Capítulo cinco: Elisabeth

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-Y, dime. -Dijo Bianca-. Quizá tenga que saber algo de tu pasado ya que vamos a recorrer el mundo juntas.

-Bueno, no tengo mucho que decir, la verdad. -Responde Elisabeth suspirando y con cara de pena-. Yo tenía once años cuando mis padres me dejaron sin razón. Fue horrible. Realmente los apreciaba mucho, pero desde el día en que me dejaron, no sé que sentir. Realmente es muy duro.

-A mí... Bueno... Me pasó algo parecido. -Suspiró Bianca-. También me dejaron, a los ocho años, y en el orfanato, me hicieron acoso básicamente por todo. Realmente se pasa mal, porque me criticaban tanto por mi físico como por mi persona.

-Eso tiene que ser horrible.

-Lo es. Me maltrataba hasta Sor Matilde, una monja. A mí nunca me ha gustado llevar los típicos vestidos básicos, y por llevar todo lo que quería a mi manera, la gente me criticaba, me pegaban, hasta ella. Realmente que un niño te diga inútil duele, pero que te lo diga un adulto, aún más. Sabes que ellos tienen más experiencia en la vida y te lo acabas creyendo. Realmente es muy duro, llegué a soñar con que me pegaban, me sentía sola. Mi única escapatoria son los libros. Cuando te gusta leer es de las únicas cosas que te hacen sentir bien.

-¿Los libros? -Respondió Elisabeth evitando la risa-. Espero no ofenderte, pero no creo que leer te llegue a ningún lado. Es decir, esas historias nada más que son para niños pequeños.

-Eso que lo dices tú, Elisabeth. Los libros son la mayor escapatoria y fuente de viaje y exploración del mundo. Como dijo JK Rowling, si no te gusta leer, es que todavía no has encontrado el libro indicado.

-Bueno, eso se verá. Realmente lo siento mucho por todo lo que te han hecho. A mí, parece que no, pero siempre me han tratado los niños explícitamente, y espectacularmente. No sé por qué será, pero parece ser que la gente se guía por las cosas bonitas que tienen que ver con el físico.

-Me lo dirás a mí. -Respondió Bianca, tristemente-. La gente nada más que se deja llevar por el físico, cuando hay mucho más. Hay un corazón y unos sentimientos por descubrir.

-Me encanta como hablas. Yo nunca podría hablar como hablas tú.

-Ya ves para qué sirven los libros.

Se levantaron, y como ya estaba amaneciendo, decidieron dar un largo paseo al lado del río, en un estrecho puente y decidieron ir a comer algo.

-Nada más que puedo comer una barra de pan. -Dijo Bianca-

-Toma, te dejo dinero.

Elisabeth le había dado diez euros a Bianca.

-Lo siento, es mucho. No puedo aceptarlo.

-¿Mucho? Bianca, por favor...

Bianca lo aceptó. El bar era muy viejo, feo, todo tenía casi cien años. Realmente Elisabeth estaba con cara de asco, y Bianca, que estaba conmocionada, sacó de su maleta, un diario, y se puso a escribir mientras que llegaba la comida, ya que, al final, había aceptado el dinero y se había pedido una hamburguesa, pero vulnerable.

-Es precioso -musitó Bianca-.

-Es horrendo -Respondió Elisabeth-. ¿Por qué todo te parece bonito?

-Porque hasta lo más feo puede ser bonito si sólo sabes ver las cosas buenas que tiene.

-Estás loca, Bianca.

-Sólo digo la realidad -respondió Bianca, alegremente-.

La golondrina blanca [En Proceso] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora