Capítulo tres: lo que puedas ofrecer, ofrécelo

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Con el viento chocando en su cara, y con el sonido del aire en sus oídos, entrando en contacto con su pelo, que lo tenía alborotado por el aire, se hizo una coleta. Le llevaba más larga del antebrazo, su pelo era brillante como la luna reflejada en la noche.

Saliendo de la ciudad, entró a un pequeño pueblo, lleno de oscuridad, sombrío, sin vida. Los rayos del Sol ni siquiera alumbraban ese pequeño pueblo, parecía que la felicidad ahí no caía por ningún sitio.

Decidió ponerse debajo de un hostal, a cantar, con su instrumento preferido: su voz. Hay gente que pensará que la voz no es un instrumento, pero si la escuchas con atención, puedes escuchar la voz de los ángeles.

Su voz transmite felicidad, calma, amor.

Sin duda sería una de los mejores voces que podrías escuchar.

Parece que no, pero un talento puede estar en la persona menos esperada.

Y ahí estaba ella, cantando, con su bufanda vieja, su abrigo más viejo aún, y no era de esperar, ya que no tenía dinero y no se podía permitir más.

Con su pelo recogido, cantando, a ver si podía ganar algo de dinero.

Pasaron varias personas mayores que les dejaron apenas diez céntimos, pero para ella, era como darle diez euros. Para ella hasta lo más mínimo podría ser importante.

No pasaron muchas personas, ya que en ese pueblo parecía que nadie salía, ni siquiera había mucha población.

Bianca decidió pasar ahí la noche, bajo el mismo hostal donde se había tirado cantando toda la mañana y la noche, con su manta, y como la anterior noche, con su manta y de almohada una de sus dos maletas. Su pelo chocando en su cara, el reflejo de la Luna encima de ella, le trasmitía felicidad.

No le costó dormirse, ya que había pasado un día muy duro todo el día cantando de pie, sin comer, lo único que tenía era cuatro botellas de agua que había cogido antes de salir del orfanato. Había recogido ochenta céntimos, pero para ella había sido una alegría ya que por lo menos al día siguiente podría comprarse algo.

Ella se imaginaba cómo iba a estar después de recorrer el mundo y a las personas a las que iba a conocer, estaba entusiasmada. Pensando en eso, después media hora, se quedó durmiendo, con el pelo recogido chocándole en la cara.

La golondrina blanca [En Proceso] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora