1. Un Pasado Tormentoso.

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A la una de madrugada de un sábado cualquiera, las campanas del Centro Histórico de Quito resonaron con una solemnidad imponente ocultando el llanto interminable de Paula Torres quien caminaba con desesperanza por las calles solitarias que apenas eran alumbradas por unos pequeños faroles. Tras huir de un destino casi irreversible había regresado a la ciudad donde nació, cargada de nostalgia. Aquel lugar, con su estilo colonial y tradicional, había robado su corazón desde la infancia. Ahora, volvía en busca de salvación y la paz que le fue arrebatada.

Un viaje que añoró desde su adolescencia y que después se convirtió en un "ameno" paseo entre amigas que se conocían desde el colegio, parecía ser un plan recreativo perfectamente ejecutado ¿Qué podría salir mal?

Y es que Argentina parecía ser un paraíso exótico. En especial aquel mágico lugar "Las Grutas" que eran como estar en el cielo y la tierra al mismo tiempo por sus paisajes, gastronomía y su gente quienes trataban bien a los turistas mostrando lo más bello de su localidad.

Pero él... Ese hombre de ojos fríos, labios resecos y una sonrisa siniestra destilaban peligro. Desde el primer momento, Paula sintió que algo en él no estaba bien.

Francisco Guzmán era un "guía de turismo" que sus dos mejores amigas Andrea y Úrsula habían contratado para un recorrido personalizado aquí en "Las Grutas"

Con su carisma y perspicacia, logró ganarse la confianza de sus amigas aparentando buenas intenciones. Aun así, por más pinta de galán que se apuntaba Guzmán, Paula no pudo evitar sentir una inmensa desconfianza que después de todo estuvo todo este tiempo justificada.

El último día en 'Las Grutas', el sol resplandecía sobre la arena dorada. Las olas lamían la orilla con calma engañosa y el viento traía consigo el aroma salado del mar. A simple vista, aquel rincón escondido de la playa parecía un edén inalterable. Paula recorría la arena descalza, sintiendo el calor en sus pies. Mientras enfocaba su cámara en el horizonte, un estremecimiento recorrió su espalda. Sintió que alguien la observaba. Se giró lentamente, y ahí estaba él.

—¿Vos pensás que te iba a dejar ir, así como así? ¿Sin despedirte? —preguntó Francisco mientras se acercaba lentamente.

¡Déjame en paz! —suplicó ella, con la voz quebrada por el miedo y la furia contenida.

—¡Dejá de hacerte la digna Paulita! Intentas ser un reto, pero al final sé que no eres alguien tan difícil.

—¡Basta Francisco! ¡Entiende de una maldita vez! ¡No tengo ni la mínima intención de meterme en tu cama o estar contigo!

Cuando Paula se giró, lo vio demasiado cerca. Su expresión era perversa y tenía una calma escalofriante. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un tirón brusco en su brazo y algo frío en su costado. Un cuchillo.

Llena de pánico intentó dar un paso atrás, pero las rocas bloquearon su escape. La playa, que unos minutos antes le parecía un refugio idílico, se había convertido en una trampa. Las olas seguían rompiendo contra la costa, indiferentes a su destino.

Finalmente, Francisco deslizó una mano en su bolsillo y sacó un pañuelo empapado en cloroformo. Paula apenas tuvo tiempo de retroceder antes de que el químico la envolviera en un mareo sofocante. Sus párpados pesaron, su cuerpo se rindió... y luego, solo hubo penumbra.

Unas horas más tarde, la mujer despertó con un dolor punzante en la cabeza. Lo único que lograba ver era una luz fosforescente alumbrándola por completo. De ahí todo a su alrededor era tenue y estrecho. El silencio que venía ahí, era asfixiante, confirmándole que estaba sola, sin nadie cerca para ayudarla.

Aun así, no podía quedarse callada.

—¡AUXILIO!

Los gritos se manifestaron una y otra vez. Al intentar moverse se dio cuenta que sus manos y pies estaban atados. Su cuerpo estaba tieso.

EL CIGARRILLO FUGAZ (En Proceso y Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora