Insomnio

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Para empezar no creo que exista un cielo, pero lo que definitivamente existe y está cerca de todos nosotros es el hecho de que somos nuestro propio demonio y hacemos de nuestra vida un infierno, si ahora comprendía esas palabras de mi profesor de filosofía, para ese momento rondaban ideas suicidas y autodestructivas en mi cabeza, sólo las voces de mi interior recomendaban que hacer, cuál era el siguiente paso.

Estaba en mi etapa de Nietzsche, si así era, Dios no existía yo era un super hombre, un Dios reencarnado en el cuerpo de un débil e insignificante mortal, mis gustos musicales seguían siendo muy extraños para la corta edad que tenía, al principio comenzaba con las sinfonías de Bach, Beethoven y Mozart para terminar oyendo los gritos de dolor de Barathrum, Nocturnal Depression y de vez en cuando para variar algo de Mayhem o Dark Funeral, iba de estados de euforia alegría y positivismo a una profunda desolación y depresión que tomaban mis noches, era entonces cuando algo susurraba a mi oído:
·Vamos, vamos, mira que regalo te han dejado... De nuevo sólo, en tu habitación, quizá en la cocina hay algo con que distraerme..

Era entonces cuando me levantaba de mi asiento e iba a la cocina, observaba con detenimiento lo que mi conciencia pedía a gritos. Muy dentro preguntaba: ¿Qué es lo que quiero?.

·Mira ese hermoso cuchillo, ese que nuestro padre presume, el que era de nuestro abuelo, ¿Recuerdas que fue el primero con en que asesinó a un animal?, Démosle un buen uso está noche...
Entonces tomé entre mis manos el cuchillo, ese que era de mi abuelo, aquel que tenía un pomo en forma de caballo en bronce, ese que tenía la primera sangre de mi familia, ese con el cual se tomó la vida de un ciervo salvaje, ahora luego de dos generaciones iba a ser el que me llevaría al sueño profundo de la muerte, escuchaba la voz de Themgoroth cuando cantaba When Angels Forever Die, no me había percatado que mis padres habían llegado y al ver la escena donde estaba a punto de cortar mi brazo se abalanzaron los dos arrebatandome el cuchillo y frustrando mi plan de morir.

— ¿Acaso estás loco?, ¿Qué pretendías hacer?— decía mi padre entre gritos mientras que mi madre sólo lloraba.

Luego de ese suceso decidieron llevarme al psicólogo, el primer día me presentaron a la doctora que intentaría ayudarme.

— Hola, mi nombre es Laura, un gusto conocerte.— Dijo amablemente.
— Hola soy Paul.— Dije.
Tus padres me contaron que tuviste un ataque epiléptico hace unos años y derivado de esto cambiaste mucho.—
— Así es, pero nunca me he sentido diferente, sólo que para mi el mundo está mal, está podrido y aunque quiero cambiarlo se que no podré.—

Laura me analizaba palabra tras palabra intentando explicarse como alguien tan joven como yo tenía una idea tan errática del mundo, aunque sólo tenía 15 años había logrado despertar el interés de está psicóloga, era su primer paciente,y claro quería ayudarme a salir del foso en el que me encontraba.

— ¿Tienes un problema con la sociedad o es un problema más personal?.—
— Debería decir que en el sitio donde estamos compartimos nuestro cuerpo con muchos otros seres. —
— ¿Quieres decir que hay otra persona aparte de ti en este instante?.—
— No, pero se que siempre hay algo más. — Dije levantándome de mi silla.
Si quieres hablar con alguien, o te sientes sólo llámame, soy buena escuchando.— Dijo levantándose también y extendiendo su mano con una de sus tarjetas.
— Gracias, lo tendré en cuenta.—

Cerré la puerta de su consultorio, mis padres aún me esperaban, intente sonreír para no preocuparlos y tomamos un taxi nuevamente a casa. Cuando llegamos observé que en la cocina ya no habían objetos con los cuales pudiera lastimarme, todos los cuchillos estaban bajo llave en un cajón, no quise preguntar donde estaban ya que sabía que aunque rogara no me darían la llave. Decidí entonces desistir de mi idea de morir, al menos mientras hacía creer que todo estaba bien.

ParanoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora