Capitulo 20. Elizabeth

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En tumbas de oro y lapislázuli
cadáveres de santos y santas exudan
aceite milagroso, fragancia de violeta.
Pero bajo los pesados túmulos de pisoteada arcilla yacen cuerpos de vampiros pletóricos de sangre;
sus mortajas están ensangrentadas y sus labios, húmedos.

Oil and blood, W.B Yeats

Hayley dio un resoplido resignado. Camille no los había dejado en paz ni por un solo segundo desde que hablaron en la habitación de Asher, cosa que no ayudaba a que la relación entre ambas chicas mejorara.

—Ya van a ser las seis, vamos, ya no es hora de dormir. Hayley, allí te traje uno de mis vestidos para que te pongas. Tú ve afuera mientras ella se cambia. —dijo mirando a Az. Las palabras se desprendieron de los labios de Camille naturalmente, como si absolutamente nada hubiera pasado entre ellos.

Asher le devolvió la mirada sin ocultar su escepticismo. Sus cabellos oscuros estaban más cortos de lo que estaban hacía tres meses, pero sus ojos seguían siendo del mismo gris tormentoso, casi siempre ocultos bajo la gruesa capa de pestañas oscuras.

—Estás loca si crees que la voy a dejar a solas contigo.

—¿Loca? Você que está louco por mim meu amor. Bueno, eso no viene al caso pero creo—

—Camille. —dijo deteniéndola. Los labios color fucsia de Camille se aplanaron en señal de molestia, ella alzó la vista hasta Hayley y la miró sin delatar lo que ocurría en su mente— ¿Por que estás actuando de esta manera? No somos amigas, no te quiero ver, no quiero que respires mí mismo aire. Todo esto que estás haciendo es totalmente ridículo.

Camille la miró bajo sus pestañas arqueadas como si Hayley fuera una niña que no comprendiera nada. Y Camille sabía perfectamente lo cuanto odiaba que la miraran de esa forma.

—No lo hago por ti. Lo hago por el bien del glamour. Tu ropa es horrible y debemos hacer algo con ese cabello y esas uñas. —Las palabras de Camille sonaron tanto a algo que normalmente diría que el pecho de Hayley experimentó una punzada de dolor, aún así, las palabras de rabia evocaron de sus labios como un manantial.

—¡Pero es que todavía no lo entiendes!—dijo en un alarido—. ¡A penas soporto verte la cara después de lo que hiciste!

Camille tuvo la osadía de parpadear confundida.

—No fue mi culpa. Era algo que debía ser hecho. Ese es el lema de la organización. Sacrificar a algunos por un bien mayor.

Camille seguía siendo la misma en tantos aspectos y tampoco llegaba a ser otra persona. Era solo que nunca la había conocido del todo. Hayley se acercó a ella con una mirada afilada que distorsionaba sus rasgos delicados en agudos y crueles.

—¿Leyla era un sacrificio? ¿La dulce y tierna Leyla? —su voz le sonó ajena, era fría y llena de odio.

—Pues si.—afirmo, honesta sus creencias pero sin poder sostenerle la mirada—. Así es la vida, Hayley. Creí que tú más que nadie lo entenderías.

Sus manos no se controlaron y le dio una paliza en el rostro delicado de Camille. Al quitar sus dedos marcas rojas estaban impregnadas en su piel trigueña. Para su conmoción, Camille no reaccionó violentamente si no que al igual que Hayley afiló sus palabras para usarlas como cuchillos.

—¿Porqué crees que tu familia se llevó a tu hermana? Por la misma regla. Sacrificar a unos pocos por un bien mayor. No seas ingenua, Hayley, eres inteligente pero si no aprendes eso nunca serás alguien en la vida

Perra. —fue lo único que consiguió decir, con todo el énfasis que pudo.

—Cierto, pero no tu perra. Ahora ve a ponerte el maldito vestido que tengo para ti.

InvulnerableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora