cuando simplemente la decía los buenos días. Era como si tratara de escapar de mí. Como si la molestara tan solamente mi presencia. Y eso era algo que no entendía muy bien al respecto. Desde mi punto de vista, yo no la había hecho nada malo. ¿Cuál sería la razón por la que no me hablaba casi?

Antes de marcharme la miré por última vez hasta cerrar silenciosamente la puerta. Afortunadamente mi cuerpo reaccionó a tiempo antes de que se produjera un accidente y chocara con los enfermeros que corrían llevando una camilla . En ese instante sentí como si una bala de fogueo desfilara rozando descaradamente mi cara a  gran velocidad. Durante pocos segundos mi cuerpo arrojó millones de impulsos nerviosos en una respuesta motora. Reaccioné en un santiamén echándome hacia atrás. Parpadeé varias veces y permanecí observándoles. 

Soñando Entre EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora